Hay una grieta en todo. Por ahí es por donde entra la luz. Leonard Cohen.
No hay desarrollo personal o transpersonal sin encontrarnos con la sombra. Y el encuentro con ese “yo” que no mostramos, con nuestra cara oculta, no siempre es agradable y fácil.
Este fin de semana hemos tenido el honor de volver a vivir la presencia de Enrique Martínez Lozano en Vitoria, precisamente para indagar en la sombra, esos aspectos inconscientes de nuestra psique que si no salen a la luz pueden repercutir de manera notable en nuestra vida y, sin embargo, esconden un tesoro de gran valor.
Mantener la sombra escondida, reprimida o negada consume mucha energía porque hace falta mucha tensión interna para mantenerla oculta. Conocerla, aceptarla y abrazarla supone, por tanto, una liberación sanadora.
Y no vamos a pensar que la sombra es “mala” o tenebrosa, lo que es doloroso es no conocerla o aceptarla. Hay una sombra formada por material disfuncional, aquellos aspectos etiquetados culturalmente como negativos, que hemos reprimido como efecto secundario a crear una imagen “aceptable” para salir al mundo (por ejemplo, la agresividad). Y además, hay una sombra “dorada”, de aquellos aspectos etiquetados como positivos, que contiene material funcional también reprimido, quizás porque, en su momento, no cabían en la imagen que queríamos dar (por ejemplo, la ternura).
En esa “trastienda” o “sótano” encontramos por tanto, todo ese material que desechamos en la construcción de una imagen que agradara, que fuera reconocida por las figuras de apego o la sociedad. Y en esa construcción interviene nuestra base genética, lo que gusta o disgusta a nuestros padres y la influencia del ambiente en el que nos movimos. Y el primer paso es reconocer que todos tenemos sombra, ya que es el precio a pagar por construir esta imagen “aceptable”, es inevitable porque es la otra cara de la luz.
Si la ignoro, nuestro autoconocimiento será superficial, nos creará tensión, estrés y agotamiento, proyectaremos fuera y nuestras relaciones se complicarán. Porque todo lo que admiro o me enamora, o todo lo que me perturba o crispa, en otras personas es parte de mi sombra. Y esto no siempre nos resulta fácil de entender… ver la mota en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio es un clásico en la historia humana.
Al ser material inconsciente, no podemos verla de modo directo, por lo que tendremos que prestar atención a este plus emocional duradero y repetitivo, que nos despiertan determinadas personas o situaciones. Podemos no compartir una opinión, si además me “hierve la sangre”, hay sombra a liberar.
Enrique nos propone algunas preguntas para dar luz a esta “trastienda”:
- ¿Qué me cuesta aceptar en mí y en los demás? Aquellos rasgos que he considerado inapropiados y no los he incluido en mi imagen construida, permanecerán agazapados en mi sombra pero los veré muy claros y me perturbarán mucho en otros. Y lo mismo con la pregunta: ¿Qué me atrae o admiro de los demás?
- ¿Qué me pone nerviosa de fuera? Hilos de los que tirar para desenredar lo que ocultan.
- ¿Qué imagen quiero dar y qué rasgos he de rechazar u ocultar para ello?
- ¿Percibo en mí algún “demasiado”? ¿Soy demasiado buena, responsable, perfeccionista, obediente, alegre o dócil? El rasgo contrario estará empujando para salir de esa sombra.
- ¿Ante qué reacciono exageradamente? El salirme de mis casillas será otra pista.
- ¿Soy “anti” algo? ¿Qué hay detrás? La oscuridad no se vence luchando contra ella sino poniendo luz. Mejor ir a favor de lo que defiendo que en contra de lo contrario.
El trabajo consiste en dar luz, en asumir y aceptar lo que hasta ahora habíamos decidido ignorar, ocultar, negar o reprimir. Y no se trata de dar rienda suelta a esos rasgos ocultos o de justificarlos, tiene que ver más bien con la lucidez, con poner consciencia, con el gusto por la verdad y sobre todo con la humildad, con la aceptación de lo que veo al poner luz.
Será importante también el diálogo con los “yoes” que allí habitan: mi yo victimista, mi yo quejoso, mi yo enfadado, mi yo vago, abusador, mentiroso, roñoso… o mi yo tierno, talentoso y brillante. Darles voz y espacio.
Las consecuencias vendrán en forma de integración psicológica, armonía, paz, mejora en las relaciones, mayor creatividad, humildad, compasión y comprensión. El trabajo con la sombra aporta libertad cuando abrazamos esos demonios internos y amor porque dejamos de proyectar nuestras amenazas y temores reprimidos.
La aceptación de la sombra nos hace humanos, nos baja de un pedestal de imagen insostenible e imposible y nos conecta con esa humanidad compartida que somos cuando comprendemos que todos tenemos de todo.
¡Gracias Enrique por compartir de nuevo tu sabiduría!
Para saber más:
Martinez Lozano, E. (2016 ) Nuestra Cara oculta: Integración de la sombra y unificación personal. Narcea, S.A. de Ediciones