Nuevos tiempos, nuevos caminos

Si prestamos atención a nuestro modo de hacer las cosas, tal vez descubramos maneras alternativas de llevarlas a cabo. Es decir, tal vez tengamos la posibilidad de elegir.  Moshe Feldenkrais

Llevo un tiempo sin escribir nada por aquí… Un verano muy ajetreado, ganas de descansar de ordenador o no tener nada qué decir, no sé muy bien cuál ha sido el motivo y tampoco me importa demasiado, a veces hay que permitirse dejar de hacer sin motivo.

Sin embargo, hoy me apetece volcar algunas reflexiones de lo que ha sido este verano de actividades diversas y enriquecedoras. Volver a sentir lo presencial, en formato fiesta, retiro o curso ha sido un regalo después de estos dos duros años de restricciones. Siento que nuevos caminos se abren y que nos toca estar atentos para tomar la ruta hacia una nueva forma de vida más humana y además tratando de no dejar de disfrutar de todas las oportunidades que se presenten. El futuro no está escrito, somos nosotros los que iremos llenando nuestros respectivos libros con nuestras decisiones… Igual todo empieza con alguna pregunta sobre cómo hago las cosas y si quiero seguir haciéndolas así.

Parece que fue hace mucho y sin embargo hace solo tres meses que me divertí como loca en el “Kuestiona experience”, un espacio de cuestionamiento de todo: creencias, educación, dinero, alimentación… TODO requiere una nueva mirada al hilo de los nuevos tiempos. Revisar aquello que en nuestra vida no funciona o es incómodo… ¿Qué me quiere decir la Vida? No queda otra que escuchar, mover ficha, trascender miedos, en muchos casos impuestos por viejos patrones o por intereses ocultos.

¿Dónde pongo la atención? ¿En lo viejo que se cae? O ¿En la construcción de lo nuevo? ¿Qué puedo aportar a lo nuevo? ¿Tengo mis talentos reconocidos y accionados para ponerlos al servicio y encima disfrutar del proceso? Tiempo de parar, escuchar y atender, decidir hacia dónde y tomar ese camino.

Todos los sabios de todos los tiempos nos han repetido que el autoconocimiento es la piedra angular: “Conócete a ti mismo y conocerás el Universo”. No obtendré resultados diferentes si sigo haciendo lo mismo y si ni siquiera soy consciente de lo hago, de porqué lo hago, de mis luces y sombras, ni te cuento. Conocer mis creencias, automatismos, caminos trillados por los que transito por comodidad o inconsciencia… tendrá mucho que ver con trascender patrones de sufrimiento.

Hay muchas formas de conocerse, a cada uno la Vida nos irá poniendo enfrente alguna que otra. Yo soy una enamorada del eneagrama y ahora estoy disfrutando de la oportunidad de aprenderlo en profundidad en el Master de Inteligencia Relacional basado en Eneagrama, de la mano de Isabel Salama, reina de esta herramienta, y con la que tuve el gusto de compartir un fin de semana de este verano en Piedralaves, Avila, junto con Jorge Mendoza, Cristina Moreno y unos cuantos «fanstásticos» más de esta herramienta. Nueve tipos de personalidad, nueve puertas por la que entrar y ver el mundo, nueve maneras de sentir, de relacionarnos y mucho más. Y no es una etiqueta, es un mapa que nos permite explorar el territorio del que venimos y al que queremos ir. Una maravilla de la que poco a poco iré contando más.

Nuevas formas de conocerse, nuevas formas de habitarse, de trabajar mente, cuerpo y espíritu. Porque el descuido de cualquier área nos reducirá y limitará nuestro verdadero potencial. Hoy escuchaba a alguien decir “que la salud me dure tanto como la vida”, y me ha parecido un bonito objetivo en el que trabajar. En septiembre, probé en Gaintza el yoga aéreo y el acroyoga con Eneritz y Eva de Aerobowyoga, con la super gasolina nutritiva arco iris de Maika G. Gilete, todo un regalo para los sentidos y para el cuerpo, para que esa salud dure.

¿Cuántas veces te escuchas diciendo: eso yo no como, eso yo no puedo hacer… y muchas más? A lo mejor este es un buen momento para hacer algo que nunca has hecho o probar algo que nunca has probado y abrir nuevos caminos (y por consiguiente nuevas conexiones neuronales, nuevas oportunidades, nuevas amistades, nuevas sensaciones…). Igual si te paras escuchas a tu alma sugerir alguna propuesta interesante.

Como interesante ha sido la experiencia vivida este fin de semana en Angosto con Roberto Lesta y Maga Angueira, disfrutando de sus sesiones de Feldenkrais y Yoga Nidra, verdaderas recargadoras energéticas. Nuestra energía es limitada y no somos conscientes muchas veces de en qué la despilfarramos. A veces solo con pensamientos rumiativos que no regalan nada más que estrés. Otras veces con actividades o compromisos que poco nos aportan y a los que nos cuesta decir que no por a saber qué historia. Son miles las formas de desgastarnos sin enterarnos y luego nos extrañamos de no tener ganas o fuerzas de hacer nada.

El autocuidado es necesario, no es egoísmo, es comprender que cuanto mejor esté yo mayor será la calidad de lo que dé y que tratarme mal no deja de ser una forma de maltrato al planeta porque soy parte de él.

He pasado un verano de buen trato, y encima me lo he pasado bien. Me he divertido, he aprendido, he conocido personas fantásticas y mucho más. Y he empezado el otoño con la misma intención.

Si tú has llegado hasta aquí con la lectura a lo mejor es que algo dentro de ti quiere sugerirte algo: ¿dormir más?, ¿comer mejor?, ¿moverme más (o menos)?, ¿pedir ayuda?, ¿dejar de hacer (o hacer lo que tengo que hacer de una vez)?, ¿hacerme un regalo?, ¿disfrutar más de la vida?…

¿Alguna inspiración?

De entre lo que puedo decidir ¿qué decido?

Decide lo que quieras y sobre todo, trátate bien.

Alguna foto:

Con Maga y Roberto en Angosto

Con Maika, Eva y Eneritz en Gaintza

Con los fans-tásticos del Eneagrama

Kuestionando con Borja Vilaseca

Kuestionando con Robert Martínez

 

 

Humanizando el desafío

Imágenes: Toya Pérez

Lo que se necesita en estos tiempos desafiantes es precaución, no pánico. El pánico es paralizante. Sadhguru.

Nos os toquéis, no os miréis, no os visitéis, no os mováis. Soledad. Soledad en la vejez, en la enfermedad, soledad en la muerte y en los funerales, soledad en la angustia por no tener trabajo, por no tener dinero para la próxima compra. Ansiedad, miedo como acompañante del virus. De sanitarios, de reponedores, cajeras, y otros muchos trabajadores esenciales que no encuentran el apoyo y los medios para hacer su trabajo. De profesores para llegar a sus alumnos sorteando críticas. De familias uniparentales que hacen malabares con trabajo, cuidado y labores de casa. De niños y niñas en situaciones de desprotección. De mujeres conviviendo con agresores. De ancianos que temen vivir así lo que les quede de vida. De los dirigentes y sus decisiones. Pero ¿qué pasa con la deshumanización en este intento de «protección»? La posición de buen ciudadano parece diseñada para cumplir con todo lo que nos deshumaniza, porque parece ser por el bien de todos. Y quizás esto es lo que se debería poner más foco, pero nos distraemos con la crítica de unos y otros, nos dispersamos y nos separamos.

Muchos consejos de choque para combatir al covid19: guantes, mascarilla, desinfectante, mamparas, vacuna… queremos un escudo protector que nos haga de burbuja para salvarnos. Burbuja que nos separa, que no deja que nos abracemos, nos besemos, bailemos, nos divirtamos, incluso no quiere dejar ver nuestra sonrisa no vaya a ser contagiosa también. Divide y vencerás. Salvar nuestro cuerpo parece conllevar vender nuestra alma.

El que durante un tiempo y en ciertas circunstancias sean necesarias esas medidas de protección no puede hacer que perdamos de vista el bosque. El bosque de la desigualdad, de los intereses económicos, de la destrucción del planeta, no olvidemos que no hacemos falta en la naturaleza y sin embargo ella nos hace tanta falta…

Y no vayamos a culpar al que se salta la “buena norma”, ni siquiera al que la ha establecido… cada uno lo intenta hacer lo mejor que puede y sabe en ese momento, aunque es evidente que cada uno lo haríamos de una forma diferente y que en el futuro posiblemente cambiaríamos de forma. La mirada tiene que ir mucho más allá. Una mirada que nos permita despertar a que las cosas tienen una apariencia y un sentido profundo y nos estamos perdiendo esta profundidad discutiendo sobre lo mal que lo hacen los políticos, los corredores o los vecinos.

Y ¿dónde está la clave entonces?  En:

  • Darnos cuenta de que debemos unirnos. Remar en la misma dirección. Tener en cuenta que hay personas con más o menos miedo y tratan de hacer las cosas lo mejor que saben o pueden, aunque el mejor de unos no sea el mejor de otros, pero no queda otra que darnos cuenta que lo que hagamos a los demás nos lo hacemos a nosotros mismos porque más allá del cuerpo somos uno.
  • Ir hacia un objetivo que debería ser común, un mundo más humano para todos, no para una élite insaciable. Y todos incluye a todos los seres sintientes, nuestros compañeros de viaje en el planeta, a los que maltratamos en nuestro beneficio sin ni siquiera ser conscientes.
  • Potenciar lo que nos hace humanos. La conexión, la compasión, la solidaridad,  el amor… cuestionarnos cómo queremos aparecer en los futuros libros de historia, ¿cómo los que se encerraron en burbujas para sobrevivir unos pocos o los que se dieron la mano para vivir todos en un mundo mejor?
  • Recordar que la tierra tiene recursos para todos si cada uno tomamos solo lo que necesitamos, sin acaparar, sin consumismos sinsentido, sin crearnos necesidades absurdas porque una pantalla nos lo intente colar subliminalmente.

Trabajar nuestro interior nos ayudará a fortalecer nuestro escudo protector. Todas las emociones relacionadas con el amor, la solidaridad, la compasión, la gratitud… nos ayudarán a elevar nuestro sistema inmunitario. Las asociadas al miedo, el enfado, la crítica, la queja, el rencor, la envidia… nos lo debilitarán.

Usemos mascarilla donde sea necesario, pero fortalezcamos nuestra mascarilla interior trabajando la consciencia, la humanidad compartida y la solidaridad. Recordemos que cada juicio que hacemos del otro deja al descubierto nuestra herida, así que potenciemos la comprensión de que si trabajamos en mejorarnos a nosotros mismos, mejoraremos el mundo.  Demos ese pasito atrás para observarnos, para salir del sufrimiento del ego y conectar con el bienestar de nuestra esencia común.

De qué hablo cuando hablo de bienestar

“Me encanta ver cuantas cosas no necesito para ser feliz”. Sócrates

Bienestar, felicidad… palabras que llevan a nuestras mentes a sacar sus propias conclusiones. En ocasiones lo asocian con la emoción alegría. Consideran que ser felices, estar bien, tiene que ver con estar siempre contentos… lo que provoca altos niveles de frustración cuando no ocurre. Teniendo en cuenta que las personas tenemos emociones diversas todos los días, no es que sea difícil estar siempre contentos, sino que es incompatible con tener ADN humano.

Otras veces estas mentes pensantes lo traducen cómo “lugar al que llegar donde todo va a ir bien”. Lo sitúan fuera y lo idealizan pensando en un sitio en el que no hay «olas»:  ya no va a estar mi odioso trabajo, mi hijo yo no saca malas notas y se porta como yo considero que tiene que portarse, mi madre no está enferma, hace siempre el tiempo que quiero o dispongo de una abultada cuenta corriente. Este lugar no tiene pinta de ser fácil de encontrar porque como solemos decir: “cuando no es una cosa es otra”…. y hay temporadas con mucho «oleaje»…

“Seré feliz cuando encuentre una persona que me haga feliz”  o “cuando ocurra esto o lo otro”…  en resumen, estaré bien cuando el mundo sea como yo quiero.

La felicidad solo empieza a ser posible cuando dejo de buscarla fuera… y el bienestar del que hablo nos permite lidiar con nuestras circunstancias desde un nivel de consciencia diferente, dejándolo de  confundir con positivismo u optimismo extremos, desapego, egoísmo  o pasividad con los problemas.  Tiene más que ver con aceptar que la vida perfecta no existe, que somos seres que sienten, que nuestras circunstancias son las que son, pero que tengo opciones en la manera de vivirlas cuando lo hago con consciencia, lo que impactará en los resultados que obtengo.

¿Imposible? Desde nuestras mentes egoicas puede.

Desde la comprensión profunda no tanto.

La felicidad tiene mucho que ver con el presente. Solo se puede experimentar ahora porque estar ya está, pero no fuera, sino dentro.  Y el bienestar que sentimos deriva de esa felicidad que somos, también cuando tenemos dolor, cuando estamos tristes o enfadados, cuando las cosas no salen como queríamos o cuando el mundo no es como yo pienso que debe ser… porque no algo es superficial, condicional o extrínseco, sino profundo, incondicional e intrínseco.

Y tiene mucho que ver con comprender… una comprensión que va más allá de lo cognitivo. Una comprensión que se experimenta cuando se van abriendo grietas en nuestra coraza de condicionamientos y conectamos con nuestra esencia. Comprensión que no deja de ser un camino que hay que recorrer, tomando la responsabilidad individual para empezar a indagar en lo nuestro, en lugar de mirar tanto a lo de los otros.

Y en este camino nos iremos:

  • Autoconociendo
  • Responsabilizando
  • Haciendo conscientes de nuestras emociones y su gestión
  • Dando cuenta de nuestros talentos, pero también de nuestros miedos, de nuestros condicionamientos y creencias limitantes.
  • Escuchando y atendiendo sabiamente
  • Perdonando
  • Relajando
  • Aceptando

La práctica de la meditación nos va a ayudar en este camino de aprendizaje de vida… también la psicoeducación, el trabajo con el cuerpo, con la respiración… A medida que incrementemos nuestros niveles de consciencia con el entrenamiento de la atención, experimentaremos -tal y como afirma Jon Kabat-Zinn-, que los cambios vienen solos.

Para profundizar:

¿Qué tipo de chupitos sueles tomarte?

Imágenes: Toya Pérez

«Guardar resentimiento es como tomar veneno y esperar a que la otra persona muera.» – Malachy Mccourt

Hace unos años que sigo a Borja Vilaseca y me encanta su expresión «tomarse chupitos de cianuro” para esas ocasiones en las que nos perturbamos y ofendemos por aquello que nos parece que nos hacen los demás o por las circunstancias de la vida.  Es decir, cuando nos quedamos atrapados en el enfado, resentimiento, odio o amargura, supone tomarnos unos cuantos litros de venenito gratuitamente.  Nuestro cerebro se cree ciegamente aquello que la mente le trae y si por allí frecuenta el pensamiento quejicoso, amargadete, ese que da vueltas y vueltas a la ofensa, que se instala en el victimismo, que re-siente una y otra vez el ataque sufrido o la circunstancia adversa, nuestro laboratorio interior pondrá en marcha la elaboración de una química tóxica que, a buen seguro, tendrá consecuencias a nivel físico o emocional.

En realidad es fácil caer en el resentimiento… sentirnos víctimas de una situación que interpretamos como injusta y buscar culpables no tiene demasiado mérito. Es muy humano sentir rabia, sufrir, intoxicarnos con una ira que hace reinar el pasado sobre el presente y obstruye nuestras posibilidades futuras. Sin prácticamente caer en la cuenta, nos convertimos en esclavos, en prisioneros de la persona o situación que ha causado el agravio.

Para salir de esa jaula en la que nos podemos fácilmente instalar, para disolver las cadenas que nos atan, no queda otra que echar mano del perdón.  ¿Perdonaaa?   “Ni hablar, hay cosas que no se pueden perdonar”, “es mala gente, no se lo merece”, “no es justo”, “ha echado mi vida a perder”, “me hizo mucho daño”…

Desde el ego encontraremos mil y un motivos para no perdonar.  Nos parecerá que justificamos lo que nos hicieron, que le damos la razón al ofensor, que nos rendimos o que nos volvemos pasivos ante la injusticia.  Creeremos que si perdonamos supondrá cambiar el comportamiento hacia la otra persona o que tendremos que hablar con ella.  En otros casos perdonar nos parece un acto de superioridad o lástima hacia el perdonado.

En realidad mantenernos en el resentimiento nos genera unas ganancias secundarias de las que no solemos ser conscientes:

  • Nos genera una sensación de poder y dominio, de control sobre el otro
  • Nos reafirma en el tener razón, en estar en posesión de la verdad
  • Nos apoltrona en una identidad de víctima que hemos convertido en zona de confort
  • Podemos responsabilizar a otros de la ausencia de felicidad en nuestras vidas

En realidad el perdón va a más allá del ego, de la mente pensante, del personaje con el que nos identificamos.  El perdón tiene que ver con una sabiduría más profunda, con una comprensión interior que nos expande,  que nos conecta con esa esencia que en realidad somos y con esa compasión horizontal de humanidad compartida.

Son muchas “ces” las que se ponen en marcha en el proceso de perdón:

  • Comprensión de que cada uno de nosotros tiene una historia detrás, -una historia que desconocemos-, un niño interior herido y asustado que no sabe defenderse sin ataque, unas creencias, una sombra por iluminar y un camino por recorrer.
  • Compasión de esa historia, de esa vida, que podía haber sido la nuestra si nuestras circunstancias hubieran sido esas mismas.
  • Conciencia de nuestra propia sombra, de nuestras proyecciones en el otro, del espejo que nos devuelve lo nuestro, nuestras propias carencias y conflictos.
  • Consideración del grito de dolor que pide reconocimiento, respeto, ayuda y amor que puede haber detrás de la agresividad o insensibilidad.
  • Conexión con nuestra esencia amorosa, esencia que compartimos con los otros a pesar de que cada uno llevemos a cabo una interpretación mundana diferente.
  • Consciencia de humanidad compartida, de unidad.

El poder curativo del perdón es inmenso y los primeros y mayores beneficiados de su práctica somos nosotros al liberarnos de las cadenas que nos atan al dolor y al sufrimiento. Dejamos de envenenarnos, de emborracharnos a chupitos de cianuro. A veces el perdón comienza por nosotros mismos… en otras ocasiones el trabajo es con nuestros padres o maestros… parejas, jefes, vecinos, otros familiares… o incluso con la vida. Y no quiere decir que aprobemos lo que nos hicieron,  quiere decir que nos liberamos, que soltamos lastre, que dejamos caer las piedras con las que hemos ido tropezando en lugar de cargar con ellas, que dirigimos la energía a crecer, a seguir con nuestro camino evolutivo, a salir fortalecidos, a continuar construyendo esa mejor versión de nosotros mismos que nos procura la auténtica comprensión.

Una vida vivida sin perdón es una prisión (William Arthur Ward)

En poco más de un minuto Borja te invita en este vídeo a dejar de emborracharte con chupitos de cianuro…

Para saber más:

Lomar, J. (2012 ) Vivir el perdón. Barcelona: El grano de mostaza