El arte de comer atentamente

Imágenes: Toya Pérez

«Comer es una necesidad, pero comer inteligentemente es un arte” Francois de La Rochefoucauld

Dentro de las iniciativas para potenciar el bienestar de los empleados, el pasado miércoles 22, asistimos a una charla sobre nutrición impartida por la doctora y nutricionista Magda Carlas. Nos vino bien que nos recordara que nuestra dieta debe:

  • Ser  equilibrada, realista, adaptada a nuestra edad, gustos, circunstancias y ritmo de vida
  • Incluir alimentos frescos, fruta y verdura variada cada día, aceite de oliva, sin olvidarnos de beber mucha agua
  • Cocinarse preferentemente al vapor, horno o plancha
  • Limitar el consumo de grasas saturadas, sal, azúcar y alcohol
  • Acompañarse de ejercicio físico  diario

Ya nos suena, sí…  Pero, ¿por qué, si la teoría nos la sabemos, cometemos tantos errores a la hora de alimentarnos? Como factores condicionantes, mencionó la falta de tiempo, el comer fuera de casa, la economía, la costumbre o hábitos adquiridos en nuestras familias y otros factores psicológicos como el estrés, la depresión, la ansiedad, problemas familiares, admitiendo la importancia del equilibrio emocional en nuestra dieta.

En los talleres de mindfulness también prestamos mucha atención a la alimentación.  Sobre todo al cómo comemos: ¿Con prisas? ¿Con el móvil o la televisión? ¿Ponemos consciencia en lo que comemos o estamos en nuestra cháchara mental? ¿Estamos en el aroma, sabor, textura…? ¿O más bien engullimos sin darnos casi cuenta?¿Cómo nos relacionamos con la comida?

Las prácticas de atención plena en la alimentación nos invitan a tomar conciencia de todas estas cuestiones, con el fin de mejorar nuestra relación con la comida y conseguir que sea  equilibrada, respetuosa, saludable y gozosa.  Para ello tendremos también que evaluar qué emociones están implicadas en nuestra forma de comer. Hay ¿ansiedad? ¿culpa? ¿miedo? ¿enfado? ¿tristeza?… ¿es sustituto de algo? ¿es flexible, abierta a lo nuevo o rígida?  Nuestra manera de alimentarnos puede darnos mucha información sobre nuestros conflictos, carencias, miedos, deseos… ¿Qué vacíos queremos llenar con la comida? ¿Qué pensamientos nos invaden?

Nuestros cerebros se desarrollaron para sobrevivir a la escasez, nos atraen las comidas altas en grasa y azúcar por defecto, los circuitos del placer son fáciles de activar, así que si nuestro modo de vida es el piloto automático, la inconsciencia,  reaccionaremos más que responderemos, nos dejaremos llevar y no seremos dueños de nuestras elecciones, en este caso gastronómicas.

¿Cómo me relaciono con mi hambre mental, mi hambre emocional, mi hambre física? ¿Sé diferenciarlas? ¿Sé saciarlas? ¿De qué tengo hambre realmente?

Comer atentos puede crear una relación nueva con la comida. Cuando comemos con atención plena usamos todos nuestros sentidos, deliberadamente, para estar presentes en lo que nos llevamos a la boca, masticando, saboreando,  percibiendo sabores, olores, texturas, colores… para disfrutar comiendo a la vez que nos nutrimos.

Y además:

  • Nos da poder, nos reconecta con nuestra sabiduría interna para reconocer el hambre y la saciedad,  liberándonos de patrones reactivos habituales
  • Nos invita a realizar elecciones que apoyen la salud y el bienestar, en lugar de dejarnos llevar por hábitos inconscientes
  • Nos ayuda a ser compasivos con nosotros mismos, a huir de patrones perfeccionistas y controladores que nos hacen sufrir, abriendo espacio a ser flexibles y pacientes.
  • Nos hace conscientes de la interconexión de la tierra, los seres vivos y las prácticas culturales, así como del impacto que nuestras elecciones tienen en estos sistemas, animándonos a hacer un uso más consciente de los recursos, evitando la sobrealimentación, puesto que comer con atención plena conduce a más satisfacción con menos comida y mayor sentimiento de bienestar.

Para saber más: The center for minful eating

 

 

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