Humanizando el desafío

Imágenes: Toya Pérez

Lo que se necesita en estos tiempos desafiantes es precaución, no pánico. El pánico es paralizante. Sadhguru.

Nos os toquéis, no os miréis, no os visitéis, no os mováis. Soledad. Soledad en la vejez, en la enfermedad, soledad en la muerte y en los funerales, soledad en la angustia por no tener trabajo, por no tener dinero para la próxima compra. Ansiedad, miedo como acompañante del virus. De sanitarios, de reponedores, cajeras, y otros muchos trabajadores esenciales que no encuentran el apoyo y los medios para hacer su trabajo. De profesores para llegar a sus alumnos sorteando críticas. De familias uniparentales que hacen malabares con trabajo, cuidado y labores de casa. De niños y niñas en situaciones de desprotección. De mujeres conviviendo con agresores. De ancianos que temen vivir así lo que les quede de vida. De los dirigentes y sus decisiones. Pero ¿qué pasa con la deshumanización en este intento de «protección»? La posición de buen ciudadano parece diseñada para cumplir con todo lo que nos deshumaniza, porque parece ser por el bien de todos. Y quizás esto es lo que se debería poner más foco, pero nos distraemos con la crítica de unos y otros, nos dispersamos y nos separamos.

Muchos consejos de choque para combatir al covid19: guantes, mascarilla, desinfectante, mamparas, vacuna… queremos un escudo protector que nos haga de burbuja para salvarnos. Burbuja que nos separa, que no deja que nos abracemos, nos besemos, bailemos, nos divirtamos, incluso no quiere dejar ver nuestra sonrisa no vaya a ser contagiosa también. Divide y vencerás. Salvar nuestro cuerpo parece conllevar vender nuestra alma.

El que durante un tiempo y en ciertas circunstancias sean necesarias esas medidas de protección no puede hacer que perdamos de vista el bosque. El bosque de la desigualdad, de los intereses económicos, de la destrucción del planeta, no olvidemos que no hacemos falta en la naturaleza y sin embargo ella nos hace tanta falta…

Y no vayamos a culpar al que se salta la “buena norma”, ni siquiera al que la ha establecido… cada uno lo intenta hacer lo mejor que puede y sabe en ese momento, aunque es evidente que cada uno lo haríamos de una forma diferente y que en el futuro posiblemente cambiaríamos de forma. La mirada tiene que ir mucho más allá. Una mirada que nos permita despertar a que las cosas tienen una apariencia y un sentido profundo y nos estamos perdiendo esta profundidad discutiendo sobre lo mal que lo hacen los políticos, los corredores o los vecinos.

Y ¿dónde está la clave entonces?  En:

  • Darnos cuenta de que debemos unirnos. Remar en la misma dirección. Tener en cuenta que hay personas con más o menos miedo y tratan de hacer las cosas lo mejor que saben o pueden, aunque el mejor de unos no sea el mejor de otros, pero no queda otra que darnos cuenta que lo que hagamos a los demás nos lo hacemos a nosotros mismos porque más allá del cuerpo somos uno.
  • Ir hacia un objetivo que debería ser común, un mundo más humano para todos, no para una élite insaciable. Y todos incluye a todos los seres sintientes, nuestros compañeros de viaje en el planeta, a los que maltratamos en nuestro beneficio sin ni siquiera ser conscientes.
  • Potenciar lo que nos hace humanos. La conexión, la compasión, la solidaridad,  el amor… cuestionarnos cómo queremos aparecer en los futuros libros de historia, ¿cómo los que se encerraron en burbujas para sobrevivir unos pocos o los que se dieron la mano para vivir todos en un mundo mejor?
  • Recordar que la tierra tiene recursos para todos si cada uno tomamos solo lo que necesitamos, sin acaparar, sin consumismos sinsentido, sin crearnos necesidades absurdas porque una pantalla nos lo intente colar subliminalmente.

Trabajar nuestro interior nos ayudará a fortalecer nuestro escudo protector. Todas las emociones relacionadas con el amor, la solidaridad, la compasión, la gratitud… nos ayudarán a elevar nuestro sistema inmunitario. Las asociadas al miedo, el enfado, la crítica, la queja, el rencor, la envidia… nos lo debilitarán.

Usemos mascarilla donde sea necesario, pero fortalezcamos nuestra mascarilla interior trabajando la consciencia, la humanidad compartida y la solidaridad. Recordemos que cada juicio que hacemos del otro deja al descubierto nuestra herida, así que potenciemos la comprensión de que si trabajamos en mejorarnos a nosotros mismos, mejoraremos el mundo.  Demos ese pasito atrás para observarnos, para salir del sufrimiento del ego y conectar con el bienestar de nuestra esencia común.

10 recursos para el bienestar psicológico en tiempos de crisis

Las crisis hacen que nuestros cimientos tiemblen… surgen miedos y otras emociones y enredarnos en nuestra cháchara mental no ayuda.

En el siguiente vídeo podrás encontrar 10 recursos que podemos trabajar para mejorar nuestro bienestar psicológico en tiempos de crisis… y en consecuencia para mejorar nuestro bienestar global, porque nuestro bienestar físico también se incrementará.  Todo lo que hagamos en un nivel repercutirá en el otro.

Te dejo los recursos y el vídeo explicativo, espero que te sirva.

  1. COMPRENDE LA CRISIS
  2. SAL DE TU MENTE
  3. CONECTA CON TU EMOCIÓN
  4. POTENCIA TU RESILIENCIA
  5. RESPIRA… BIEN
  6. MÍMATE
  7. ACEPTA
  8. PRACTICA LA COMPASIÓN
  9. SAL DE LA HIPERACTIVIDAD
  10. ELIGE CRECER

O corro… o me drogo

«…abrir las puertas quitar los cerrojos, abandonar las murallas que te protegieron. Vivir la vida y aceptar el reto, recuperar la risa, ensayar el canto, bajar la guardia y extender las manos, desplegar las alas e intentar de nuevo, celebrar la vida y retomar los cielos. No te rindas por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños, porque cada día es un comienzo, porque esta es la hora y el mejor momento, porque no estás sola, porque yo te quiero». Mario Benedetti

«O corro… o me drogo». Frase real, oída hace unos días y con una buena carga de ironía… y de verdad. Los humanos tenemos la capacidad de hacernos adictos casi a cualquier cosa.  Normalmente cuando hablamos de adicciones inmediatamente nos vienen a la cabeza sustancias ilegales como cocaína, pastillas varias o marihuana, legales como tabaco y alcohol, pero también juego, apuestas, sexo, etc.

Hay otra categoría que nos parece un poco menos traumática pero que en el fondo sabemos que supone un problema cuando su consumo se convierte en obsesivo: comer, videojuegos, compras, redes sociales, el trabajo,  la imagen, las relaciones tóxicas…

Luego están las adicciones “mejor vistas” como correr en exceso o practicar deportes extremos, leer o ver series a todas horas, estar constantemente con gente o  conectados tecnológicamente las 24 horas… por no hablar de nuestras adicciones más intangibles: a creencias, al éxito, estatus o prestigio, al deber, a la seguridad, al poder, al control, al dinero, a mantener una identidad X, a los dulces, al pasado, al futuro…  Y ¡cuidado!, que todo puede ser parte de una vida agradable y normal… siempre y cuando no se conviertan en una vía de escape de la que no podemos prescindir.

Quizás todos podemos vernos en alguna… si miramos con ojos profundos. Podemos justificarlo, o decir que lo podemos dejar cuando queramos, o en muchas ocasiones ni siquiera las tenemos identificadas porque no nos parecen para tanto. No solemos hacernos adictos conscientemente. Son conductas que por un motivo u otro se van convirtiendo en hábito hasta que sin ellas no estamos bien, o en el peor de los cosas las necesitamos para funcionar.  A veces el motivo es que son agradables en el corto plazo, otras veces es por probar, sentirse parte del grupo, fluir con lo socialmente esperado, experimentar sensaciones que nos saquen de la rutina, o un simple modo de huir de un ahora que nos causa desasosiego.

Puede haber explicaciones genéticas o predisposición biológica, infancias con maltrato o carencias y muchísimas más. No es un tema de quién tiene la culpa, nadie ni nada la tiene, la cuestión es darles luz para deshacer el hilo que nos une a ellas.

El cigarro, la copa, la tele, lo que sea que me hace sentir bien por unos instantes, olvidarme de mis problemas, de mis fantasmas internos, del malestar, del miedo, de la tristeza, de las cargas que llevo en mi mochila… Se trata de dar luz a todo aquello que me hace sentir por un instante que se alivia ese vacío interior… Porque lamentablemente es engañoso y efímero… No hay sustancia, ni objeto, que pueda llenar ese “vacío” interior, no hay manera de llenarlo desde fuera.  Enseguida necesitaremos un nueva “dosis” o una nueva experiencia que pueda suavizar el dolor de enfrentarnos al malestar.

Si en última instancia lo que busco es la liberación del sufrimiento, aunque deje de fumar o beber, si no conecto con la causa profunda de ese malestar, buscaré una nueva manera de huir, quizás esta vez elija algo menos tóxico, pero seguirá sin darme lo que de verdad necesito. No es algo consciente, simplemente es una especie de ansia, de sensación desagradable que tratamos de apaciguar como mejor podemos.

Una adicción en el fondo tiene mucho que ver con buscar fuera, con creer que hay algo o alguien que necesito para completar ese vacío. Si cambiamos la mirada y dejamos de ver esos objetos de deseo como necesarios, si les despojamos de poder y ponemos el foco dentro de nosotros, si dejamos de creernos lo que la mente dice sobre lo que nos falta y ponemos la atención en el momento presente, en nuestra respiración, en las sensaciones o emociones, podremos darnos cuenta de que podemos abrazar ese malestar, ese ansia de búsqueda y dejarlo simplemente estar, sin querer que sea diferente, sin huir, pero también sin reprimir, dejando que surja lo que sea que tiene que surgir y convivir con ello con amabilidad hasta que nos demos cuenta de que ya estamos completos.

Meditar es una manera de entrenar esta capacidad de dejar de buscar fuera, de dejar de huir, de convivir con lo que haya… y tiene que ver con:

  • Quedarse frente a las cosas tal y como son, frente a emociones que rechazamos, a sensaciones desagradables de las que huimos o pensamientos  hijitos de unas creencias que se han instalado en nuestro software ejecutándose muchas veces en segundo plano.
  • Experimentar el malestar y dejarlo estar, sin escapar, sin anestesiarlo, aceptando el momento con lo que sea que esté trayendo.
  • Darse cuenta de que puedo dejar de querer liberarme del malestar y de que puedo convivir con él, puedo permitirlo y trascenderlo.
  • Aceptar, no hacer, no esperar nada, no juzgar, no luchar, tener paciencia y confianza para conectar con lo que soy.

Y este entrenamiento me ayudará a romper con la esclavitud de la dependencia, a descubrir la libertad de poder elegir mis respuestas, observando como mis adicciones dejan de tener poder.

Para profundizar:

Trobe, T. (2016) De la codependencia a la libertad. Cara a cara con el miedo. Madrid: Gaia Ediciones.

Foster, J. (2012) La más profunda aceptación. Málaga: Editorial Sirio

Tener = bienestar. Una ecuación que no cuadra.

Si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco lo serás. Erich Fromm.

Este verano he tenido el privilegio de viajar con mi familia a Nepal. Y visitar este país entre India y Tibet, que siempre ha permanecido independiente y que es famoso por sus cumbres… no te deja indiferente. O por lo menos a mí no.

La primera impresión de Katmandú es estresante. Tráfico difícil, calles sin asfaltar, polvo, contaminación, miles de motos, taxis, autobuses más o menos enteros, bicis, carros, tuc-tucs, de todo un poco, pero sin semáforos, sin apenas señales de tráfico, sin aparentes normas… todo a base de pitidos. Pero algo destaca por encima de todo eso. Nadie grita. No hay gestos agresivos desde el volante. A pesar del estrés exterior… no se ve estrés interior.

Los traslados entre ciudades son otra odisea. Carreteras con curvas, baches, estrechas… mejor mirar el paisaje que las maniobras del chófer del autobús.  Paisaje, por otra parte, que enamora. Vegetación increíble, cielos que no paran,  puentes no aptos para miedos a las alturas… pero de nuevo algo llama de nuevo la atención de una manera especial: muchas personas viven con muy pocas cosas, en plena conexión con la naturaleza, rodeadas de verde, de animales, de huertos…, de escasez sí, pero no se ve estrés.

La comida es muy rica. No es que haya mucha variedad pero por un precio asequible siempre encuentras un plato de arroz con verduras y pollo. Y si lo acompañas con una Gorkha, una delicia.

No hay grandes superficies. Todo tienda pequeña, artesanos, fruterías solo con producto local, telas, máquinas de coser… Tampoco se ven humanos abducidos por pantallas de móvil. Tienen móviles, pero no los llevan pegados a la mano 24/7.

Bajo nuestra mirada occidental diríamos con facilidad que están muy atrasados.  Y es verdad que hay pobreza, que faltan infraestructuras, sanidad, escuela accesible a todos los niños, que hay corrupción política y que todavía les falta mucho para recuperarse del terremoto de 2015 o de las riadas que cada año deja el monzón.  Para nosotros seguramente sería prácticamente imposible vivir en esas condiciones sin estar sumidos en una depresión profunda. Nuestro foco en el tener nos dice que están fatal. Pero cuando vemos la tasa cada vez más elevada de estrés, de ansiedad y depresión de Occidente, surge la reflexión: tenemos los niveles de bienestar material más altos de la historia y sin embargo somos una sociedad bastante enferma. ¿Podemos dar consejos de qué es lo bueno y de hacia dónde debe dirigirse un país para “progresar”?

La verdad es que da que pensar y mucho… La tendencia etnocéntrica a pensar que lo nuestro es lo normal o lo mejor suele ser fuerte, pero ante todo debería primar el respeto y la humildad ante la diferencia, porque a lo mejor tienen mucho más que enseñarnos de lo que creemos.

Tuvimos el placer de encontrarnos por casualidad con Sadhguru, uno de los maestros espirituales más importantes de la India. Te dejo el enlace a su canal de youtube por si quieres ver alguno de sus vídeos.

En resumen, toda una experiencia este viaje…, conocer a Sudip, a Thirta y el resto de personas que nos han ayudado a conocer mejor su país… los templos, las montañas, la selva, el caos de Kathmandú… pero sobre todo conocer a las niñas de la Smriti house, con su alegría, su juego y sus bailes, su cariño sin límites a pesar de lo difícil de su situación… sin duda deja huella. Dicen que a Nepal se viene por las montañas, pero se vuelve por su gente, y no me extraña porque son amables y acogedores hasta el infinito.

Por último, si te apetece colaborar con la promoción del desarrollo académico y profesional de mujeres nepalís como medio para favorecer su autonomía y desarrollo integral , te recomiendo eches un vistazo al proyecto de Udana Nepal.

 

De qué hablo cuando hablo de bienestar

“Me encanta ver cuantas cosas no necesito para ser feliz”. Sócrates

Bienestar, felicidad… palabras que llevan a nuestras mentes a sacar sus propias conclusiones. En ocasiones lo asocian con la emoción alegría. Consideran que ser felices, estar bien, tiene que ver con estar siempre contentos… lo que provoca altos niveles de frustración cuando no ocurre. Teniendo en cuenta que las personas tenemos emociones diversas todos los días, no es que sea difícil estar siempre contentos, sino que es incompatible con tener ADN humano.

Otras veces estas mentes pensantes lo traducen cómo “lugar al que llegar donde todo va a ir bien”. Lo sitúan fuera y lo idealizan pensando en un sitio en el que no hay «olas»:  ya no va a estar mi odioso trabajo, mi hijo yo no saca malas notas y se porta como yo considero que tiene que portarse, mi madre no está enferma, hace siempre el tiempo que quiero o dispongo de una abultada cuenta corriente. Este lugar no tiene pinta de ser fácil de encontrar porque como solemos decir: “cuando no es una cosa es otra”…. y hay temporadas con mucho «oleaje»…

“Seré feliz cuando encuentre una persona que me haga feliz”  o “cuando ocurra esto o lo otro”…  en resumen, estaré bien cuando el mundo sea como yo quiero.

La felicidad solo empieza a ser posible cuando dejo de buscarla fuera… y el bienestar del que hablo nos permite lidiar con nuestras circunstancias desde un nivel de consciencia diferente, dejándolo de  confundir con positivismo u optimismo extremos, desapego, egoísmo  o pasividad con los problemas.  Tiene más que ver con aceptar que la vida perfecta no existe, que somos seres que sienten, que nuestras circunstancias son las que son, pero que tengo opciones en la manera de vivirlas cuando lo hago con consciencia, lo que impactará en los resultados que obtengo.

¿Imposible? Desde nuestras mentes egoicas puede.

Desde la comprensión profunda no tanto.

La felicidad tiene mucho que ver con el presente. Solo se puede experimentar ahora porque estar ya está, pero no fuera, sino dentro.  Y el bienestar que sentimos deriva de esa felicidad que somos, también cuando tenemos dolor, cuando estamos tristes o enfadados, cuando las cosas no salen como queríamos o cuando el mundo no es como yo pienso que debe ser… porque no algo es superficial, condicional o extrínseco, sino profundo, incondicional e intrínseco.

Y tiene mucho que ver con comprender… una comprensión que va más allá de lo cognitivo. Una comprensión que se experimenta cuando se van abriendo grietas en nuestra coraza de condicionamientos y conectamos con nuestra esencia. Comprensión que no deja de ser un camino que hay que recorrer, tomando la responsabilidad individual para empezar a indagar en lo nuestro, en lugar de mirar tanto a lo de los otros.

Y en este camino nos iremos:

  • Autoconociendo
  • Responsabilizando
  • Haciendo conscientes de nuestras emociones y su gestión
  • Dando cuenta de nuestros talentos, pero también de nuestros miedos, de nuestros condicionamientos y creencias limitantes.
  • Escuchando y atendiendo sabiamente
  • Perdonando
  • Relajando
  • Aceptando

La práctica de la meditación nos va a ayudar en este camino de aprendizaje de vida… también la psicoeducación, el trabajo con el cuerpo, con la respiración… A medida que incrementemos nuestros niveles de consciencia con el entrenamiento de la atención, experimentaremos -tal y como afirma Jon Kabat-Zinn-, que los cambios vienen solos.

Para profundizar:

¡Gracias!

¡Un nuevo final de curso!  Que llega con el innegable cansancio físico y mental acumulado, pero que sin duda se compensa con la satisfacción y con esos mensajitos tan gratificantes que llegan de asistentes:

  • Una madre que te dice: ”gracias de corazón porque veo mejor a mi hija”…
  • Los “tus clases me han ayudado a estar mejor”…

Pues yo también os doy las gracias. Gracias por esas gracias, por hacerme saber que os ayuda, pero sobre todo por estar ahí en cada sesión, por vuestra voluntad de aprender, de estar presentes, de ser vuestra mejor versión… y  por todo lo que me enseñáis y trasmitís, por estimularme y motivarme para seguir apostando por entrenar esa capacidad que los seres humanos tenemos de vivir más conscientemente y, en consecuencia, mejor.   Gracias por querer crecer, porque vuestro entorno crecerá y en consecuencia todos lo haremos. Gracias a todos los que este curso habéis confiado en mí.

Tras el verano volveré con la cuarta edición del taller de bienestar de los lunes para todo el que busque indagar en sí mismo, autoconocerse y comenzar ese viaje hacia la esencia, con la segunda edición del taller de los miércoles para continuar ese viaje interior, y con lo que surja…

El grupo Prema ofrece otras actividades que también incluyo por si estás planteándote cara al próximo curso comenzar alguna. Las inscripciones están abiertas y algunos grupos ya se han llenado.

¡¡Feliz y consciente verano!!

El malestar en el bienestar

Imágenes: Inés Núñez

La felicidad no es una estación a la que llegas, sino una manera de viajar. Margaret Lee Runbeck

Los seres humanos venimos programados de serie para la supervivencia. Nuestras mentes intentan protegernos llevándonos al pasado para recordar lo que sucedió y no se debería repetir, y al futuro para prevenir posibles males que estén por venir.  Solemos estar acomodados en esta tendencia innata y si vivimos en el piloto automático es muy posible que dejemos de habitar el presente como norma general.

Y sin embargo en la atención al momento presente podemos estar mucho más felices que en el desánimo por un pasado que no volverá o en la angustia por un futuro incierto. Ya nos lo dice Javier García Campayo en este artículo sobre la felicidad de estar atentos.   El trabajo con mindfulness, con la meditación, con el yoga y la respiración, nos permite potenciar esa habilidad de estar presentes en una sociedad inatenta absorbida por la tecnología, el estrés y las prisas. Cultivar la atención nos ayuda a oler, ver, escuchar, saborear, tocar… a disfrutar de lo pequeño y no perdernos la vida divagando, a conectar con nuestra sabiduría interior, con nuestra intuición y en resumen a vivir una vida más plena.

Lo que no quiere decir que todo sea un camino de rosas… 

  • A veces cuesta parar. Lo de cerrar los ojos y estar en quietud en la meditación puede ser una tortura para algunas personas al principio y nos puede desanimar. La mente errante nos distrae continuamente y aunque es lo normal y se trata precisamente de darnos cuenta de eso, nos da la sensación de que «no nos sale». Conviene empezar con ratos pequeños que nos permitan terminar con ganas de más. La práctica informal también es una buena manera de practicar la atención en movimiento en las tareas cotidianas.
  • Si además practicas yoga, algunas posturas pueden costar, ser incómodas, recordarnos nuestras numerosas limitaciones… lo que es muy parecido a la vida. Puedes instalarte en lo que sale mal, en el malestar y la incomodidad… o puedes intentar poner todo lo posible de tu parte, aceptando y soltando la tensión y el control por el resultado.
  • Mirar hacia adentro puede devolvernos sensaciones desagradables. Vivimos en la capa de protección y para llegar a nuestro ser esencial hay que atravesar la capa de vulnerabilidad. Nuestro niño interior herido nos conecta con emociones que en ocasiones hemos de acoger y respirar…

Pero todo ello es Vida.  Buscar una ilusoria sensación de bienestar perpetuo no es realista. Cada día ocurren situaciones que nos perturban, problemas con los que lidiar, conflictos que resolver, fracasos, esfuerzos sin recompensa aparente, enfermedades y un largo etcétera de piedras en este camino de vida, que pueden ser un calvario o formar parte de la escalera de tu crecimiento.

El marketing de la felicidad a veces nos confunde…  Ser felices no es estar siempre alegres, no tener problemas,  pasar de ellos o ser optimista a jornada completa. Se puede ser feliz y estar triste, llorar, tener malos momentos, estar enfermo, enfadarse, sentir dolor o gritar. El trasfondo tiene más que ver con la aceptación, con la serenidad, con saber de la impermanencia de las cosas, con el “esto también pasará”, con una visión “¿para qué?” por encima de la visión “¿por qué a mí?”.  Tiene que ver con permitir, con acoger, con sostener, con abrazar lo que se presente con paciencia, intentando abrirse a la experiencia y ver un aprendizaje detrás de ese mal momento. Pero sobre todo tiene que ver con comprender quiénes somos de verdad, con dejar de identificarnos con el ego, que puede sufrir, estar enfermo o sin trabajo, pero que no es nuestra naturaleza esencial. Tiene que ver con saborear cada momento «siendo«, en lugar de pensando.

Permitir el malestar es parte de la vida. Abrazarlo con amabilidad es parte del bienestar.

Para saber más:

  • Gawdat, M. (2018) El Algoritmo de la Felicidad. Madrid: Zenith
  • Krishnananda (2016) De la Codependencia a la Libertad. Cara a cara con el miedo. Madrid: Gaia.
  • Lozano, E. (2016) La Dicha de Ser. No-dualidad y vida cotidiana. Bilbao: Desclée de Brouwer.
  • Rovira, A. (2003) La Brújula Interior. Barcelona: Ediciones Urano

Las autoridades sanitarias deberían advertir que el control y el perfeccionismo son perjudiciales para la salud

Diseño imagen: Angel López de Luzuriaga @ardiluzu

Los órganos lloran las lágrimas que los ojos se niegan a derramar
– Sir William Osler –

Los mensajes de las cajetillas de tabaco se han ido recrudeciendo con el tiempo.  De la nada se fue evolucionando a un “Fumar puede ser perjudicial para la salud”, para terminar en un “Fumar mata” con fotos escalofriantes de enfermedades asociadas.

Ya nadie duda de que envenenarse con sustancias tóxicas diversas es más que malo para la salud, sin embargo no siempre somos tan conscientes de lo perjudiciales que pueden resultar ciertos rasgos de personalidad y comportamientos aprendidos para nuestro bienestar.

Durante estas últimas semanas venimos trabajando en clase cómo podemos fortalecer nuestra salud, qué podemos hacer para ayudar a reequilibrar nuestro organismo cuando falla, cómo prestar atención sabia a los síntomas, convivir con el dolor o entender el componente emocional asociado… y sobre todo cómo darnos cuenta de que somos parte implicada en nuestra salud. Y siempre que sale este tema, es interesante escuchar las reacciones de los participantes: en algunos casos testimonios de enfermedad asociada a estrés o a personalidades controladoras y perfeccionistas, y en otros casos enfados tipo «encima será culpa mía».

Soy muy fan del modelo de pedagogía del dolor que la medicina mente-cuerpo defiende: nuestro cerebro no es infalible, en ocasiones percibe estímulos neutros como amenazas y pone en marcha impulsos nerviosos dolorosos como protección. Arturo Goicoechea, Lorimer Moseley, John Sarno, George Oldfield… Son muchos los autores que trabajan con este modelo, y algunos de ellos introducen además el factor emocional o rasgos de personalidad como invitados de honor en ciertas enfermedades que conllevan dolor asociado:

  • El estrés que nos causa el tomarnos las cosas demasiado en serio
  • El perfeccionismo
  • El querer controlarlo todo
  • La ansiedad e ira reprimidas que puede haber detrás de un exceso de responsabilidad o de un «buenismo» mal entendido…

Hay todo un submundo de motivos que pueden ayudarnos a enfermar.

Seamos o no conscientes, hemos sido educados para reprimir emociones: “no llores, no es nada”, “controla ese genio”, “no tengas miedo”, y un largo etcétera de expresiones que hemos integrado y que en ocasiones seguimos usando en la educación de nuestros hijos e hijas y que nos pueden llevar a una acumulación malsana de emociones no expresadas, no gestionadas, que van colmando una taza interior que puede rebosar en forma de síntoma.

Si además somos analíticos en exceso, tenemos necesidad de tenerlo todo bajo control, somos demasiado responsables, evitamos las confrontaciones, nos cuesta pedir, decir que no, delegar o nos gusta agradar a otros como modus operandi habitual…, sin querer estamos comprando boletos para la siguiente rifa de estrés máximo, lo que nos debilitará y contribuirá a que tengamos más facilidad para enfermar.

Quedarnos en el “yo soy así qué le vamos a hacer” es una actitud habitual pero nuestro personaje es una construcción, y detrás del control y perfeccionismo podemos tener una sombría suma de inseguridad, baja autoestima y viejas emociones contenidas que podemos iluminar y reedificar con el autoconocimiento personal. Tomar distancia de nuestros pensamientos puede ser el primer paso para observar el contenido habitual de esas voces mentales:

  • ¿Deberías hacer esto o no deberías lo otro?
  • ¿Miedo e inseguridad hacia el futuro?
  • ¿Necesidad de reconocimiento continuo?
  • ¿Queja, agresividad, impaciencia…?

¿Sabes de qué va tu cháchara mental? Observarla puede ser el comienzo de tu vida mejor

Para saber más:

Butler, D.S. & Moseley, G. L., (2010) Explicando el Dolor. Australia: Noigroup Publications.

Caudill, M. (2011) Controle el dolor antes de que el dolor le controle a usted. Madrid: Paidós.

Goicoechea, A. (2009) Migraña, una pesadilla cerebral. Bilbao: Desclée de Brouwer

Maris Maruso, S (2011) El laboratorio del alma. Historias que sanan y que merecen ser contadas. Barcelona: Vergara.

Oldfield, G. (2014) Dolor crónico. La clave para tu recuperación. Madrid: Mandala Ediciones.

Pert, Candece B. (1998) Molecules of Emotion: The science behind mind body medicine. Simon and Schuster, EEUU

Sarno, J. (2013) La mente dividida. Barcelona: Editorial Sirio

Mindfulness: ¿Moda, invento capitalista o algo más?

Diseño imagen: Angel López de Luzuriaga @ardiluzu

La Atención Plena es una experiencia de primer orden, en primera persona, y no una experiencia filtrada por la mente de otro. Jon Kabat-Zinn.

El curso comienza con entusiasmo. Tras un descanso estival, con lecturas varias y retiro en Kayzen incluido, mil ideas bullen en mi cabeza tratando de encontrar la forma de materializarse. Encaje de bolillos con el tiempo para ir poniendo en marcha el nuevo curso y poder ir aterrizando esas ideas que empujan con avidez para salir al mundo.

Comienzo con una pequeña vuelta al cole durante la primera semana de septiembre. Profesores de la ESO y bachiller reunidos para conocer un poco más de mindfulness, qué es, qué no es y cómo puede ayudarme a subir algún peldaño de bienestar en este curso que empieza, con los retos que se presentan por delante.

Vivencia, práctica, experiencia… no hay otra. Quedarse en la teoría no permite integrar. Formal o informal, en quietud o en movimiento, pero a fin de cuentas: atención, atención y atención…  Salir del piloto automático, de la identificación con la mente, movernos del ego a la esencia es todo un viaje, un viaje vital que no siempre se comprende en el nivel del pensamiento. Conectar con el cuerpo, con la emoción, con lo que hay más allá de la cháchara mental tiene su dificultad cuando llevamos toda una vida de desconexión.

Y entre algunas personas surge la pregunta: esto del mindfulness… ¿no es un invento capitalista? Al fin y al cabo… ¿no es una forma de vender bienestar para seguir produciendo?

Buena y entendible pregunta a la que me gustaría dedicar unas líneas de reflexión personal.

Ciertamente en los últimos años los cursos, programas, formaciones varias que incluyen mindfulness en sus títulos ha crecido de forma exponencial.  Desde que en los años 70 Jon Kabat-Zinn creara en Estados Unidos su programa para la reducción del estrés basado en mindfulness, su expansión ha sido vertiginosa. En parte debido a los buenos resultados cosechados en sus estudios científicos, replicados y metaanalizados por doquier, y en parte por el momento social en el que occidente se encuentra, un momento de desconexión profunda de su naturaleza esencial.

A partir de aquí han ocurrido varias cosas:

  • Una sensación de moda, como en su día ocurrió con el coaching, de último grito en crecimiento personal, lo que puede inducir a mucha gente a pensar en un negociete más del mundo del desarrollo humano. Un vocablo anglosajón puede colaborar bastante a esta sensación en los países de habla hispana.
  • El surgimiento de todo un ejército de personas más o menos formadas, más o menos implicadas, con una vivencia más o menos integrada, que puede llevar a las dudas razonables a la hora de elegir una dirección fiable.
  • La aparición de una cierta desconfianza hacia su aplicación en las organizaciones como forma de suavizar la presión y las demandas que los trabajadores perciben por otro lado: “por un lado te estreso y por otro te enseño a manejarlo para que produzcas más”.

Sin embargo, la práctica de la atención plena dista mucho de ser nueva. Puede que Jon Kabat-Zinn tratara de occidentalizar una práctica ancestral como es la meditación y si así ha sido posible que llegue a lugares donde sino no hubiera llegado, bienvenidos sean el nombre y el programa. Para los que venimos de la práctica del yoga y la meditación la teoría nos encajaba con lo que ya hacíamos, pero gracias a esta «moda» otros muchos han comenzado a practicar.

Y cómo en absolutamente todos los campos en los que intervengan personas, puede haber mejores  o peores profesionales y desde luego utilitarismo económico o finalidades más o menos aprovechadas, pero creo que nada demasiado diferente a lo que ocurre en cualquier otro área o profesión.

Si nos enfocamos en la verdadera esencia del mindfulness, la mirada puede ser muy diferente. Si nos damos real cuenta de lo que obtenemos cuando pasamos de la inconsciencia a la consciencia, del condicionamiento a la libertad, de la reacción a la respuesta… comprenderemos que integrar en nuestra vida la atención o conciencia plena,  nos ayuda* a:

  • Trascender nuestro ego, nuestra pantalla de pensamientos fruto de nuestra programación. Conectar con esa conciencia testigo que atestigua con ecuanimidad, que nos ayuda a dejar de creernos nuestro personaje construido.
  • Dejar de perdernos la vida distraídos con el pasado o preocupados por un futuro incierto y desconocido, lo que además disminuye nuestro sufrimiento secundario, colaborando a revisar nuestros peligros imaginarios y ayudándonos a surfear las olas de la vida.
  • Ser conscientes de nuestras emociones y de las de los demás, potenciando nuestra capacidad de elección y de gestión emocional, incrementando nuestra empatía, nuestra mirada compasiva y nuestra comprensión de las motivaciones propias y de los demás, mejorando nuestras habilidades de escucha y comunicación.
  • Comer de manera consciente, entendiendo nuestras verdaderas necesidades alimenticias, conectando con la sabiduría interna de escucha a las señales de hambre y saciedad, sin tomar de la naturaleza más de lo que necesitamos y sin castigar a nuestro cuerpo y al planeta con excesos  innecesarios.
  • Empoderarnos, elegir cómo queremos responder a las circunstancias de la vida.
  • Dejar de huir del momento presente narcotizándonos con alcohol, tabaco, drogas, compras, juego, medicamentos, deporte obsesivo, diversión, tecnología o cualquier otra excusa para no enfrentarnos a lo importante.
  • Prestar una atención más sabia a la enfermedad y al síntoma, escuchando los mensajes del cuerpo antes de que grite y permitiéndonos una convivencia más serena con el dolor y la enfermedad.
  • Conectar con nuestra sabiduría interior, con nuestra creatividad, con nuestra intuición y con nuestro sentir profundo. Dejar de buscar fuera lo que se halla dentro.

Y la verdadera esencia del mindfulness no es una práctica superficial e interesada. La verdadera esencia va de humanización, de conexión, de bondad, de sentirnos parte de la naturaleza que somos, de compasión, de unidad. El nombre es lo de menos.

La pregunta que yo haría sería: ¿qué opinará el capitalismo de una práctica que te ayuda a estar mejor con lo que tienes,  a comer mejor, de manera más sostenible y a dejar de evadirte de la realidad con la droga que sea que hayas elegido?

*Ayuda no es igual a panacea, a milagro, a «arreglatodoparatodos»… La práctica de mindfulness no sustituye la psicoterapia, ni los tratamientos médicos o psiquiátricos.

Apostando por la gimnasia emocional

Imagen del curso de verano UPV

Un cambio en el estado de la psique produce un cambio en la estructura del cuerpo y a la inversa, un cambio en la estructura del cuerpo produce un cambio en la estructura de la psique. Aristóteles.

Junio. Mes de finales. Descanso estival en las sesiones en Pepsico, fin de trayecto con el profesorado del Colegio San Prudencio  y cerrando el taller de bienestar de los lunes …

El cansancio está ahí. El trajín de preparar, ir, hacer, venir tiene su aquel, pero la satisfacción que se recoge lo compensa todo.  La persona que se acerca y te dice que ya duerme sin pastillas, otra que afirma gritar menos a sus hijos y muchas que el curso ha sido un placer … pues ya está, merece la pena.   Pero no nos engañemos. No todo es maravilloso en este viaje del autoconocimiento y del desarrollo personal.  Hay momentos en los que brotan incomodidades, días en los que la mente no para de rumiar y molesta, emociones que aparecen no se sabe bien de dónde y molestan, frustraciones ante determinadas dinámicas que molestan… pero el denominador común del conocimiento más consciencia es el de liberación.  Porque tiene que ver con hacernos dueños de nuestras vidas, con cambiar el porcentaje de reacción versus respuesta, con dejar buscar fuera lo que tenemos dentro, con tomar conciencia de nuestras luces y sombras para aceptarlas con amabilidad… y en última instancia, seguir caminando y creciendo a pesar de las piedras y obstáculos que podamos encontrar en la vida.

Ayer y hoy he tenido además la oportunidad de asistir a un curso de verano de la Universidad del País Vasco sobre «Conexiones entre la Salud y la Educación Emocional«, con Maite Garaigordobil, Juan Carlos Pérez-González, Igone Echeberria, Mª Carmen Ortega, María Sáinz, Javier Cejudo, Rafael Bisquerra y Dario Paez.

Y está muy bien escuchar de nuevo de boca de estos investigadores incansables toda la evidencia que ya sabemos que existe en esta conexión emociones-salud, porque me reafirma en este camino de la divulgación, de la psicoeducación, del intentar transmitir la importancia de nuestros pensamientos, emociones, de su regulación, de su expresión, no solo para evitar o sobrellevar mejor la enfermedad, sino  para nuestro completo bienestar físico, psicológico y social.

Ya no hay ninguna duda de que la alegría, el amor, la empatía nos hacen más resistentes a la enfermedad, reducen el cortisol, elevan nuestra inmunidad, nos reequilibran y nos alargan y mejoran la vida.  Y de que por el contrario, el odio, el miedo, la tristeza, la ira… nos debilitan, desequilibran, tensan y nos hacen más propensos a la enfermedad.  Saberlo está bien, pero necesitamos integrarlo, practicarlo, precisamos de herramientas, de entrenamiento emocional, para además de conocer ser capaces.

La respiración, la relajación, el mindfulness, la meditación, el movimiento consciente y yoga… grandes aliados en el gimnasio de las emociones. ¡Seguiremos entrenando!

¡Hasta el curso que viene! ¡Feliz y consciente verano!

Rafael Bisquerra en su ponencia: «Beneficios de la educación emocional para la salud»

Taller de Bienestar

Y como quien no quiere la cosa ha llegado junio… En breve se terminará el curso, el verano ya asoma, llega el tiempo del descanso, del desconectar de la rutina…

Y sin embargo, ya hemos pensado en la vuelta y te hago llegar una propuesta para el próximo curso.  En septiembre, Ramiro González, mi maestro durante los últimos 14 años, inaugura una nueva sala en la C/Colombia para seguir con la práctica del yoga y la meditación.

Espacio que contará además con la participación de Isabel, Maribel, Sagrario, Beatriz… Mi granito de arena consistirá en un Taller de Bienestar los lunes: una hora y media de parada, de teoría y práctica de mindfulness, de respiración y relajación,  meditación en grupo, yogaterapia… un espacio para conquistar el bienestar a través del conocimiento, pero sobre todo de la práctica. Será a las 19:00 a partir de septiembre 2017.

 

¿Te animas a esta búsqueda del bienestar?

¡Te esperamos!

 

 

 

¿Qué ha sido de tus propósitos de año nuevo?

Cada uno ha de averiguar constantemente si avanza a estados más felices o no. Si es así, uno se encuentra en el camino correcto. Osho.

5 de febrero de 2017. Dejamos atrás el mes de enero. Mes de los propósitos, de los comienzos, de los finales. En clase hemos trabajado la toma de conciencia de nuestra Salud, con mayúsculas, desde un enfoque biopsicosocial, no solo desde la ausencia de enfermedad. Hemos revisado nuestras conductas de riesgo, aquellas que nos alejan de este estado de bienestar: tabaco, mala alimentación, alcohol, sedentarismo, estrés, aislamiento social, desequilibrio emocional… Nos hemos planteado preguntas como: ¿Quiero cambiarlas?  ¿Sé lo que tengo que hacer para cambiarlas? Porque la teoría parecemos saberla, pero ¿por qué nos cuesta tanto llevarla a la práctica de manera duradera?

Mucha de la culpa parece que se la atribuimos a la fuerza de voluntad.  Encasillamos a las personas en las que tienen o las que no tienen y normalmente todo resulta más fácil si estás en el primer grupo, teniendo la excusa perfecta para no cumplir con los objetivos marcados si te encuentras en el segundo.  ¿Vas a pedir en tu próxima analítica, junto al colesterol o glucosa, el índice de fuerza de voluntad para saber en qué grupo te encuentras? ¿O prefieres pensar, como Nietzsche, que quien tiene un porqué encontrará un cómo? ¿Que el secreto viene por encontrar la motivación, escalar los objetivos, organizarse, valorar las consecuencias y trabajar para ubicarse en el estado de ánimo adecuado?

La tendencia a procastinar, a postegar, a dejar para mañana, parece estar presente también a la hora de no cumplir nuestros eternos propósitos, esos que no tienen fecha de entrega: ver más a tu familia, hacer ejercicio, dejar el tabaco, comer mejor, aprender un idioma, ese proyecto de tus sueños…  Tim Urban cuenta con mucha gracia en esta charla TED cómo actúa la mente de un procastinador profesional:

La vida es muy corta y hay mucho que aprender; aquellas personas que no dejan de postergar, nunca dejan de perderse cosas. La postergación se convierte en un hábito. Y lo que llega siempre es el hoy, el mañana jamás llega. De modo que podéis seguir postergando hasta el infinito.  (Osho, meditación 42 de su libro 365 Meditaciones para el Aquí y Ahora).

El mindfulness o atención plena nos ayuda a tomar conciencia de estas conductas, de las emociones asociadas, de los pensamientos que hay detrás, de las excusas.  Nos permite separarnos de ese ego que nos juzga, nos distrae, nos etiqueta como capaz o incapaz y en última instancia nos limita. Su práctica continuada nos ayuda:

  • A dejar de identificarnos con la voz de nuestra cabeza
  • A darnos cuenta de que nuestras insatisfacciones, victimismos, adicciones, malestares, en resumen, nuestros síntomas, vienen a hablarnos, a mostrarnos el camino hacia nuestra Vida mejor.
  • A tomar las riendas para conquistar nuestro bienestar, nuestra felicidad.

¿Te parece que es difícil o que no tienes tiempo? Puedes empezar dedicándole un minuto:

 

Para saber más:

¿Cuestión de voluntad? Patricia Ramírez

Mindfulness mantiene a la gente alejada del hospital. John Kabat-Zinn.

¿Con quién te duchas cada mañana?

Imagen: Tookapic

La Atención es la moneda más valiosa que tengo para pagar mi libertad interior.  George Gurdjieff

7 de noviembre de 2016. Un mes más tarde la teoría parece que nos la sabemos. Empezamos a entender cómo Mindfulness puede ayudarnos, pero en la práctica nos damos cuenta que divagamos continuamente y eso nos produce cierta desazón.  Perfecto. Darse cuenta de las distracciones es la forma de entrenar. Felicítate por ello y pon la atención en la respiración para volver al aquí y ahora.

Hemos entendido cómo pensamos y sus consecuencias, nos hemos dado cuenta de las gafas con las que cada uno vemos el mundo, y cómo nos fusionamos con esta forma de ver la vida, perdiendo la perspectiva de que no somos esas gafas.

Hemos practicado de manera formal, sentados, trabajando nuestra atención convirtiéndonos en observadores de nuestros procesos mentales, sensoriales y emocionales. Pero también tratamos de llevarlo a nuestra vida, que es de lo que se trata al fin y al cabo.

La ducha matinal nos invita a practicar: sintiendo el contacto del agua caliente, el ruido del agua al caer, el olor del jabón, el vaho que invade el baño, sintiéndolo y saboreándolo. No hace falta que la ducha dure más tiempo, solo que el tiempo que dure estés ahí y no en la reunión, en el supermercado, en el patio del colegio o en la última discusión con esa persona que parece sacarte de quicio continuamente.

Tú decides donde quieres estar.