La salud más allá de la enfermedad

  1. Un hombre sabio debería darse cuenta de que la salud es su posesión más valiosa. Hipócrates

Desde el modelo biomédico se entiende la salud como la ausencia de enfermedad. La enfermedad tiene un origen biológico, la mente tiene poco o nada que ver con el cuerpo físico y la responsabilidad total está en manos del médico que manda y el paciente que padece y obedece.

Desde el modelo biopsicosocial la salud es un completo estado de bienestar físico, mental y social. La enfermedad es multifactorial, la mente y el cuerpo son una unidad, por tanto en constante interrelación y la responsabilidad en la salud se extiende no solo a los profesionales, sino a todos, promoviendo la adopción de responsabilidades personales. Desde este modelo, tan importante para estar sano es tener en cuenta la dieta, el ejercicio o la higiene de sueño, como la vida social y el estado mental/anímico de las personas, es decir pensamientos, creencias, emociones, relaciones y un largo de etcétera de factores más allá de lo puramente biológico.

Y todos, o casi todos, parecemos estar de acuerdo en que tiene sentido, pero la realidad es que a pesar de que la OMS definió este modelo en 1948, por el momento sigue siendo más teórico que práctico.  Un sistema que busca el beneficio económico por encima de todo, una sanidad mermada por recortes y una sociedad que en gran parte todavía quiere que le curen desde fuera, no conforman un terreno fácil para un modelo integrativo.

La sociedad española lleva en casa 5 semanas como medida preventiva ante la pandemia de covid-19, para prevenir el colapso de un sistema sanitario que se sabía no podría con urgencias masivas. Se han tomado decisiones «biomédicas» de choque y, aunque resulta fácil criticar porque somos listos después de visto y de mirar fuera, no es momento de juicios ni reproches, es tiempo de avanzar, de dar paso a decisiones «biopsicosociales» que como sociedad nos prevengan de las consecuencias que a nivel mental y emocional, la ausencia de vida social y aireada nos pueda traer.

No serán pocas las familias que estén viviendo una auténtica tortura y enfermar de coronavirus puede ser el menor de sus males. Las condiciones en cada hogar son tremendamente diferentes: tener casa grande, jardín, despensa llena y compañía familiar en equilibrio ayudan y mucho.  Y entonces,¿qué podemos hacer mientras se toman estas decisiones «biopsicosociales» globales? Quizás llevarlas a nuestro terreno particular:

  • A nivel físico: trabajar la escucha a nuestro cuerpo y darle lo que nos esté pidiendo… y habrá días que nos pida movernos, otros descanso, otros comida sana y otros pues más chatarrosa, pues muy bien, y habrá días que nos dirá «te has pasado» y otros que «te falta algo», pues freno de lo que sea que me he pasado y caña a lo que me falte… sin culpas, sin autoexigencias, más bien con adaptación a lo que se pueda, más atención y escucha sabias.
  • A nivel emocional: permitirme lo que haya. El enfado, la tristeza, el miedo… cuando no estoy bien y también la alegría, el agradecimiento, el disfrute… cuando lo hay. Cada instante es diferente y la aceptación de lo que haya es fundamental, básicamente porque ya está aquí y resistirnos desgasta. Y permitirme no es dar rienda a mis instintos básicos y soltar mi basura emocional por la ventana. Permitir es observar, sentir, ser consciente, dar espacio, sostener, aceptar, respirar y dejar ir, y no tiene porqué ser en este orden.
  • A nivel social: ¿puedo hacer algo por alguien? ¿Puedo ayudar de alguna manera a una vecina/o, a la tienda del barrio, a un familiar en apuros? ¿Soy yo el o la que necesito pedir ayuda? A veces puede valer con una llamada, con hablar y sacar, o escuchar al otro sin juicio, con hacerle saber que estás para lo que necesite o que lo necesitas… y otras habrá que actuar en la medida de las posibilidades. Y las videollamadas a 20 pueden estar bien para un rato de risas, pero la línea directa y personal puede obrar milagros.
  • A nivel transpersonal: ¿puedo ir más allá del asunto y ver qué aprendizaje tiene para mí esta crisis? Quizás me haya reconectado con nuevas personas, o conmigo mismo, o con situaciones, aficiones, retos, oportunidades… que a primera vista no me parecían que tuvieran mayor trascendencia pero pueden ser la base de mi nueva normalidad. ¿Me he dado cuenta de lo que echo de menos, de lo que no, de lo que valoro más ahora, de hacia dónde me gustaría encaminar mi vida? ¿Qué estoy aprendiendo? ¿Me siento parte de un todo en búsqueda continua de equilibrio?

Tiempos nuevos, tiempos de reflexión y de atención plena para una mayor consciencia. Sobre todo para ver más allá y tratar -como personas y como sociedad- de aprender a construir un mundo mejor pero no para unos pocos, sino para todos.  Y aunque el trabajo empieza en uno mismo, nada podremos hacer solos, debemos remar a la vez. Pero mientras el barco no zarpa podemos enfocarnos en lo que ahora tenemos cerca, agudicemos la atención para ser capaces de verlo.

Para terminar, te dejo un poema de Steve Taylor que nos invita a descansar en el presente, el lugar menos habitado del planeta y donde podemos encontrar nuestras respuestas. Si pinchas en el enlace leerás la presentación de su último libro que tiene muy buena pinta.

El único lugar

Cuando el futuro está lleno de temor
Y el pasado lleno de pesar
¿Dónde puedes refugiarte excepto en el presente?

Cuando remolinos de pensamientos atormentadores
te hacen retroceder a las barricadas de la cordura
el presente es el centro tranquilo donde descansar.

Y poco a poco, mientras descansas ahí
los molestos pensamientos y temores se disuelven
como sombras encogiendo bajo el sol del mediodía
hasta que no necesitas ya más refugio.

El presente es el único lugar
donde no hay dolor creado por el pensamiento.

El presente es el único lugar.

Steve Taylor

Las autoridades sanitarias deberían advertir que el control y el perfeccionismo son perjudiciales para la salud

Diseño imagen: Angel López de Luzuriaga @ardiluzu

Los órganos lloran las lágrimas que los ojos se niegan a derramar
– Sir William Osler –

Los mensajes de las cajetillas de tabaco se han ido recrudeciendo con el tiempo.  De la nada se fue evolucionando a un “Fumar puede ser perjudicial para la salud”, para terminar en un “Fumar mata” con fotos escalofriantes de enfermedades asociadas.

Ya nadie duda de que envenenarse con sustancias tóxicas diversas es más que malo para la salud, sin embargo no siempre somos tan conscientes de lo perjudiciales que pueden resultar ciertos rasgos de personalidad y comportamientos aprendidos para nuestro bienestar.

Durante estas últimas semanas venimos trabajando en clase cómo podemos fortalecer nuestra salud, qué podemos hacer para ayudar a reequilibrar nuestro organismo cuando falla, cómo prestar atención sabia a los síntomas, convivir con el dolor o entender el componente emocional asociado… y sobre todo cómo darnos cuenta de que somos parte implicada en nuestra salud. Y siempre que sale este tema, es interesante escuchar las reacciones de los participantes: en algunos casos testimonios de enfermedad asociada a estrés o a personalidades controladoras y perfeccionistas, y en otros casos enfados tipo «encima será culpa mía».

Soy muy fan del modelo de pedagogía del dolor que la medicina mente-cuerpo defiende: nuestro cerebro no es infalible, en ocasiones percibe estímulos neutros como amenazas y pone en marcha impulsos nerviosos dolorosos como protección. Arturo Goicoechea, Lorimer Moseley, John Sarno, George Oldfield… Son muchos los autores que trabajan con este modelo, y algunos de ellos introducen además el factor emocional o rasgos de personalidad como invitados de honor en ciertas enfermedades que conllevan dolor asociado:

  • El estrés que nos causa el tomarnos las cosas demasiado en serio
  • El perfeccionismo
  • El querer controlarlo todo
  • La ansiedad e ira reprimidas que puede haber detrás de un exceso de responsabilidad o de un «buenismo» mal entendido…

Hay todo un submundo de motivos que pueden ayudarnos a enfermar.

Seamos o no conscientes, hemos sido educados para reprimir emociones: “no llores, no es nada”, “controla ese genio”, “no tengas miedo”, y un largo etcétera de expresiones que hemos integrado y que en ocasiones seguimos usando en la educación de nuestros hijos e hijas y que nos pueden llevar a una acumulación malsana de emociones no expresadas, no gestionadas, que van colmando una taza interior que puede rebosar en forma de síntoma.

Si además somos analíticos en exceso, tenemos necesidad de tenerlo todo bajo control, somos demasiado responsables, evitamos las confrontaciones, nos cuesta pedir, decir que no, delegar o nos gusta agradar a otros como modus operandi habitual…, sin querer estamos comprando boletos para la siguiente rifa de estrés máximo, lo que nos debilitará y contribuirá a que tengamos más facilidad para enfermar.

Quedarnos en el “yo soy así qué le vamos a hacer” es una actitud habitual pero nuestro personaje es una construcción, y detrás del control y perfeccionismo podemos tener una sombría suma de inseguridad, baja autoestima y viejas emociones contenidas que podemos iluminar y reedificar con el autoconocimiento personal. Tomar distancia de nuestros pensamientos puede ser el primer paso para observar el contenido habitual de esas voces mentales:

  • ¿Deberías hacer esto o no deberías lo otro?
  • ¿Miedo e inseguridad hacia el futuro?
  • ¿Necesidad de reconocimiento continuo?
  • ¿Queja, agresividad, impaciencia…?

¿Sabes de qué va tu cháchara mental? Observarla puede ser el comienzo de tu vida mejor

Para saber más:

Butler, D.S. & Moseley, G. L., (2010) Explicando el Dolor. Australia: Noigroup Publications.

Caudill, M. (2011) Controle el dolor antes de que el dolor le controle a usted. Madrid: Paidós.

Goicoechea, A. (2009) Migraña, una pesadilla cerebral. Bilbao: Desclée de Brouwer

Maris Maruso, S (2011) El laboratorio del alma. Historias que sanan y que merecen ser contadas. Barcelona: Vergara.

Oldfield, G. (2014) Dolor crónico. La clave para tu recuperación. Madrid: Mandala Ediciones.

Pert, Candece B. (1998) Molecules of Emotion: The science behind mind body medicine. Simon and Schuster, EEUU

Sarno, J. (2013) La mente dividida. Barcelona: Editorial Sirio

Tienes un email…. Remitente: Tu cuerpo.

Imágenes: Toya Pérez

El cuerpo nos habla en susurros; si no somos conscientes de su mensaje, nos habla más alto; si aún no sabemos entender o no hacemos caso, nos sigue hablando más y más alto hasta que nos da un grito…

Eric Rolf.

¡Y ya estamos en marzo! Es increíble cómo pasan las semanas…  En clase, hemos dedicado el mes de febrero a profundizar en la escucha al cuerpo, al síntoma, a pasar de entenderlo como un acontecimiento inoportuno que debe ser reprimido lo antes posible, a verlo como la forma que tiene el cuerpo de expresarse, de decirnos que quizás algo no anda del todo bien.

La atención juega un papel fundamental.  Si nuestra atención se dirige al problema, a la crisis, se centra en uno mismo y se enreda con la narración que nos contamos acerca del tema, nuestra ansiedad y temor aumentarán, lo que, lejos de favorecernos, nos restará energía y ralentizará la curación.

Si, por el contrario, conectamos con el modo en que experimentamos el síntoma, si dirigimos nuestra atención a nuestras reacciones, sin interpretaciones, sin juicios… Si damos la bienvenida a lo que sea que aflora –ira, rechazo, miedo, desesperación, resignación -, tomando distancia, sin dejarnos arrastrar… estaremos procurando una atención “sabia” a la enfermedad, a los síntomas que están aquí y ahora formando parte de nuestra experiencia.

Prestar atención sabia al síntoma significa dejar de identificarse con él, de reprimirlo, de esconderlo, dejar de “matar al mensajero”, de limitar nuestras posibilidades y, en consecuencia, dejar de alejarnos del aprendizaje y del crecimiento.

La causa de la enfermedad es multifactorial, no vamos a poder intervenir en absolutamente todas sus causas, pero sí podemos aportar mucho con esta escucha al cuerpo, con esta toma de conciencia de los mensajes que nos envía, para tomar las riendas y poner todo lo que esté de nuestra parte, desde la comprensión y el amor. Si tu cuerpo se rompe, ¿dónde vivirás?  A veces nos preocupan más las goteras de la casa, los arreglos del coche, que las averías de nuestro propio cuerpo… ¿Eres consciente de tus «goteras»?  Quizás te estén indicando dónde mirar:

  • ¿En tu alimentación?
  • ¿En el ejercicio físico que haces o dejas de hacer?
  • ¿En tus horas y calidad de sueño?
  • ¿En cómo te tomas las cosas? ¿Vives en la prisa, en el estrés continuo? ¿Buscas una perfección imposible, un control extremo, la seguridad absoluta? ¿Te preocupa en exceso el qué dirán, el futuro? ¿O es el pasado el que te está superando? ¿Te sientes imprescindible? ¿Te atrapan unos barrotes de creencias, dogmas, normas sociales que limitan tu crecimiento? ¿Te quieres?
  • ¿O debes dirigir tu mirada a tu propósito de vida?

La meditación nos ayuda a trabajar con el dolor, con las crisis. No es casualidad que se parezca tanto a medicación. Mindfulness implica el esfuerzo deliberado de observar y aceptar, instante tras instante, el malestar físico y las emociones más encrespadas.

Como nos dice Jon Kabat-Zinn, una actitud mindfulness en la enfermedad sería:

«La disposición de acercarse al dolor, abrirse instante tras instante y aprender de él de un modo amable y compasivo con un mismo. Abrirse a las experiencias desagradables y no queridas con la intención de aprender de ellas»

De acuerdo, no es fácil… requiere práctica… como casi todo…

Para saber más:

Bertherat, T. y Bernstein, C. (1976). El cuerpo tiene sus razones. Madrid: Paidós.

Bizkarra, K. (2005). Cuidarte para curarte. Madrid: Dilema.

Dethlefsen, T. y Rudiger, D. (2009). La enfermedad como camino. Barcelona: Debolsillo.

Kabat-Zinn, J. (2016). Vivir con plenitud las crisis. Barcelona: Kairós.

Maris Maruso, S. (2011). El laboratorio del alma.  Barcelona: Vergara.

Rolf, E. (2015). La medicina del alma. Barcelona: Zenith.