Conócete a ti mismo y conocerás el universo. Inscripción en el templo de Apolo, Delfos
Los últimos diez días he disfrutado de un curso de meditación Vipassana en Dhamma-Sacca, Candeleda, Avila. Diez días de silencio, sin tecnología, sin libros, sin escribir, sin música, con muchas horas de cojín… y sí, lo he disfrutado, y mucho. Y no solo por la vivencia que siempre supone retirarse de la rutina, sino también por el aprendizaje que te traes después a casa.
Hace un tiempo tuvo cierta difusión un twit cuya procedencia original ignoro, pero que me hizo gracia:
Si tomarse un café sin hablar o sin mirar el móvil ya puede resultar extraño, salir de la circulación diez días para meditar desde las 4 y media de la mañana hasta las 9 de la noche, no quiero imaginar qué psicopatología le podría sugerir. Cuando estás sumido en la vorágine del día a día de trabajo, compras, gestiones, vida social, etc y piensas en parar, te imaginas en la hamaca, el chiringuito o en lo que para ti sea el ideal de “desconexión”, pero pensar en 10 días sin hablar con nadie, sin móvil, madrugando para sentarse en un cojín puede sonar a locura sí…
Cuando se acaba la estimulación externa y las conversaciones son un eco lejano, ya no hay whatsapps, mails o notificaciones varias para distraerse, cuando solo quedas tú con tus pensamientos, es hora de enfrentarse a lo que hay dentro. A los seres humanos nos ha gustado mucho siempre mirar fuera, de hecho a veces parece que preferimos el estudio de galaxias lejanas que el de nuestro propio interior, pero os aseguro que el viaje a la mente profunda es apasionante.
Los primeros días se trabaja la atención a la respiración. Enseguida notas como se agudiza, como empiezan a despertarse los sentidos, hueles más, la comida te sabe más, escuchas y miras la naturaleza de otra forma… y por supuesto te duele todo más. Las sentadas son largas y las piernas y espaldas se resienten. Como aquella princesa que notaba el guisante debajo de los colchones puedes llegar a notar una mini costura clavándose en tu trasero como un cuchillo, las rodillas en pliegue dolor máximo, las piernas en modo trombosis y la espalda mostrándote todos los sitios donde puede doler. Y empieza la fiesta de los pensamientos y juicios …
Paciencia, ecuanimidad, confianza, aceptación, dejar ir… Hora de practicar la teoría y de verificarla… Cuando mantienes una atención ecuánime observas la impermanencia de todo, de esas sensaciones desagradables y también de las agradables. El entrenamiento en no apegarte a nada y en no huir de nada fortalecerá la forma de enfrentarte a la práctica, procurándote esa tranquilidad que supone ver que «eso» que hace un minuto era insoportable, ya no está. Y no se trata de un «aguantar a que se pase», sino de convivir, de observar, de aceptar…
El cuarto día comienza la práctica de Vipassana. La atención se dirige al cuerpo de manera ordenada y se despliegan diferentes sensaciones, unas sutiles, otras intensas, unas agradables, otras no tanto… de nuevo la importancia de no generar negatividad en la mente con lo que debo o no debo sentir, con cómo debería ser este momento y entrenar la capacidad de verlo tal y como es, en paz y armonía con independencia de lo que esté ocurriendo.
Y esto no aplica solo a los ratos de cojín, sino también a los de la habitación compartida con otras cinco supuestas “locas”, a los de las duchas, los del comedor y por supuesto y sobre todo… a la vuelta a la vida.
Aprender a mantener el equilibrio ante lo que suceda, desarrollando ese desapego que no tiene nada que ver con el escapismo o la indiferencia, sino con una mente compasiva que actúa sin agitación, nos ayuda a liberarnos del sufrimiento que la contaminación mental nos produce, pero no de una manera teórica, sino experimentando como la mente interviene en el cuerpo y viceversa.
La limpieza general de la cocina, la cortinas o el trastero están genial… pero una limpieza mental es una experiencia que debe vivirse para comprenderse. Observar la realidad tal y como es, observando la verdad interior, es conocerse a uno mismo directamente a través de la experiencia. Y es en ese momento cuando lo que parece locura… es la vida que llevamos.
Grata sorpresa el número de gente joven asistiendo a este curso y agradecimiento profundo a los profesores, a las servidoras y servidores, y a todo lo que ha hecho posible que haya pasado por esta vivencia estos días, empezando por el Dr. Juan Carlos Vicente que fue quién me animó a hacerlo.
S. N. Goenka (1924-2013) maestro de meditación Vipassana en la tradición de Sayagyi U Ba Khin, comenzó a enseñar esta técnica en la India y con el tiempo extendió sus enseñanzas a otros lugares de Oriente y Occidente. Es una de las técnicas de meditación más antiguas de la India, se enseñaba hace más de 2500 años como una cura universal para problemas universales, es decir, como un arte, el Arte de Vivir.