La alegría de ser

Misteriosamente hoy todo está en calma. Misteriosamente hoy nada me falta. Pau Donés

Ser

Ser con mayúsculas. No un “yo soy” pequeño, del tipo: yo soy un nombre, una profesión, un rol determinado… que no deja de ser pasajero y con carencias.

Desde ese ser pequeño siempre nos parece que podemos ser más: más ricos, más eruditos, más exitosos, más “mejores”.

En el Ser con mayúsculas estamos completos.

La alegría de ser ha sido el título del foro de espiritualidad celebrado este fin de semana en Logroño. Más de 1.100 almitas en el Riojaforum vibrando juntas.

Desde pequeñitos hemos oído frases del tipo “estudia para ser alguien”, lo que implicaba que existía la opción de “no ser” y crecimos con la creencia errónea de que solo si hacíamos las cosas “bien” “seríamos” algo.

Fuimos generando un fondo de armario repleto de personajes que íbamos utilizando en los distintos escenarios de la vida para hacer lo “correcto” y así ser “alguien”. Y “correcto” será diferente en cada casa…

El proceso fue necesario, aunque tuvo como moneda de cambio la desconexión de ese Ser con mayúsculas, de nuestra identidad profunda más allá del personaje o ego.

Ana de las Heras comienza el foro con buenas noticias:

“La alegría está, solo tiene que ser revelada”.

Porque reconectar con lo que Somos es sinónimo de alegría. Y alegría no como emoción efímera. Alegría como plenitud, gozo, unión… puede ser difícil encontrar las palabras que la definan.

Miguel Ibáñez nos invita a estar siendo con todo lo que es.

A darnos cuenta de que todo fluye, todo cambia instante a instante, incluido yo.

A dejar a un lado los relatos mentales construidos que nos separan de esa alegría profunda y duradera.

La meditación nos puede ayudar, porque en realidad siempre estoy en alegría, solo que no me entero cuando estoy en el relato, en el culebrón mental.

Enrique Martínez Lozano nos lo explica magistralmente – como siempre -. Levantar o no la persiana no implica que amanezca o no, solo implica que ese día veremos o no la luz del sol. De igual modo, meditar nos ayuda a conectar con lo que somos, porque está ahí, como el sol, aunque no nos acordemos o no nos lo creamos o huyamos de estos temas como de la peste. Da igual, seguirá estando, seguiremos siendo.

Cuando Somos, habrá alegría, no modo euforia o carcajada, sino modo estado de conciencia, es decir, independiente de lo que ocurra fuera.

Podemos ignorarla, olvidarla, podemos no experimentarla, sin embargo seguirá ahí, a salvo porque nada puede afectarla.

Entonces ¿porqué nos desconectamos tan fácil?

Vivir no es sencillo…, a veces nuestras necesidades básicas no están cubiertas, la economía se complica, nuestra salud se resiente, vivimos pérdidas, los problemas se apoderan de nosotros y nos vamos alejando… pudimos tener una infancia dolorosa, sufrir abandono, invisibilidad, rechazo, indignidad… reforzadores de lejanía con nosotros mismos.

Lo que es bastante sencillo es ver la vida como una carga, un lastre del que hay que liberarse, o una amenaza de la que hay que defenderse, bloqueando la Alegría.

Más buenas noticias: es posible movernos de ahí.  ¿Cómo?

  1. Conociendo mis obstáculos. ¿Qué me dificulta esta Alegría con mayúsculas?
  2. Con calidad en mis relaciones
  3. Con amor a uno mismo
  4. Aceptándonos y aceptando lo que ocurre: que puede no ser fácil cuando no te has sentido aceptado. Encontrando una persona que nos acepte sin juicio.
  5. Con gratitud incondicional: un paso más de la aceptación y francamente difícil cuando estamos en el ego. ¿Dar gracias por lo que ocurre? Qué me estás contando…
  6. Entrenando la capacidad de observar la mente, que no se convierta en dueña.
  7. Conectando con lo que somos

Y quizás no podamos hacerlo solos y necesitemos buscar acompañamiento. Pues adelante, otro gesto de sabiduría hacerlo.

Con Joan Garriga la aceptación toma otro nombre: asentimiento. Decir sí a la vida puede no ser fácil, lo que no quiere decir que no sea necesario. Su invitación es a:

  • Integrar aquello que la vida quiso, aunque sea distinto de lo que queríamos, a pesar de que el ego sea experto en oponerse a lo que es.
  • Aprender a observar esas voces que dicen continuamente lo que debería estar o no ocurriendo cuando la vida no nos complace, para dejar de darles poder.
  • Vivir en el «vivir la vida» en lugar de en «pensar la vida», silenciando los relatos mentales que nos condicionan.
  • Conectar profundamente con los padres y lo que nos ocurrió con ellos.
  • Ejercer nuestro papel en el sistema, no hacer de padres de nuestros padres o de nuestras parejas, ni hacer de hijos de nuestros hijos. Incluir a todos e incluirnos en el orden familiar correcto.
  • Equilibrar nuestro dar y recibir.

¿Y alegría de ser en el trabajo?

Con Koldo Saratxaga salimos del paradigma de los “recursos humanos” para ir hacia el paradigma de las personas. Porque las organizaciones también necesitan personas conectadas, que amen su trabajo, se impliquen como proyecto común y den lo mejor de sí mismas.

No compramos los dones y talentos en el colegio o en la universidad, los traemos de serie, sin embargo, es importante descubrirlos y ponerlos al servicio, y que mejor lugar que el trabajo para hacerlo.

Desgraciadamente, la insatisfacción laboral es inmensa. No hay comunicación real, la confianza escasea, del entusiasmo ni hablamos… la alegría puede brillar por su ausencia en estos entornos.

Matilde de Torres plantea una interesante pregunta:

Si la alegría es inherente al ser y está disponible… ¿porqué vivimos entonces en el «valle de lágrimas»?

Por una creencia profunda: la alegría o felicidad auténtica está en otro sitio y algo me falta.

En esa creencia de carencia las necesidades básicas cada vez son más, ya no son tan básicas…

Y llega un momento que lo tengo “todo” y me digo: “pues no soy feliz”. Y ya no tengo a nadie o a nada a quién echar la culpa de que no lo sea.

Este mundo loco que hemos creado es consecuencia de pensar que nos falta algo de fuera y querer conseguirlo: luchas, guerras, discusiones… todos intentando cubrir carencias, y todos en el bando de los «buenos», claro.

La transformación viene a través del contacto con la propia profundidad. Y el silenciar la mente nos ayuda a volver a casa.

Y bueno… podría seguir mucho más…

Estas son solo algunas de las muchas ideas recogidas este fin de semana gozoso.

Como frase final una de Enrique:

«La vida sabe»

 

Si eres de los valientes que has llegado hasta aquí es porque ya estás en el camino hacia dentro, hacia el Ser con mayúsculas.

Enhorabuena

 

De regalo final un poema de Thich Nhat Hanh que se leyó como aperitivo el sábado:

Este cuerpo no soy yo.
Yo no estoy limitado por este cuerpo.
Yo soy la vida sin límites.
Nunca he nacido, y nunca he muerto.
Mira el mar y el cielo lleno de estrellas,
manifestaciones de mi maravillosa mente verdadera.
Desde antes del tiempo, he sido libre.
El nacimiento y la muerte son sólo puertas por donde pasamos,
umbrales sagrados de nuestro camino.
El nacimiento y la muerte son sólo un juego,
el de las escondidillas.
Así que ríe conmigo,
agarra mi mano
y digamos adiós,
despidámonos,
volveremos a vernos muy pronto.
Nos conocimos hoy.
Nos reuniremos de nuevo mañana.
Nos encontraremos en el origen de cada momento.
Nos encontraremos el uno al otro en todas las formas de vida.

Y la canción de Pau Donés: Misteriosamente hoy. Cuya letra va a tener un buen punto de Alegría de Ser 🙂

Misteriosamente hoyNo echo de menosMisteriosamente hoyA nadie espero
Misteriosamente hoyTodo está en calmaMisteriosamente hoyNada me falta
No tengo problemas por resolverNi dudas ni espejismosMe entretengo viendo amanecer
Misteriosamente hoyNo siento culpaSorprendentemente hoyNada me asusta
Milagrosamente hoyLa vida ya no me pesaIncreíblementeLa vida vale la pena
Todo me parece bienMe siento bien conmigoNada tengo por hacerNo tengo líos
Sólo tiempo que perderY el corazón tranquiloHoy me siento bienDeliciosamente bien
No tengo conflictos que resolverNi dudas ni espejismosMe contento viendo amanecer
Todo me parece bienMe siento bien conmigoNada tengo por hacerNo tengo líos
Sólo tiempo que perderY el corazón tranquiloHoy me siento bienDeliciosamente bien
Un enorme gracias a todos los que han hecho posible este evento.

También te puede interesar:

Vivir el duelo

Escultura de Blas Martínez en Los Fayos (Aragón). 

Este fin de semana han tenido lugar las VIII Jornadas de Psicología Transpersonal y Espiritualidad en Tudela y hemos tenido el gusto de volver a disfrutar del formato presencial y del contacto físico que tanto bien nos hace.

El tema no ha podido ser más apropiado: Vivir el duelo. Duelo por muertes, por enfermedad, por rupturas, por dejar atrás una vida que ya no va a volver… son muchos los formatos en los que puede aparecer la necesidad de vivir o acompañar un duelo y tras la última época es una imperiosa necesidad hablar de ello.

Iosu Cabodevilla nos recuerda el tabú que construimos alrededor de la muerte. Evitamos hablar de ello porque consideramos que sufrimos más si lo hacemos y la sociedad parece empujarnos a evitar sentir dolor. Podemos verlo como un problema que puede atenderse a través de ciertas conductas o apoyos o como una condición existencial que no tiene cura y con la que tenemos que convivir como parte del ciclo vital, llenándola de consciencia e intentando no pelear contra lo inevitable. Releer la vida cerrando asuntos inconclusos, practicar el perdón-gracias-adiós, pueden ser grandes aliados en el final del trayecto.

Con este corto de Javier Recio titulado la Dama y la Muerte Iosu nos ayuda a reflexionar sobre si la muerte es siempre un enemigo a combatir o no…

Enrique Martínez Lozano nos invita a aprender a vivir las pérdidas de la mejor manera posible porque son inevitables, y en ocasiones, la pérdida viene en formato caída de paradigma. Rechazamos ideas que chocan con nuestras creencias y por ello nos cuesta reestructurar nuestro mapa mental y abrirnos a lo nuevo, pero cuando ocurre que todo en lo que creíamos y confiábamos se derrumba, pueden surgir culpas, tristezas y vacíos, sin embargo, al mismo tiempo, podemos abrirnos a nuevas formas de ver la vida mucho más enriquecedoras.

Ante una pérdida solo podemos elegir la forma en la que la enfrentamos:

Impresionante el testimonio de Ana Artacoz desde su silla de ruedas. Con una enfermedad degenerativa limitante por la que le pronosticaron que no viviría más allá de los 14 años (hoy tiene 47) y por la que murió su hermano en 2014, invita a revisar cómo nos enfrentamos a lo que nos pasa en lugar de enredarnos en lo que nos pasa. Con un enfoque logoterapéutico y a través de cuentos, nos empuja a:

  • Mirar de frente los problemas
  • Diferenciar lo que se puede cambiar de lo que no se puede
  • Ponernos manos a la obra con lo que se puede cambiar y aceptar lo que no
  • Colocarnos ante el sufrimiento con vulnerabilidad, mostrando nuestra fragilidad sin miedo y siendo auténticos

Pocas cosas son más terribles que la pérdida de un hijo y si además es por suicidio, la devastación suele ser total. Francisco Carcavilla y Jaime Costales nos hablan de esta experiencia en primera persona con diferentes enfoques para sobrevivir a esta experiencia.

Francisco ha encontrado en la expresión del dolor a través de la palabra su bálsamo reparador, así como en aportar su grano de arena activamente para que cambie la forma en que nuestra cultura se enfrenta al hecho de que cada día 11 personas se suiciden en España. Ocultarlo no es la solución, sino lo contrario. Es preciso enseñar que una solución permanente a un problema temporal no es el camino, e ir a la base, al apego seguro, a la educación emocional de las familias.

Para Jaime la arteterapia ha supuesto un alivio emocional en el proceso: la poesía, el análisis de sueños, dibujos… expresar aquellos sentimientos que quizás no es posible a través de la palabra, permitir que afloren emociones para sacar, desbloquear y ordenar el caos.

Jocelyn Huerta nos dirige hacia las rupturas en las relaciones poniendo encima de la mesa esas creencias que limitan la expresión de nuestra esencia: pensar que la pareja lo es todo, convertirla en nuestro único pilar, creer que es el único espacio donde desarrollar amor, adjudicar a la pareja responsabilidades que no corresponden o dejar que lo hagan con nosotros… desde este lugar una ruptura puede generar un desamparo enorme y en cualquier caso mutila nuestra potencialidad de amar y de crecer.

Anji Carmelo, tras una vida de acompañamiento en el duelo, nos regala un maravilloso decálogo para hacerlo:

  1. Saber que nuestras necesidades vienen primero
  2. Estar cuando realmente hace falta, atención a si demanda distancia o cercanía. No imponer nuestro querer ayudar.
  3. Personalizar: no hay dos duelos iguales y todos serán correctos
  4. Dejar que marquen el ritmo y extensión. Respetar el ritmo abriéndonos con sinceridad, cariño y suavidad.
  5. Escuchar sin opinar o aconsejar, dejar hablar.
  6. Comprender sin juzgar. Paciencia y presencia.
  7. Respetar la necesidad de soledad. Dejar llorar si es lo que surge, pero no forzarlo si no lo hace.
  8. No interferir en el proceso con consejos “tienes que” (salir, dormir, no dormir, comer, etc)
  9. Acompasarse: disponibilidad y seguir su ritmo
  10. Permitir el disfrute y el relax, según su momento y estado, no desde nuestras expectativas. Comprender los altibajos.

José Carlos Bermejo recorre algunos de los modelos interpretativos del duelo así como los tipos de duelo que podemos encontrar, unos más complejos que otros. Si hay un buen acompañamiento en el final de la vida, se facilita mucho el duelo, sin embargo, hay situaciones en las que esto no es posible y puede surgir un duelo complicado bien porque se cronifica, por la ambigüedad de la pérdida (alzheimer, desapariciones) o por otros factores que hacen que cada experiencia sea única.

Siguiendo el modelo de Worden anima a dar algunos pasos:

  1. Aceptar
  2. Dar expresión a los sentimientos
  3. Adaptarse al ambiente en el que el difunto ya no está
  4. Invertir energía emotiva en otras relaciones o causas

Es muchísimo más que estas breves líneas lo dicho y vivido en estas jornadas y este tema daría para mucho más. Aprender a morir nos ayuda a vivir y como cultura tenemos esta asignatura pendiente, porque es lo único que nos va a ocurrir seguro. Es hora de ir introduciéndola en nuestros currículos educativos…

Como siempre un especial gracias a Román Gonzalvo y a la Universidad de Zaragoza por hacer posibles estas jornadas y a mis queridos amigos Rocío y Txutxín por su hospitalidad y enorme generosidad. Si quieres conocer más sobre los ponentes puedes ir a la web de la Asociación Transpersonal Iberoamericana

La tradicional foto con mi querido Enrique Martínez Lozano 🙂

Con Román Gonzalvo y Alfonso Verdoy

 

Encuentro con la sombra

Hay una grieta en todo. Por ahí es por donde entra la luz. Leonard Cohen.

No hay desarrollo personal o transpersonal sin encontrarnos con la sombra. Y el encuentro con ese “yo” que no mostramos, con nuestra cara oculta, no siempre es agradable y fácil.

Este fin de semana hemos tenido el honor de volver a vivir la presencia de Enrique Martínez Lozano en Vitoria, precisamente para indagar en la sombra, esos aspectos inconscientes de nuestra psique que si no salen a la luz pueden repercutir de manera notable en nuestra vida y, sin embargo, esconden un tesoro de gran valor.

Mantener la sombra escondida, reprimida o negada consume mucha energía porque hace falta mucha tensión interna para mantenerla oculta. Conocerla, aceptarla y abrazarla supone, por tanto, una liberación sanadora.

Y no vamos a pensar que la sombra es “mala” o tenebrosa, lo que es doloroso es no conocerla o aceptarla. Hay una sombra formada por material disfuncional, aquellos aspectos etiquetados culturalmente como negativos, que hemos reprimido como efecto secundario a crear una imagen “aceptable” para salir al mundo (por ejemplo, la agresividad). Y además, hay una sombra “dorada”, de aquellos aspectos etiquetados como positivos, que contiene material funcional también reprimido, quizás porque, en su momento, no cabían en la imagen que queríamos dar (por ejemplo, la ternura).

En esa “trastienda” o “sótano” encontramos por tanto, todo ese material que desechamos en la construcción de una imagen que agradara, que fuera reconocida por las figuras de apego o la sociedad. Y en esa construcción interviene nuestra base genética, lo que gusta o disgusta a nuestros padres y la influencia del ambiente en el que nos movimos. Y el primer paso es reconocer que todos tenemos sombra, ya que es el precio a pagar por construir esta imagen “aceptable”, es inevitable porque es la otra cara de la luz.

Si la ignoro, nuestro autoconocimiento será superficial, nos creará tensión, estrés y agotamiento, proyectaremos fuera y nuestras relaciones se complicarán. Porque todo lo que admiro o me enamora, o todo lo que me perturba o crispa, en otras personas es parte de mi sombra. Y esto no siempre nos resulta fácil de entender… ver la mota en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio es un clásico en la historia humana.

Al ser material inconsciente, no podemos verla de modo directo, por lo que tendremos que prestar atención a este plus emocional duradero y repetitivo, que nos despiertan determinadas personas o situaciones. Podemos no compartir una opinión, si además me “hierve la sangre”, hay sombra a liberar.

Enrique nos propone algunas preguntas para dar luz a esta “trastienda”:

  • ¿Qué me cuesta aceptar en mí y en los demás? Aquellos rasgos que he considerado inapropiados y no los he incluido en mi imagen construida, permanecerán agazapados en mi sombra pero los veré muy claros y me perturbarán mucho en otros. Y lo mismo con la pregunta: ¿Qué me atrae o admiro de los demás?
  • ¿Qué me pone nerviosa de fuera? Hilos de los que tirar para desenredar lo que ocultan.
  • ¿Qué imagen quiero dar y qué rasgos he de rechazar u ocultar para ello?
  • ¿Percibo en mí algún “demasiado”? ¿Soy demasiado buena, responsable, perfeccionista, obediente, alegre o dócil? El rasgo contrario estará empujando para salir de esa sombra.
  • ¿Ante qué reacciono exageradamente? El salirme de mis casillas será otra pista.
  • ¿Soy “anti” algo? ¿Qué hay detrás? La oscuridad no se vence luchando contra ella sino poniendo luz. Mejor ir a favor de lo que defiendo que en contra de lo contrario.

El trabajo consiste en dar luz, en asumir y aceptar lo que hasta ahora habíamos decidido ignorar, ocultar, negar o reprimir. Y no se trata de dar rienda suelta a esos rasgos ocultos o de justificarlos, tiene que ver más bien con la lucidez, con poner consciencia, con el gusto por la verdad y sobre todo con la humildad, con la aceptación de lo que veo al poner luz.

Será importante también el diálogo con los “yoes” que allí habitan: mi yo victimista, mi yo quejoso, mi yo enfadado, mi yo vago, abusador, mentiroso, roñoso… o mi yo tierno, talentoso y brillante. Darles voz y espacio.

Las consecuencias vendrán en forma de integración psicológica, armonía, paz, mejora en las relaciones, mayor creatividad, humildad, compasión y comprensión. El trabajo con la sombra aporta libertad cuando abrazamos esos demonios internos y amor porque dejamos de proyectar nuestras amenazas y temores reprimidos.

La aceptación de la sombra nos hace humanos, nos baja de un pedestal de imagen insostenible e imposible y nos conecta con esa humanidad compartida que somos cuando comprendemos que todos tenemos de todo.

¡Gracias Enrique por compartir de nuevo tu sabiduría!

Para saber más:

Martinez Lozano, E. (2016 ) Nuestra Cara oculta: Integración de la sombra y unificación personal. Narcea, S.A. de Ediciones

Insomnio y ansiedad

Un pájaro posado en un árbol no tiene miedo de que la rama se rompa, porque su confianza no está en la rama sino en sus propias alas. Anónimo.

Este fin de semana han confluido en mi agenda dos cursos: uno sobre las intervenciones psicológicas en los trastornos del sueño y otro sobre la ansiedad, desde un punto de vista psicológico sí, pero también desde una mirada transpersonal. Dos cursos muy diferentes, pero cierto denominador común: malestar del primer mundo.

Iván Eguzquiza Solis, Psicólogo del Instituto de Investigaciones del Sueño, ha sido el encargado de acompañarnos por las características del sueño y del insomnio, de sus tratamientos, así como de los mitos que le acompañan.  Porque aquí, como en todo, las creencias pueden hacernos  daño cuando les damos el poder de verdad absoluta.

Dormir es una conducta muy necesaria y todos sabemos que cuando no lo hacemos bien a largo plazo nuestro bienestar se resiente… Tiene mucho que ver con nuestra recarga fisiológica, con que los procesos de memoria se completen correctamente, así como que nuestros procesos emocionales diurnos puedan ser digeridos. Pero también es preciso desdramatizar.  Existe un insomnio por miedo al insomnio que pide desmontar ciertas creencias como punto de partida:

  • El insomnio crónico no se cura. Iván nos mostró evidencia de que sí.
  • Tengo que dormir x horas sino no soy persona. El número de horas es subjetivo y variable. Ponerse objetivos rígidos puede ser contraproducente. Vale más un sueño de calidad que la cantidad, muchas veces pasar tiempo en la cama despiertos para completar ese objetivo condiciona al cerebro hacia el lado equivocado. En la cama dormir o sexo, nada de tele, móvil, trabajo, etc.
  • Si no duermo no voy a rendir… Bueno puede que rindas un poco menos, pero rendirás.
  • El sueño no se recupera. Pues parece que si tras unos días de dormir poco, meter alguna hora más ayuda…
  • Etcétera, etcétera

El estado de ánimo es uno de los factores que influye en la calidad de nuestro sueño. El estrés, la ansiedad, la depresión…  harán que nuestros ciclos se alteren.  La depresión aumentará y adelantará nuestra fase REM y la ansiedad la retrasará y reducirá, nos procurará un sueño más fragmentado y por tanto de peor calidad.

Es muy humano querer la pastilla mágica que nos haga dormir de un tirón (lo que tampoco es natural, el sueño cuando no había luz artificial era en dos fases), pero las benzodiacepinas (llámense diazepam, lorazepam, tranxilium…) tienen la mala costumbre de crear tolerancia y dependencia así que mejor solo para emergencias y por poco tiempo, porque mágica no es.  El trabajo viene por enfocarnos en lo que está en nuestra mano y es posible:

  • Trabajar en lo que pasa durante el día, en nuestras emociones, actitudes, interpretaciones de lo que ocurre…
  • Reeducar nuestro pensamiento y reestructurar nuestras creencias
  • Tener una correcta higiene de sueño que sobre todo pasa por no estar despiertos durante horas en la cama
  • Adaptar las horas de sueño a nuestra tendencia (diurna, nocturna o neutra) y ser disciplinados con las rutinas
  • Desdramatizar dormir menos de lo esperado, trabajar la aceptación
  • Entrenar la respiración diafragmática, la meditación, la relajación
  • Y una recomendación de Martin Seligman que me encanta: escribir cada noche antes de acostarse cinco cosas agradables del día. El registro de contenidos positivos marcará la calidad del sueño. Por tanto cuidado con leer mails del trabajo o contenidos desagradables en las redes o de la tele justo antes de dormir…

Enrique Martínez Lozano ha sido el maestro de ceremonias para profundizar en la ansiedad. Un trastorno que junto con el estrés y el narcisismo son tan comunes en nuestra época y cultura. ¿Qué ha favorecido esta epidemia de ansiedad en Occidente?

  • Una sociedad en cambio continuo, tecnológica, rápida, individualista, plural… que genera incertidumbre, inseguridad, desorientación en aquellas personas con poca capacidad de adaptación al cambio.
  • La competitividad de la sociedad, centrada en el logro, en el éxito… que provoca tensión, sobrexigencia, perfeccionismo, estrés… vivir en el futuro en lugar de en el presente.
  • La cultura del entretenimiento y la superficialidad que, aunque podría ser saludable, se ha convertido en una forma de llenar un vacío y un malestar que no soportamos.
  • Una cultura narcisista que descuida la calidad de las relaciones y la solidaridad buscando aliviar el malestar de manera compulsiva.

Experimentamos la ansiedad como miedo pero es hambre de afecto porque nace de la inseguridad y el vacío afectivo. Se manifiesta en forma de adicciones que nos dan la sensación de que pueden llenar ese vacío.

Este hambre tiene mucho que ver con el tipo de apego que tuvimos en nuestra primera infancia y se resuelve con la comprensión de que el afecto que necesitamos no es el que teníamos que haber recibido, sino el que nosotros nos tenemos que dar ahora para llenar ese vacío.

Podemos gestionar la ansiedad desde el trabajo psicológico:

  1. Creciendo en amor incondicional a uno mismo
  2. Rescatando nuestro niño interior
  3. Reeducando comportamientos compensatorios o adictivos
  4. Cuidando nuestras relaciones
  5. Conociendo y poniendo en acción nuestros talentos o fortalezas: aceptación, autoacogida, confianza, sentido para vivir, gratitud, sentido del humor, atención, silencio, vivir el presente…

Y podemos gestionarla desde el trabajo transpersonal, que completará el también importante trabajo psicológico:

  1. Acallando la mente y entrenando la atención. Desplegando el testigo que nos permite tomar distancia de la película mental y convertirnos en observadores. Silenciar la mente no es dejarla en blanco, es dejar de identificarte con el parloteo mental.
  2. Dándome cuenta de que no soy mi ansiedad. Que la ansiedad viene a recordarme lo que realmente soy. Se convierte en una llamada a despertar, a salir de la identificación con la mente y sus pensamientos agobiantes.
  3. No reduciéndome a la ansiedad, no negándola. La siento, la atiendo, la abrazo, sin poner pensamientos.
  4. Observando nuestras adicciones o conductas compensatorias desde lo que somos, no desde la mente. Y ¿quién soy yo? ¿El yo separado que se percibe como carencia o la Vida que se expresa en la forma de este «yo»? Somos lo que no puede ser observado, lo que está más allá de los pensamientos y de nuestra personalidad construida.

Cuando estamos en la identificación con el «yo», con la mente, siempre hay miedo, soledad o ansiedad. Cuando salimos hay plenitud, paz, calma, ecuanimidad. Más allá de las nubes siempre hay un firmamento en calma aunque no seamos capaces de verlo.

Y termino con una bonita metáfora de Antony de Mello:

Y ya lo dijo también José Saramago:

También te puede interesar:

 

 

Aprendiendo a soltar

No puedes salir de la prisión mental a menos que seas consciente de que estás preso.

Recién llegada de las jornadas de Psicología Transpersonal celebradas en Tudela, este año con la temática “Aprender a soltar”, saboreo esa agradable sensación de resonancia con lo escuchado y la sonrisa interior que aparece en consecuencia.

Soltar… lo viejo, lo que no está en sintonía con nuestro ser, lo que nos hace sufrir… Pensamos en soltar como sinónimo de dejar ir, y a veces lo confundimos con no enfrentarnos con lo que sucede, no sostenerlo o no abrirnos a la experiencia en todo su esplendor.

Pero soltar tiene mucho que más que ver con comprender, con no aferrarnos a lo que creemos que somos, con soltar el ego o personalidad construida para darnos cuenta de que después de hacerlo seguimos siendo…

El antropólogo Josep María Fericgla nos presenta la foto de una sociedad actual emocionalmente inestable, en la multitarea superficial, en la cultura de la insustancialidad y del dopaje…  Atados al trabajo, a las obligaciones sociales, al territorio, a la hipoteca, al consumismo… Somos sujetos atados que miran hacia afuera. Aboga por recuperar los ritos iniciáticos para soltar la estructura egoica y renacer a la transformación profunda.

Dokushô Villalba, maestro zen español, nos recuerda que vivimos soñando, atrapados en percepciones subjetivas, apegados y aferrados a realidades que nos creemos como buenas… Pero todo es impermanente, todo cambia cada momento con lo que: ¿qué realidad es la mejor? La mía claro, pero ¿cuál? ¿La que veía con 20, 30 o 40 años? Cuando no nos damos cuenta de la impermanencia de todo, sufrimos. Cuando nos apegamos a una situación agradable o rechazamos otra que no nos gusta, sufrimos. Soltar es abrirse a lo venga, es aceptación real, no resignación, es paz, es dejar de luchar con lo que hay.

La psicóloga transpersonal Débora Diógenes nos ayuda a reflexionar sobre nuestras armaduras, sobre la prisión que en ocasiones constituye nuestra imagen construida, nuestras expectativas o las de nuestros sistemas y como nos resistimos a la transformación por el miedo a lo desconocido, a la muerte, a perder nuestra identidad…

Mi querido Enrique Martínez Lozano, psicoterapeuta, sociólogo y teólogo, nos acompaña en el camino de la confianza, elemento imprescindible en el soltar. Nos ayuda a entender lo contraintuitivo del soltar… estamos apegados al control y a la seguridad, tenemos una necesidad humana irrenunciable, pero la estamos poniendo en el lugar erróneo: padres, trabajo, estudios, títulos, creencias… La seguridad no está fuera, esa seguridad es ilusoria… y nos conduce a la resistencia, al control, a la reactividad… y en consecuencia al sufrimiento. La vida es un soltar constante, podemos resistirnos, resignarnos o movilizarnos a través de la aceptación, pero la clave sobre todo está en la comprensión de lo que somos, en salir de la identificación con la mente, del ego, que nos impide soltar porque vería amenazada su existencia.

La Dra. Matilde de Torres nos plantea las siguientes preguntas: ¿Por qué tenemos que aprender a soltar? ¿Cuándo dejamos de saber hacerlo? De nuevo la mirada hacia afuera nos da la pista. Sabemos y comprendemos que vamos a morir, pero no vivimos de acuerdo con eso, nos apegamos a las cosas materiales en lugar de dirigir la mirada hacia el interior y contribuir a la verdadera autorrealización. No podemos soltar lo que creemos que somos. Si creo que soy mis posesiones, no las suelto, si creo que soy mi mente y sus creencias, no las suelto. Pero el crecimiento es soltar, a veces por discernimiento pero la mayor parte de las veces por saturación de sufrimiento. Soltar es rendirse a lo que es y confiar, vivir lo que surja en mi vida evitando las resistencias, lo que no quiere decir estar de acuerdo o que sea justo lo que me ocurre, quiere decir entender qué hay detrás, qué aprendizaje conlleva y actuar en consecuencia.

Por último, la psicóloga Charo Cuenca nos aporta la visión sistémica del soltar. Nacer es soltar… soltar una zona confortable, atravesar un angustioso túnel y llegar a una zona nueva.  Y la vida, crecer, será un continuo soltar, atravesar túneles y llegar a lo nuevo que será más o menos agradable. Podemos resistirnos e intentar quedarnos en ese útero confortable, pero la vida no nos va a dejar, nos empujará de una manera o de otra.  El ego no quiere crecer, se resiste, le gusta el control y la seguridad, tratará de que no vayas, surgirán miedos… Pero la vida tiende al crecimiento.  Esta mirada sistémica puede dar luz a patrones familiares desordenados, a la ruptura de las leyes de pertenencia, jerarquía o compensación de Hellinger, a esos roles que desempeñamos y no nos corresponden, para dejar de mantenerlos, para soltarlos y dirigirnos hacia nuestro lugar adulto y consciente.

Meditar, el sentarse para sentirse, la atención para darnos cuenta, la respiración para espirar lo inspirado, la relajación para dejar de hacer… Ayudas concretas en el camino del soltar lo que antes hemos tomado. Cada uno de los ponentes daría para mucho más, resueno y vibro con ellos y escucharles ha sido un maravilloso chute de energía para seguir en el camino del soltar, del crecer y de la expansión de la consciencia que soy.

Mención especial a mis amigos Rocío y Txutxín, por su siempre amable hospitalidad y por su acompañamiento estos días,  a Román Gonzalvo de la Asociación Transpersonal Iberoamericana y a todos los que hacen posible este tipo de encuentros.

Con Enrique y Matilde en el Teatro Gaztanbide:

Con Rocío y Txutxín en Los Fayos:

Crisis y crecimiento personal

Cuando el corazón llora por lo que ha perdido, el yo profundo sonríe por lo que ha encontrado.- Dicho Sufí.

Este fin de semana se han celebrado en Tudela las IV Jornadas de Psicología Transpersonal y Espiritualidad con el tema “Crisis y Crecimiento Personal”.  Y desde luego es un tema que da para mucho…

Las crisis, aunque inevitables, resultan fastidiosas, incómodas, perturban nuestro devenir y nos gustaría que no existieran.  Nos quiebran, desengañan, nos confunden, nos hacen sufrir.  ¿Estás viviendo una crisis? ¿Cómo te sienta que te digan qué es una oportunidad? ¿Qué cuándo una puerta se cierra se abren otras? ¿Qué seguro que es para bien? ¿Qué lo que viene, conviene?

Cuando estamos en el ego,  en la mente errante, identificados con el pensamiento constante y automático, en el “¿por qué a mí?”, en el “¡esto no debería estar pasando!”, en el “¡todo me pasa a mí!”, “¡me ha mirado un tuerto!” (¡pobres tuertos!)…  Comprensiblemente nuestra mirada más humana decidirá que menuda mala suerte que tengo y que no hay derecho, por lo que la crisis nos sentará fatal y que tengamos que ver en ella una forma de crecimiento personal, ni te cuento.  La mirada transpersonal nos invita a verlas desde otro punto de vista, cómo diría Ken Wilber en su libro Los tres ojos del conocimiento, desde la visión contemplativa, distinta de la visión empírica de los sentidos o la racional de la mente.

Enrique Martínez Lozano comenzó el viernes las jornadas planteándonos una visión consciente de las crisis, una forma de vivirlas desde una visión transpersonal, más allá del ego juez y sabelotodo.   Las crisis son parte de la vida y hay ciertas actitudes que pueden hacer posible que se crezca con ellas:

  • La no-evitación y no-resistencia: es decir salir del “esto no debería estar pasando” para acoger la situación de frente.
  • La no identificación con lo que nos pasa, no reducirnos a esa crisis. Reconocemos la tristeza, el miedo, el enfado, la emoción o emociones que nos surjan, dándonos cuentas que somos más que ellas.
  • Cuidar el amor incondicional a uno mismo, no escapar del presente y tratar de acallar la mente para ver más allá de sus filtros.

Las crisis nos invitan a soltar la ilusión de control, a comprender quiénes somos realmente, a la aceptación de los planes de la vida, a cambiar, a movernos… e irremediablemente a ser un poco más sabios.

Vicente Simón es claro. A veces hay que “darse la torta” para despertar. Mal que nos pese el fracaso enseña y si todo nos sale bien, nos mantenemos en una rutina inconsciente. Solo cuando perdonamos a la realidad podemos superarnos.  Es típico pensar que el mundo imaginario de nuestra cabeza es verdad y desde ahí el sufrimiento está prácticamente asegurado. Solo desde la lucidez compasiva que surge cuando nos hacemos conscientes, cuando despertamos, puede llegar la comprensión y aceptación de la crisis.

Jorge Ferrer, doctor en psicología y experto en psicología transpersonal, nos regala un recorrido por sus crisis vitales, nos ayuda a ver más allá de la apariencia, a encontrarles un sentido, que no siempre es inmediato y sencillo, nos ayuda a acercarnos y dialogar con la crisis: ¿qué quieres?, ¿qué miedos sacas a relucir?, ¿qué cambios me pides hacer?, ¿quién puedo llegar a ser?…Y nos recuerda que: ¿buena suerte?, ¿mala suerte?, ¿quién sabe? Aquello que de primeras te sentó tan mal, fue un trampolín a una situación mejor… o viceversa.

De la ponencia de Juan Ruiz y Miguel Morate me quedo con que somos consciencia, algo bastante superior al ego, necesario pero limitador, y que el sufrimiento no enseña, sufrir es bastante más fácil que comprender… Comprender requiere esfuerzo y cierto dolor. Si el sufrimiento enseñara la humanidad estaría iluminada.

Fidel Delgado, psicólogo clínico maestro del humor hasta en un tema tan delicado como las crisis, nos muestra:

  • Cómo pasar, -en estas “collejas que nos da la vida”-, de ser un transeúnte quejicoso a un transitólogo,
  • Cómo nuestra necesidad de control a veces entra en conflicto con la vida
  • Cómo el conocimiento sin vivencia no transforma.

A veces necesitamos una operación en las cataratas del alma cuando surge un desprendimiento de rutina

Y maravilloso final con Marly Kuenerz, psicóloga clínica experta en atención, que nos transporta a la necesidad del autoconocimiento, de la mirada hacia adentro, que si siempre es importante, lo es más en la crisis. La atención es la clave. Dándonos cuenta de nuestros automatismos, de nuestras “grabaciones” vitales, de donde me enfoco, ¿en las nueve cosas buenas que me han pasado hoy?, o ¿en la menos buena? Tenemos un tremendo potencial como seres humanos que no estamos sabiendo canalizar de manera eficiente… La mente nos lleva a su terreno, a la forma material, a lo que podemos percibir con los sentidos, pero hay un inmenso conocimiento que la ciencia está aportando a lo transpersonal que merece ser divulgado: Bruce Lipton, Candece Pert, Garniet-Malet…

Fin de semana intenso, en «mi salsa», saboreando la satisfacción que produce escuchar de todos estos fantásticos ponentes aquello que resuena con tanta fuerza en mí. Gracias a Román Gonzalvo por organizarlo y a Alfonso Verdoy por recoger las ponencias de los últimos años en un libro.

Y si hablamos de crisis… gracias a la crisis que en su día me llevó a Ramiro González, que a su vez me llevó  hasta Enrique Martínez Lozano que a su vez me ha traído hasta aquí… A lo mejor resulta que sí que van a tener su punto…

Mención aparte y especial, para mis amigos Rocío y Txutxín que me han acogido en este fin de semana en su preciosa casa de Los Fayos y acompañado por la deliciosa gastronomía tudelana.

 

¿Quién te crees que eres?

Imagen: Toya Pérez

El sufrimiento es una pesadilla que se cura despertando. Victor Creixell

Hace ya unos cuantos años tuve una profesora de inglés que solía decirnos: Who do you think you are? The Queen? Fue una frase que a mi amiga Rosa y a mí se nos quedó grabada y que hemos utilizado después en múltiples ocasiones, en modo broma “on”.  Con los años, esta frase fue cobrando un nuevo sentido.  ¿Quién creo que soy? ¿Mi profesión? ¿Mi función familiar? ¿Mi personalidad, mi identidad construida?

Podemos creernos la reina o la esclava. Nuestra mente nos puede llevar a terrenos arrogantes, donde nuestra verdad es la única y debemos imponerla. Otras veces nos lleva a la sumisión, a no creernos nuestra valía, a pensar que no vamos a estar a la altura, que somos inferiores y nos doblegamos a los deseos de los demás sin tomar conciencia de si eso es lo que realmente queremos o debemos hacer.

En cualquiera de los casos, serán respuestas de la mente, y no serán ciertas. Como bien cuenta Enrique Martínez Lozano, solo una respuesta desde la atención, desde la consciencia,  puede ser auténtica. No somos lo que pensamos que somos, y resulta que la respuesta a esta pregunta es la clave para nuestro bienestar profundo, para nuestra felicidad.  Curioso, ¿no?

Cuando practicamos mindfulness en clase, cuando entrenamos nuestra conciencia plena al presente, en ocasiones buscamos un objeto de atención, la respiración, la conversación, una pasa que comemos despacio, un movimiento consciente… En otras ocasiones simplemente observamos la mente, los pensamientos que afloran, aceptándolos sin alimentarlos, sin luchar, dejando que se expresen y también que se vayan.

En consecuencia, esa fusión cognitiva, ese creernos esa voz de la cabeza, se va desactivando. En el momento en el que nos damos cuenta de que podemos observar esos pensamientos y que, por tanto, no somos nada de lo que dicen, empieza el auténtico viaje del autoconocimiento profundo.

No hay experiencia más gratificante que mirar los ojos de una persona que despierta, que sale del letargo del piloto automático, que deja de creerse lo que su mente le dice, que deja de culpar a todo y a todos de su malestar, que empieza a descifrar los mensajes del cuerpo, de la vida y que comienza a darse cuenta de quién es de verdad.

Creixel, V. (2008 ) Del sufrimiento a la consciencia. Un camino a la libertad. Madrid: Bubok

 

Llamando a torre de control…

Imagénes: Toya Pérez

El mundo no se puede comprender, pero se puede abrazar…  Martin Buber

No resulta fácil explicar con palabras lo que Enrique Martínez Lozano transmite en sus encuentros.  Quizás la palabra sea Paz, con mayúsculas, pero también humildad, amor, seguridad, sabiduría…

El pasado día 11 de abril, nos invitó a conectar con nuestro niño interior.  En ocasiones no somos conscientes de pequeñas o grandes heridas no cerradas, de cuestiones atascadas en la infancia que se manifiestan en nuestro presente en forma de sufrimiento, de conflicto repetitivo, de reacciones desproporcionadas, malestares…  Quizás no siempre nos sentimos valiosos, o a veces no supimos manejar ciertas emociones y se quedaron atrapadas en algún lugar de ese iceberg sumergido que es nuestro subconsciente.  Miedo, soledad, rechazo, culpa, inseguridad… gritan en la vida adulta pero surgen del niño que fuimos.

A través de la práctica meditativa podemos conectar con esos malestares, bien sean físicos o emocionales, tomar distancia, poner nuestra atención en ellos, permitiendo su presencia, relajando la tensión que producen y siendo compasivos con ellos, amándolos de la misma manera que amaríamos a una persona querida que estuviera pasando por ese dolor.  La neurociencia hoy ha demostrado que estos gestos son poderosos, que producen cambios en nuestros circuitos neuronales y en nuestra química cerebral.

El dolor nos endurece, nos tensa, es un mecanismo de defensa para protegernos, pero la propia tensión incrementa la sensación de dolor. La relajación es una herramienta muy importante que solemos practicar al principio de cada clase porque nos prepara para la meditación, nos ayuda a salir del hacer, del control, de la tensión que el día a día nos regala en forma de prisas, de un sinfín de tareas, exigencias –propias y ajenas-, perfeccionismos y “deberías” que a veces nos llevan a una vida sin vida.

Si ponemos un poco de atención a nuestro alrededor nos damos cuenta del sufrimiento que genera esta excesiva búsqueda de control, sobre todo si hemos estado atrapados por sus tentáculos durante mucho tiempo.  Control ilusorio, por otra parte, puesto que la realidad sigue su camino de manera inexorable y no aceptarlo es hacerle la guerra, es pretender cambiar lo que no se puede cambiar, negando el momento presente. Como el pasado jueves, cuando  Fernando me trajo a casa en moto después de yoga y me decía: «Tú relájate y déjate llevar, fluye con el movimiento, confía…». Sí, sí, confía,  enseguida percibes cómo en cada curva te tensas e intentas ¿frenar?¿conducir?

Esa ansia de control, de seguridad, de querer que las cosas sean de una manera determinada, forma parte de nuestro personaje construido, surgen de ese niño interior herido que se coloca una careta con lo que cree que le falta. El control nos da una falsa sensación de seguridad, nos ayuda a mantener una imagen, creemos que nos evita sufrimiento, y es al revés.  Consideramos intolerable la incertidumbre, la impotencia, la incapacidad de controlar o la falta de seguridad y actuamos para aliviarlos, para escapar de ellos, cuando precisamente la solución está en:

  • No huir,  no resistirnos a esos sentimientos
  • Aceptar ese miedo, ese dolor, esa ansiedad
  • Darnos cuenta de que la vida no siempre se ajusta a nuestros planes
  • Percibir que la realidad manda y que nosotros no tenemos el control
  • Ver las cosas como son, no como queremos que sean

Sin olvidar que aceptar no es claudicar, ni rendirse, ni mucho menos resignarse, ni estar de acuerdo, no es pasividad, ni desapego… es alinearnos con la realidad, sean nubes, olas, tormentas, luz u oscuridad.

Para profundizar:

Foster, J. (2012) La más profunda aceptación. Despertar radical en la vida ordinaria. Málaga: Editorial Sirio.

¿Dónde te apetece poner el foco hoy?

Imágenes: Toya Pérez

¡Qué bien estamos! Araceli Elorrieta

Durante los días 1 y 2 de marzo, en la sede de la UNED de Vitoria, el Dr. Juan Carlos Pérez González nos brindó la oportunidad de viajar a la emoción desde la ciencia y de comprobar, una vez más, la importancia de la inteligencia emocional en nuestra felicidad.  Cuando mejora, lo hace también nuestra salud psicológica, el bienestar, la calidad de vida, así como la salud física -hay estudios que demuestran que se reduce el cortisol y el azúcar en sangre-.  La inteligencia emocional influye en nuestro desarrollo personal, profesional y académico.

La relajación, la meditación son estrategias de regulación emocional que aumentan la capacidad de enfocar la atención y de modular la respuesta ante los estímulos.  Estamos programados para prestar atención a lo negativo para sobrevivir. Lo positivo no suele ser peligroso, por lo que nos cuesta más  dirigir nuestra mirada a todo lo bueno que nos rodea, y de ahí que sea preciso entrenar para no dejarnos llevar por estos instintos primarios de supervivencia. Tener una madre como la mía que cada poco dice “¡Qué bien estamos!” resulta de maravillosa ayuda (¡Gracias!), lo que no evita que siga practicando porque, evidentemente, no siempre es fácil llevarlo a cabo. Como decía un compañero de trabajo esta mañana, podemos usar el dolor como una piedra en el camino, o como una zona para acampar (Alan Cohen). En la vida no todo van a ser rosas, pero cuánto tiempo nos enfoquemos en la piedra o cuánto en la flor sí será nuestra elección.

Entrenar la atención nos ayuda a desconectar el piloto automático, a estar presentes, a despertar a una nueva forma de vivir. Su práctica, además de la reducción del estrés  y de la ansiedad, de mejorar la regulación emocional y el autoconocimiento, produce cambios en nuestro cerebro, incrementando la capacidad de concentración, de percibir esos pequeños detalles que pueden ser la diferencia entre bienestar y malestar, de decidir donde ponemos «el foco».

Además de disfrutar con este curso de la UNED, tuve la oportunidad de compartir pupitre con Leticia Garcés Larrea, increíble profesional de la educación emocional, y de darme cuenta -de nuevo- de cómo la vida te va poniendo delante las personas adecuadas en cada momento. Visita su web aquí.

La pregunta que podemos hacernos hoy sería: ¿dónde queremos poner el foco? ¿En lo bueno que la vida nos ofrece, en las oportunidades, en el crecimiento y la evolución? ¿O preferimos seguir dejándonos llevar por el modo defecto programado para el peligro, los problemas y el miedo?

Entrenar la atención nos permite dejar de estar desconectados:

  • Del presente, de nuestras sensaciones, percepciones, impulsos, emociones, pensamientos, de lo que decimos, de nuestros cuerpos, de nuestra intuición.
  • De nuestros sentidos,  de los sonidos que nos transmite el aire, de la belleza de las flores , de la naturaleza, del olor de la tierra mojada…
  • De la vida, del mundo externo, del efecto que provocamos en los demás, de lo que les preocupa o interesa, de lo que dicen detrás de sus palabras.
  • De todo lo positivo que tenemos, de todos los pequeños y maravillosos detalles que cada día asoman y no somos capaces de ver porque estamos distraídos con nuestras preocupaciones mentales, obsesionados con el pasado o el futuro…

Como guinda del pastel, el 7 de marzo Enrique Martínez Lozano volvió a engancharnos en Adurza con su manera de explicar lo inexplicable, con su forma de despertarnos de la hipnosis en que vivimos cuando nos identificamos con las construcciones de la mente, que piensa que la felicidad es algo que está fuera de nosotros y además en el futuro.

Tomar distancia de nuestro parloteo mental,  acallar su incesante discurso entrenando la atención nos permite conectar con nuestra plenitud, nuestra esencia, con «La dicha de Ser«.

Hoy te invito otra vez a ver un vídeo de Fernando Valero. ¿Podrás dedicarle 8 minutos de atención?

Kabat-Zinn, J. (2005). La práctica de la atención plena. Barcelona: Kairós.

Miopía existencial e inteligencias…

Foto: Toya Pérez

[…] Para ser plenamente personales tenemos que ser plenamente impersonales.  […] Es dejar de otorgar un valor absoluto a lo que llamamos “mi cuerpo, mis pensamientos, mis emociones, mis acciones, mi vida, mi persona…”; comprender lo ridícula y miope que es nuestra tendencia a hacer que el mundo orbite en torno a nuestro limitado argumento vital –el definido por nuestro yo superficial-.  Mónica Cavallé.

Hay semanas especialmente intensas y esta ha sido una de ellas.

Comenzó con el regalo de poder compartir diálogo y meditación con Enrique Martínez Lozano.  Enrique es de esas personas cuya presencia inspira, contagia, invita a vivir lo que somos, a resolver el enigma de quiénes somos.  Enrique nos enseña a interpretar el malestar, a darnos cuenta de que es la señal de estar en la mente, de que, a pesar de ser un instrumento maravilloso, si nos identificamos con ella, nos atrapa y nos limita: “La mente forzosamente tiene que delimitar, separar y objetivar, llegando a conclusiones que, además de estar radicalmente condicionadas por los supuestos previos de donde parte, no podrán nunca reflejar directamente la verdad de lo que es, sino únicamente la interpretación que la propia mente hace de ello”.

La meditación formal es entrenamiento, pero se entrena para jugar el partido, se medita para jugar la vida, nuestro «partido» diario. Acallar la mente nos da la destreza necesaria para acoger con humildad el estado de consciencia más allá del estado mental, humildad ausente en parte del mundo académico y religioso más “ilustrado”, como reconoce Enrique en su último libro “La dicha de Ser”.

La semana continuó pudiendo escuchar a Begoña  Ibarrola hablar sobre inteligencia emocional y espiritual.  Durante muchos años, hemos cometido el error de abandonar la inteligencia emocional (interpersonal e intrapersonal), y de relegar a un segundo plano la inteligencia musical, corporal-cinestésica o naturalista, centrándonos únicamente en unas inteligencias lógico-matemática y lingüística limitadas, conduciendo al fracaso a los que se consideraba no llegaban a unos estándares construidos, e ignorando impresionantes talentos y fortalezas en otras áreas.

Muy poco a poco, las inteligencias múltiples de Howard Gardner van tomando peso, pero ahora podemos cometer el mismo error e ignorar la inteligencia espiritual. Las creencias y juicios arraigados sobre religión no ayudan, pero es responsabilidad de cada uno superarlos o seguir atrapados en el reduccionismo  obstinado, que a fin de cuentas limita nuestro crecimiento y evolución.

La inteligencia espiritual nos permite entender el mundo, a los demás y a nosotros mismos desde una perspectiva más profunda y más llena de sentido, nos ayuda a trascender el sufrimiento.

¿Vamos a seguir ignorándola?

 

Cavallé, M. (2006). La sabiduría recobrada. Filosofía como terapia. Barcelona: Kairós.

Martínez Lozano, E. (2016) La dicha del ser. No-dualidad y vida cotidiana. Bilbao: Desclée de Brouwer