De la torta a tiempo y del yo no tengo ningún trauma

Los niños son como cemento fresco, cualquier cosa que caiga sobre ellos deja una huella. Haim Ginott

Empecemos por el principio: el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Quien más o quien menos ha metido la pata educando a sus hijos y yo la primera que lo ha hecho muchas veces. Los hijos son maestros, vas aprendiendo según crecen y si volvieras atrás harías las cosas de diferente manera, pero en su momento lo hiciste de la mejor manera que supiste y lo importante es seguir aprendiendo y creciendo con ellos. La culpa no sirve, pero el conocimiento y el ser consciente sí. Solemos decir que los niños no vienen con un manual debajo del brazo pero hoy en día tenemos la suerte de contar con muchísimos profesionales de la educación que, gracias a muchos años de estudio e investigación, tienen muchas claves que nos pueden ayudar en el acompañamiento.

Ayer tuve el inmenso placer de compartir jornada con varios de estos profesionales en el III Congreso de Educación Emocional celebrado en Pamplona y organizado por la plataforma Padres Formados:

  • Juan Carlos Pérez-González y Neurociencia afectiva y social: emociones y cerebro, o de cómo cuando entiendes un poco cómo funciona el cerebro eres capaz de entender por qué tu hijo/a reacciona y se comporta como lo hace, y en consecuencia eres capaz de corresponder a la conducta de manera más adaptativa. Ya no son tiempos de hablar de los adolescentes y la edad del pavo o la hormona, sino de entender que si su corteza prefrontal no está totalmente desarrollada y su sistema límbico está desbocado no podemos pretender que se comporten como adultos. Es la hora de la escucha, de la presencia, de dar autonomía y confianza desde los límites y la paciencia, y siempre desde el amor incondicional.
  • Enrique G. Fernández-Abascal y Psicología positiva. Emociones y motivación, o de cómo entender que la motivación no funciona con zanahorias o palmaditas en la espalda, sino con la atención, el compromiso, las relaciones interpersonales, los logros y el significado vital.
  • Maite Garaigordobil Landazabal. Juego cooperativo para el desarrollo socioemocional, o de lo necesario e importante que es el juego en el desarrollo infantil, juego cooperativo y no competitivo, juego como fuente de placer, de libertad, que contribuye al aprendizaje, al desarrollo corporal, intelectual, social y afectivo, potenciando la imaginación y la creatividad.
  • Carlos Hue García y Los docentes: competencias emocionales, liderazgo y bienestar docente, o de la necesidad de docentes que sorprendan, enamoren, ilusionen, impresionen, fascinen, creen y ayuden a crear… y que enseñen a hacer amigos, fomentando la empatía, la autoestima, el autoconocimiento y el Ser.  Si encima lo compartes con tanto humor como lo hace Carlos el mensaje cala seguro.
  • Anna Forés y Resilencia: Crecer desde la adversidad, o de ver que el centro de nuestra vida no es lo que no funciona, sino la vida misma, que es importante ver y aceptar la herida, tener mentalidad de crecimiento, del todavía no pero a futuro igual sí, y darnos cuenta de que detrás de lo que se ve hay una historia, así como de que la confianza, la esperanza, el optimismo, el tú me importas, construyen personas resilientes.

Tuve el honor de terminar la jornada con un apartado para la consciencia, para entender cómo la atención plena puede ser el compañero en este camino emocional, dándome cuenta de cómo estoy, de desde dónde actúo, para de este modo pasar de la reacción automática a la respuesta libre, de la inconsciencia a la consciencia.

El objetivo es común, favorecer el desarrollo de una educación emocional que permita resolver las rabietas y conflictos desde los buenos tratos, promover familias emocionalmente competentes con estrategias más allá de la torta a tiempo o la zapatilla, que ni sirven, ni respetan y que solo demuestran escasez de recursos del que las utiliza.  Que hayan sido parte de nuestra cultura no es excusa para que sigan con nosotros. Podemos hacer una larga lista de barbaridades que se han hecho en la historia de la humanidad…

Sin olvidar la necesidad de poner límites, que no está reñido con los buenos tratos,  que la educación no es condicionamiento por miedo y que las consecuencias lógicas tienen más sentido que los castigos. No debemos confundir educar en la competencia emocional con la permisividad, con el “laisser faire”, porque no tienen absolutamente nada que ver. Evadirnos de nuestra responsabilidad parental es otra forma de maltrato.

Cuando como excusa nos aferramos al “a mí me daban y no tengo ningún trauma”, quizás no tengamos en cuenta que los traumas en la mayoría de las ocasiones no son visibles, ni conscientes, que todos tenemos un niño interior que sufrió con cada desprecio, con cada azote, con cada humillación, un niño interior que no ha crecido y que manifiesta esas heridas con síntomas que quizás no asociemos – porque nadie nos ha enseñado a asociarlos -, pero que pueden ser visibles en forma de malestar físico o emocional, comportamientos no deseados u otras manifestaciones… ¿Qué contribución queremos hacer al niño interior de nuestros hijos/as?

Si el tema te resuena, si quieres comprometerte con la labor educativa desde el conocimiento, desde el desarrollo de nuevas competencias emocionales, puede serte útil el libro de Leticia Garcés Larrea – pedagoga, experta en educación emocional y organizadora del Congreso comentado-, titulado: “Padres formados, hijos educados. Familias emocionalmente competentes y resilientes”.  Escrito en un formato accesible, con multitud de ejemplos reales con los que seguro que te identificas más de una y más de dos veces, se hace un recorrido por el conocimiento neurocientífico que nos ayuda a entender muchas de las conductas de nuestros hijos -base para poder manejarlas después-, y nos guía hacia la competencia emocional en el seno de la familia para desarrollar hijos resilientes, con inteligencia emocional, que sean fuente de aprendizaje y con vínculos afectivos seguros. Merece la pena.

Y como lo uno lleva a lo otro, no puedo dejar pasar la oportunidad de recomendar otro libro, en este caso “Profesionales portadores de oxitocina. Los buenos tratos profesionales” de Íñigo Martínez de Mandojana Valle, que en la misma línea de promoción del buen trato, -en este caso desde la visión de un educador social y psicopedagogo-, nos ayuda a desenredar conceptos, a aprender de los errores, a saber que no somos infalibles, a tener la humildad de reconocerlo y abrirnos a una nueva forma de generar posibilidades a través de esa oxitocina que proporciona el buen trato. Iñigo nos relata cómo acompañar, sin paternalismo arrogante, sin posicionarse en el papel de experto que todo lo cura. Y sobre todo, promueve la conexión desde el «sintonizar», desde ese baile sutil que se produce cuando las esencias se unen, cuando se logra ver más allá de las apariencias, del personaje construido, sabiendo que lo que es bueno para uno puede no serlo para otro. Escrito en un original formato comienza en el saber, sigue en el pensar y acaba en el hacer.

En ambos libros tienes una invitación para tejer relaciones bientratantes, sólidas y significativas, para crecer en competencia emocional y en estrategias de resolución. ¿De verdad quieres seguir en la zapatilla?

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *