¿Ser o no ser? ¿Esa es la cuestión?

Imagen: Rony Michaud  en Pixabay

La pregunta: ¿ser o no ser?, puede ser uno de los cuestionamientos existenciales más famosos: vivir enfrentándonos a circunstancias vitales calamitosas o morir y “aparentemente” acabar con todo. Las preguntas trascendentes sobre la existencia han acompañado desde siempre a los humanos. En Hamlet la duda que se plantea tiene que ver con la inseguridad acerca de que lo que pueda venir después de la muerte, es decir, que huir de la vida quizás no sea mejor que las circunstancias que estemos sufriendo, así que igual más vale seguir “aguantando”.

¿Tiene sentido la vida? ¿Qué pasa después? ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Dónde voy? ¿Cuestiones solo para filósofos?  ¿Espiritualidad? A veces el día a día nos come, nos parece que no hay tiempo para estos temas y la sociedad de consumo voraz no invita demasiado a la introspección. En ocasiones, la asociación con la religión nos puede hacer huir de preguntas profundas. Durante muchos siglos las religiones han podido ser – o pueden seguir siéndolo en algunas culturas- el poder dominante, infligiendo numerosas barbaridades en nombre de su “dios”, cada una asegurando que el suyo es el bueno, claro.  Y desde un punto de vista estrecho, considerando herejes a todos aquellos que cuestionen sus preceptos y extendiendo su poder a todo ámbito de conocimiento.

Este legado religioso ancestral junto con posibles experiencias traumáticas de una educación mal entendida, han podido contribuir a que en la construcción de nuestra identidad queramos distanciarnos lo más posible de la versión mística y nos coloquemos en el otro lado del péndulo, el de la razón, la erudición, el cientifismo y el materialismo extremo, considerándolos nuestra nueva “religión” y por tanto el nuevo poder que consideraría herejes a todos los que no lo sigan al pie de la letra.

Independientemente del lado del péndulo en el que nos coloquemos estaremos relegando el lado contrario a nuestra sombra, y no por eso desaparecerá, tomará diferentes formas en nuestra vida y no será fácil encontrar una existencia equilibrada y serena en ninguno de los extremos.

¿Cómo podemos ir entonces a ese punto medio en el que parecen estar las tonalidades más felices de la vida? La escala de grises puede tener que ver con descansar en el «no sé», con ver más allá de las apariencias, con cuestionar el «status quo» es decir, con revisar algunas de nuestras creencias:

  • Creer que solo existe lo que se puede apreciar con los sentidos. Si echamos un vistazo a la historia constataremos como gracias a la tecnología hemos ido siendo capaces de ver mucho más que lo que ven nuestros ojos, lo que nos tiene que invitar a ser humildes en lo que nos falta por descubrir, o en lo que quizás nunca demostremos por nuestras limitaciones humanas y que, sin embargo, seguirá estando ahí, como lo estaba aquello que antes no veíamos.
  • Creer que somos los reyes del planeta.  Es decir, creer que tenemos derechos sobre el resto de los animales, la flora o el agua. No nos viene mal de vez en cuando ubicarnos como un bichito más de la naturaleza a la que necesitamos y maltratamos como si no dependiéramos totalmente de ella y  que de seguir así en un futuro próximo prescindirá de nuestra presencia a través de lo que haga falta.
  • Creer que somos solo un cuerpo. ¿Un robotito formado por partes sin conexión entre sí? Pensemos en esas veces que un estado de ánimo afectó a nuestra salud, por ejemplo, aquella época de estrés o cuando ese disgusto nos bajó las defensas… o aquella época en la que teníamos la motivación tan alta que nada nos paraba.
  • Creer que hemos venido a madrugar, trabajar, comer, ver la tele, dormir y así sucesivamente hasta la muerte. Tenemos un cerebro programado para la supervivencia, pero si salimos de la inercia del piloto automático nos daremos cuenta de que podemos disfrutar de cada instante de una manera plena y experimentaremos la maravilla que es estar vivos en este planeta.
  • Creer que somos cuerpos humanos, algunos de ellos espirituales, en lugar de sabernos seres espirituales en una experiencia humana. Cuando renegamos de nuestra esencia espiritual, porque no encaja con la identidad que queremos construir, porque no es racional – es decir “inteligente”-, porque lo asociamos a los curas o monjas que no nos gustó como lo hicieron o por la razón que sea, inconscientemente estamos negando lo que realmente somos, nos alejamos de nuestra verdadera identidad y por mucho que lo hagamos no dejaremos de ser seres espirituales, solo que desconectados de nuestro Ser.

Tenemos un vehículo, un cuerpo, que tiene emociones, que tiene pensamientos, pero podemos observar todo eso desde una conciencia más amplia. Solo cuando nos dejamos de identificar con lo pequeño, nos damos cuenta de esa grandeza que somos. Y ser espiritual no es ponernos una túnica y cantar mantras, ser espiritual es ser conscientes y saber que hemos venido a tener una aventura humana para sentir, disfrutar, aprender, amar y vivir la vida en todo su esplendor.

La vida tratará de que nos demos cuenta de una forma u otra, querrá que recordemos lo que somos, que evolucionemos y superemos nuestra pequeñez y nos lo intentará mostrar con nuestros sucesos vitales. Podemos ignorarlo, evidentemente, y seguir “peleando”, resistiendo y sufriendo, o podemos ampliar la mirada y pasar al “Ser o Ser”, porque siempre somos, porque hagamos lo que hagamos somos,  y del mismo modo que la ola más allá de su forma sigue siendo mar, o la gota sigue siendo agua, nosotros más allá de nuestro cuerpo físico seguiremos siendo, por lo que «no ser» no solucionará nuestras calamidades terrenales.

Imagen: Manuela Milani en Pixabay

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¿Dónde me duele la vida?

Mientras más fuerte es el Ego, mayor es la probabilidad de que la persona piense que la fuente principal de sus problemas son los demás. Eckart Tolle

El viaje de la vida no es una travesía sencilla. Puede haber grandes baches, túneles oscuros y obstáculos, pero también subidas a pequeñas cimas y todo ello con diferentes meteorologías. A veces se avanza, parece que hace sol y de repente aparece una tormenta y te pillas en las mismas reacciones o situaciones de siempre.

El caso es que nos cuesta reconocernos en lo de fuera. Cuando las cosas van mal, cuanto más en el ego estemos más pensaremos que el problema tiene que ver con los demás. Cuanto más desconectados de lo que realmente somos estemos, menos capaces seremos de traducir el mensaje de lo que ocurre. Es fácil y humano pensar que las cosas van «mal» porque el gobierno hace esto o lo otro,  porque mi empresa tal o cual, mi salud es precaria, no tengo dinero, mi pareja no me entiende, mis hijos no son como yo quiero que sean, o la «gente» es esto o lo otro . Nuestra mente ha sido diseñada para ello: pensamiento incesante y en un alto porcentaje relacionado con criticar, recriminar, rumiar pasado o adivinar futuros…. En nuestro cerebro se van grabando circuitos neuronales con las creencias de cómo deberían ser las cosas y cuándo la realidad no se ajusta pienso que la realidad se equivoca.

Pero la realidad nunca se equivoca, la realidad es.  Y que sea no quiere decir que me guste, que me parezca justa o que esté de acuerdo, pero el tema es que es. La vida se expresa a través de lo nos ocurre fuera, se “materializa” en la realidad que vemos cómo forma de decirnos dónde enfocar nuestro trabajo personal. Y además lo hace insistentemente, de ahí que se nos repitan situaciones de pareja, trabajo, salud, económicas, etc. Ya lo decía Carl Jung  con su «a lo que te resistes persiste».

Nos distraemos cuando en lugar de ocuparnos de nuestros “dolores” nos enfocamos en los de otros. El mundo nos parece que está fatal porque los humanos que lo ocupan están fatal, pero pretender que el mundo cambie sin mi aportación no parece realista. El sesgo de correspondencia es un atajo cerebral defensivo que solo tiene en cuenta el contexto para justificar una acción propia. Un ejemplo de este verano: en una parada de autobús veo como dos mujeres hablan sobre covid, con la mascarilla bajada y fumando, y critican la situación de rebrotes porque los jóvenes no se toman en serio llevar la mascarilla. Incluso cuando apagan su cigarro siguen con la mascarilla bajada porque «hace calor y me ahogo».

Y ampliando el ejemplo podemos reconocernos en criticar el cambio climático por lo que hacen otros ; podemos decir a un hijo que  no grite gritando, o que no beba bebiendo…  Y ya se ha dicho toda la vida: nos resulta fácil ver la paja en el ojo ajeno… y así escapamos de resolver lo nuestro.

La vida nos duele en diferentes áreas y la mala suerte o las acciones de otros suelen ser las agraciadas con la responsabilidad, pero en el viaje hacia la madurez humana toca ver qué hago con mi túnel particular: ¿una enfermedad?, ¿un trabajo que no llena?, ¿un jefe o jefa déspota?, ¿problemas económicos?, ¿conflictos de pareja, hijos, familia, colega…?, ¿insatisfacción vital?

En la maleta de viaje hacia una mayor conciencia debemos incluir:

  • Atención: solo desde una mirada atenta podremos ver qué nos dice la vida a través de lo que nos ocurre y enfocarnos a ello, no despistarnos con lo de otros. Cuando tú cambias todo cambia y no se trata de grandes hazañas… cada pequeño pasito cuenta. Empieza por observar qué hay y qué estás haciendo con lo que hay.
  • Humildad: cuando creo que sé dejo de aprender. Cuando me cierro a nuevas perspectivas solo porque no cuadran con lo que mi mente egoica dice, estoy perdiendo la oportunidad de evolucionar. Ese ego ha sido condicionado por siglos de pensamiento y mucho contenido ya no tiene ningún sentido.
  • Valentía: seguir en un camino criticado por aquellos que no quieren tomarlo  requiere valor para no sucumbir a presiones de lo establecido. Qué los miedos de los demás no te contagien.
  • Sin olvidar incluir flexibilidad, paciencia, confianza, honestidad, decisión… un poco de locura y sentido del humor y mucho amor, hacia ti mismo/a y hacia los demás. En cada momento todos hacemos lo que podemos con el nivel de conciencia que tenemos, y perdonarnos y perdonar se hacen imprescindibles para no intoxicarnos con el veneno del resentimiento y la culpa.

La vida es una escuela y las lecciones que cada uno venimos a aprender son diferentes. El estudiante de biología no compara sus libros con el estudiante de filología inglesa.  Saben que cada uno tiene unas asignaturas que superar y se enfocan a ello. ¿Tienes identificada tu asignatura? Alguna pista:

  • Salir del control, el perfeccionismo y la rigidez
  • Poner límites, saber pedir, quererte
  • Soltar el qué dirán y la preocupación por la imagen
  • Ser uno mismo y seguir un camino diferente al establecido
  • Practicar la generosidad y el desapego material
  • Superar miedos
  • Dejar de malgastar dinero y energía en narcotizarte con lo externo para volver la mirada hacia dentro
  • Respetar al planeta y a todos los seres que lo habitan
  • Abrirte a la diferencia para construir en la cooperación y no desde el individualismo
  • Salir del «sofá» y poner en marcha de una vez tus talentos

Hay tantas asignaturas como personas, pero también hay algunas que podemos considerar troncales en la carrera de la vida:

  • Encontrar el propósito vital
  • Ser felices independiente de lo que pase fuera
  • Aprender a amar todo como parte de nuestro camino y de  lo que hemos venido a hacer

Enfoquémonos en nuestras lecciones de vida, son únicas y especialmente diseñadas para nuestra evolución. Nuestros “dolores de vida”, esa crisis o ese túnel que parecen no tener salida, pueden ser la puerta de entrada hacia una vida más plena… si sabemos ver el mensaje que traen.

Lidiar con la incertidumbre

Todos los días haz algo que te dé miedo. Eleanor Roosevelt

El pasado miércoles 17 de Junio tuvimos el primer taller presencial en el Grupo Prema tras el confinamiento por el covid-19. Aunque con aforo limitado, por fin pudimos sentir esa energía que se genera con el grupo en lo presencial. Hemos estado en contacto virtual durante el confinamiento y nos ha venido bien, pero es la conexión y la presencia con el otro lo que realmente nos nutre y enriquece.

Y el tema elegido para este nuevo comienzo no podía ser otro que la incertidumbre, esa compañera de viaje que nos acompaña constantemente en nuestro caminar vital y ahora más si cabe por las circunstancias que rodean esta crisis. Y sin embargo, más allá del miedo puede estar nuestra vida mejor.

En la sesión reflexionamos sobre la búsqueda perpetua de una seguridad y control ilusorios como parte del adn humano. Salimos de lo mental para comprender la incertidumbre a un nivel más transpersonal, lo que nos ayuda a instalarnos en la confianza y sentir la vida como la escuela que es.

Practicamos a través del cuerpo, de la respiración, del movimiento y de la meditación para generar ese sosiego mental que nos permite conectar con nuestra esencia.

En este vídeo Javier Prieto y yo charlamos sobre el tema…

Ya estamos pensando en el nuevo curso así que si tienes interés en asistir a los talleres de bienestar reserva tu plaza cuanto antes porque tendremos menos. Mientras tanto ¡disfruta del verano!

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Canas, creencias y comprensión

“He cuidado atentamente de no burlarme de las acciones humanas, no deplorarlas, ni detestarlas, sino entenderlas” Baruch Spinoza

Hace ya bastante tiempo que tenía en mente ir hacia mi pelo natural, es decir, dejarme las canas que por genética y edad me tocan. El punto de inflexión fue junio del año pasado, al compartir habitación y diez días de riguroso silencio con un maravilloso grupo de mujeres, muchas de ellas con canas. Mi mirada hacia el pelo blanco mutó en esos días de contemplación. De verlas como un desconchón a pintar cuanto antes, a verlas bellas. Así que entre las muchas cosas que se despertaron esos días, surgió la decisión, intrascendente en apariencia, pero vistas las reacciones que suscitó igual no tanto.

Así, cuando de vuelta a la rutina tras el retiro comentaba mi “intención” entre mi círculo de amigos/familia, recibía frases que -medio en broma, medio en serio- sugerían desechar la idea:

  • Ni se te ocurra, todavía es pronto
  • Te vas a echar 10 años encima
  • Vas a parecer una dejada
  • Hay que cuidarse
  • Entonces tendrás que llevar el pelo muy corto
  • Si haces eso, no digas que eres de mi edad

Lo curioso es que a veces estos comentarios venían de hombres con canas y si les preguntabas el porqué ellos no se teñían, la respuesta era unánime: “los hombres es distinto”. Es verdad. A los señores de cierta edad con canas solo se les critica si se tiñen.

Entonces, ¿qué hay detrás de estos comentarios “bienintencionados”?

En primer lugar, un buen puñadito de creencias:

  • En particular, sobre lo que un hombre o una mujer es “correcto” que hagan o dejen de hacer, y en general, sobre lo que está aceptado socialmente como apropiado en este instante de la historia.
  • Sobre la necesidad de no mostrar aquellos signos que puedan dar pistas sobre la edad cronológica. Lo «antiedad» vende.
  • Sobre que “cuidarse” muchas veces tiene más que ver con la apariencia externa que con el interior y en consecuencia, sobre el valor que se da a la imagen y al qué dirán.

En segundo lugar, un miedo atroz a envejecer y seguramente, si escarbamos un poquito más, a la muerte.

Las creencias, nuestro mapa mental, dominan nuestra vida. No solemos ser muy conscientes, pero como dice el dicho: “cuando Juan habla de Pedro, dice más de Juan que de Pedro”. Cada juicio que hacemos habla de nuestra personalidad construida, de ese personaje o ego, de la máscara con la que salimos al mundo. Si estamos en la inconsciencia, en la identificación absoluta con el personaje, podemos tomarnos una creencia que no esté en nuestra base de datos como una afrenta personal, como un fallo del sistema que debe subsanarse cuanto antes y borrarse de esas bases de datos que nos intentan decir otra cosa.

Y saliendo del banal ejemplo de las canas llevémoslo a la vida. Cada vez que alguien exprese una opinión que no coincide con las de tu base de datos o seas tú el que emitas un juicio ante algo que tú no harías, observa tu sentir, párate un momento y respira conscientemente.  A veces un instante es suficiente para darnos cuenta de que detrás de esa opinión están nuestras creencias, deberías, exigencias, miedos, conflictos y sufrimiento no resueltos. A menudo desconocemos lo qué hay detrás de nuestros temas y  mucho más lo que hay más allá de opiniones, emociones o acciones/reacciones ajenas, pero ese juicio que lanzamos habla del software que tenemos instalado, de las gafas con las que vemos el mundo.

Alumbrar nuestro miedo, nuestra vulnerabilidad, reconocerlos y aceptarlos, nos ayudará a atravesarlos y a conectar con nuestra fortaleza interior. En ese momento actuaremos libres, en conexión con nuestro Ser, desde nuestra impertubable paz interior. Ser capaz de entender el miedo y el sufrimiento del otro nos permitirá dejar de ver ofensas hacia nuestra base de datos y salir al mundo desde el amor que somos. Y quizás, solo quizás, si nos abrimos a lo nuevo, si relajamos nuestra mirada, podemos soltar algunas de esas creencias que nos limitan y aligerar nuestra maleta mental para seguir hacia adelante en el viaje de la vida.

Te dejo un par de imágenes de mi look actual :-)… Y echa un vistazo a otros looks canosos aquí ¿Qué te sugieren?

Imágenes: Sara Jmz. de Aberásturi

Humanizando el desafío

Imágenes: Toya Pérez

Lo que se necesita en estos tiempos desafiantes es precaución, no pánico. El pánico es paralizante. Sadhguru.

Nos os toquéis, no os miréis, no os visitéis, no os mováis. Soledad. Soledad en la vejez, en la enfermedad, soledad en la muerte y en los funerales, soledad en la angustia por no tener trabajo, por no tener dinero para la próxima compra. Ansiedad, miedo como acompañante del virus. De sanitarios, de reponedores, cajeras, y otros muchos trabajadores esenciales que no encuentran el apoyo y los medios para hacer su trabajo. De profesores para llegar a sus alumnos sorteando críticas. De familias uniparentales que hacen malabares con trabajo, cuidado y labores de casa. De niños y niñas en situaciones de desprotección. De mujeres conviviendo con agresores. De ancianos que temen vivir así lo que les quede de vida. De los dirigentes y sus decisiones. Pero ¿qué pasa con la deshumanización en este intento de «protección»? La posición de buen ciudadano parece diseñada para cumplir con todo lo que nos deshumaniza, porque parece ser por el bien de todos. Y quizás esto es lo que se debería poner más foco, pero nos distraemos con la crítica de unos y otros, nos dispersamos y nos separamos.

Muchos consejos de choque para combatir al covid19: guantes, mascarilla, desinfectante, mamparas, vacuna… queremos un escudo protector que nos haga de burbuja para salvarnos. Burbuja que nos separa, que no deja que nos abracemos, nos besemos, bailemos, nos divirtamos, incluso no quiere dejar ver nuestra sonrisa no vaya a ser contagiosa también. Divide y vencerás. Salvar nuestro cuerpo parece conllevar vender nuestra alma.

El que durante un tiempo y en ciertas circunstancias sean necesarias esas medidas de protección no puede hacer que perdamos de vista el bosque. El bosque de la desigualdad, de los intereses económicos, de la destrucción del planeta, no olvidemos que no hacemos falta en la naturaleza y sin embargo ella nos hace tanta falta…

Y no vayamos a culpar al que se salta la “buena norma”, ni siquiera al que la ha establecido… cada uno lo intenta hacer lo mejor que puede y sabe en ese momento, aunque es evidente que cada uno lo haríamos de una forma diferente y que en el futuro posiblemente cambiaríamos de forma. La mirada tiene que ir mucho más allá. Una mirada que nos permita despertar a que las cosas tienen una apariencia y un sentido profundo y nos estamos perdiendo esta profundidad discutiendo sobre lo mal que lo hacen los políticos, los corredores o los vecinos.

Y ¿dónde está la clave entonces?  En:

  • Darnos cuenta de que debemos unirnos. Remar en la misma dirección. Tener en cuenta que hay personas con más o menos miedo y tratan de hacer las cosas lo mejor que saben o pueden, aunque el mejor de unos no sea el mejor de otros, pero no queda otra que darnos cuenta que lo que hagamos a los demás nos lo hacemos a nosotros mismos porque más allá del cuerpo somos uno.
  • Ir hacia un objetivo que debería ser común, un mundo más humano para todos, no para una élite insaciable. Y todos incluye a todos los seres sintientes, nuestros compañeros de viaje en el planeta, a los que maltratamos en nuestro beneficio sin ni siquiera ser conscientes.
  • Potenciar lo que nos hace humanos. La conexión, la compasión, la solidaridad,  el amor… cuestionarnos cómo queremos aparecer en los futuros libros de historia, ¿cómo los que se encerraron en burbujas para sobrevivir unos pocos o los que se dieron la mano para vivir todos en un mundo mejor?
  • Recordar que la tierra tiene recursos para todos si cada uno tomamos solo lo que necesitamos, sin acaparar, sin consumismos sinsentido, sin crearnos necesidades absurdas porque una pantalla nos lo intente colar subliminalmente.

Trabajar nuestro interior nos ayudará a fortalecer nuestro escudo protector. Todas las emociones relacionadas con el amor, la solidaridad, la compasión, la gratitud… nos ayudarán a elevar nuestro sistema inmunitario. Las asociadas al miedo, el enfado, la crítica, la queja, el rencor, la envidia… nos lo debilitarán.

Usemos mascarilla donde sea necesario, pero fortalezcamos nuestra mascarilla interior trabajando la consciencia, la humanidad compartida y la solidaridad. Recordemos que cada juicio que hacemos del otro deja al descubierto nuestra herida, así que potenciemos la comprensión de que si trabajamos en mejorarnos a nosotros mismos, mejoraremos el mundo.  Demos ese pasito atrás para observarnos, para salir del sufrimiento del ego y conectar con el bienestar de nuestra esencia común.

La salud más allá de la enfermedad

  1. Un hombre sabio debería darse cuenta de que la salud es su posesión más valiosa. Hipócrates

Desde el modelo biomédico se entiende la salud como la ausencia de enfermedad. La enfermedad tiene un origen biológico, la mente tiene poco o nada que ver con el cuerpo físico y la responsabilidad total está en manos del médico que manda y el paciente que padece y obedece.

Desde el modelo biopsicosocial la salud es un completo estado de bienestar físico, mental y social. La enfermedad es multifactorial, la mente y el cuerpo son una unidad, por tanto en constante interrelación y la responsabilidad en la salud se extiende no solo a los profesionales, sino a todos, promoviendo la adopción de responsabilidades personales. Desde este modelo, tan importante para estar sano es tener en cuenta la dieta, el ejercicio o la higiene de sueño, como la vida social y el estado mental/anímico de las personas, es decir pensamientos, creencias, emociones, relaciones y un largo de etcétera de factores más allá de lo puramente biológico.

Y todos, o casi todos, parecemos estar de acuerdo en que tiene sentido, pero la realidad es que a pesar de que la OMS definió este modelo en 1948, por el momento sigue siendo más teórico que práctico.  Un sistema que busca el beneficio económico por encima de todo, una sanidad mermada por recortes y una sociedad que en gran parte todavía quiere que le curen desde fuera, no conforman un terreno fácil para un modelo integrativo.

La sociedad española lleva en casa 5 semanas como medida preventiva ante la pandemia de covid-19, para prevenir el colapso de un sistema sanitario que se sabía no podría con urgencias masivas. Se han tomado decisiones «biomédicas» de choque y, aunque resulta fácil criticar porque somos listos después de visto y de mirar fuera, no es momento de juicios ni reproches, es tiempo de avanzar, de dar paso a decisiones «biopsicosociales» que como sociedad nos prevengan de las consecuencias que a nivel mental y emocional, la ausencia de vida social y aireada nos pueda traer.

No serán pocas las familias que estén viviendo una auténtica tortura y enfermar de coronavirus puede ser el menor de sus males. Las condiciones en cada hogar son tremendamente diferentes: tener casa grande, jardín, despensa llena y compañía familiar en equilibrio ayudan y mucho.  Y entonces,¿qué podemos hacer mientras se toman estas decisiones «biopsicosociales» globales? Quizás llevarlas a nuestro terreno particular:

  • A nivel físico: trabajar la escucha a nuestro cuerpo y darle lo que nos esté pidiendo… y habrá días que nos pida movernos, otros descanso, otros comida sana y otros pues más chatarrosa, pues muy bien, y habrá días que nos dirá «te has pasado» y otros que «te falta algo», pues freno de lo que sea que me he pasado y caña a lo que me falte… sin culpas, sin autoexigencias, más bien con adaptación a lo que se pueda, más atención y escucha sabias.
  • A nivel emocional: permitirme lo que haya. El enfado, la tristeza, el miedo… cuando no estoy bien y también la alegría, el agradecimiento, el disfrute… cuando lo hay. Cada instante es diferente y la aceptación de lo que haya es fundamental, básicamente porque ya está aquí y resistirnos desgasta. Y permitirme no es dar rienda a mis instintos básicos y soltar mi basura emocional por la ventana. Permitir es observar, sentir, ser consciente, dar espacio, sostener, aceptar, respirar y dejar ir, y no tiene porqué ser en este orden.
  • A nivel social: ¿puedo hacer algo por alguien? ¿Puedo ayudar de alguna manera a una vecina/o, a la tienda del barrio, a un familiar en apuros? ¿Soy yo el o la que necesito pedir ayuda? A veces puede valer con una llamada, con hablar y sacar, o escuchar al otro sin juicio, con hacerle saber que estás para lo que necesite o que lo necesitas… y otras habrá que actuar en la medida de las posibilidades. Y las videollamadas a 20 pueden estar bien para un rato de risas, pero la línea directa y personal puede obrar milagros.
  • A nivel transpersonal: ¿puedo ir más allá del asunto y ver qué aprendizaje tiene para mí esta crisis? Quizás me haya reconectado con nuevas personas, o conmigo mismo, o con situaciones, aficiones, retos, oportunidades… que a primera vista no me parecían que tuvieran mayor trascendencia pero pueden ser la base de mi nueva normalidad. ¿Me he dado cuenta de lo que echo de menos, de lo que no, de lo que valoro más ahora, de hacia dónde me gustaría encaminar mi vida? ¿Qué estoy aprendiendo? ¿Me siento parte de un todo en búsqueda continua de equilibrio?

Tiempos nuevos, tiempos de reflexión y de atención plena para una mayor consciencia. Sobre todo para ver más allá y tratar -como personas y como sociedad- de aprender a construir un mundo mejor pero no para unos pocos, sino para todos.  Y aunque el trabajo empieza en uno mismo, nada podremos hacer solos, debemos remar a la vez. Pero mientras el barco no zarpa podemos enfocarnos en lo que ahora tenemos cerca, agudicemos la atención para ser capaces de verlo.

Para terminar, te dejo un poema de Steve Taylor que nos invita a descansar en el presente, el lugar menos habitado del planeta y donde podemos encontrar nuestras respuestas. Si pinchas en el enlace leerás la presentación de su último libro que tiene muy buena pinta.

El único lugar

Cuando el futuro está lleno de temor
Y el pasado lleno de pesar
¿Dónde puedes refugiarte excepto en el presente?

Cuando remolinos de pensamientos atormentadores
te hacen retroceder a las barricadas de la cordura
el presente es el centro tranquilo donde descansar.

Y poco a poco, mientras descansas ahí
los molestos pensamientos y temores se disuelven
como sombras encogiendo bajo el sol del mediodía
hasta que no necesitas ya más refugio.

El presente es el único lugar
donde no hay dolor creado por el pensamiento.

El presente es el único lugar.

Steve Taylor

10 recursos para el bienestar psicológico en tiempos de crisis

Las crisis hacen que nuestros cimientos tiemblen… surgen miedos y otras emociones y enredarnos en nuestra cháchara mental no ayuda.

En el siguiente vídeo podrás encontrar 10 recursos que podemos trabajar para mejorar nuestro bienestar psicológico en tiempos de crisis… y en consecuencia para mejorar nuestro bienestar global, porque nuestro bienestar físico también se incrementará.  Todo lo que hagamos en un nivel repercutirá en el otro.

Te dejo los recursos y el vídeo explicativo, espero que te sirva.

  1. COMPRENDE LA CRISIS
  2. SAL DE TU MENTE
  3. CONECTA CON TU EMOCIÓN
  4. POTENCIA TU RESILIENCIA
  5. RESPIRA… BIEN
  6. MÍMATE
  7. ACEPTA
  8. PRACTICA LA COMPASIÓN
  9. SAL DE LA HIPERACTIVIDAD
  10. ELIGE CRECER

Resistiré… y ¿si no lo hago?

Emily Pearl Kinsgley, guionista de Barrio Sésamo y madre de un niño con Síndrome de Down escribió un cuento en 1987 titulado “Bienvenidos a Holanda”.  En él narraba la frustración de unos «viajeros» que habían elegido Italia como destino de vacaciones, preparando el viaje con ilusión y detalle, y al aterrizar el avión en el que se dirigían a su destino soñado son recibidos con un “bienvenidos a Holanda”, como metáfora de tener un bebé con discapacidad . En el cuento se invita a tomar conciencia de si merece la pena lamentarse eternamente por no estar en Italia o disfrutar y aprender de lo que pueda ofrecer Holanda.

Y todos somos conscientes de que la vida muchas veces nos lleva a Holandas no planificadas. No serán pocos los que en estas fechas cercanas a la Semana Santa y en pleno “retiro covid-19” hayan visto sus vacaciones canceladas por no hablar de negocios truncados y un largo etcétera de situaciones ni buscadas, ni deseadas.  El hecho de que se amplíe el estado de alarma dos semanas más, nos lleva a otra pequeña Holanda, la de la incertidumbre de cuándo acabará realmente, la del hastío por tener que continuar en una rutina que quizás no sea la que nos apetece tener por las razones que sean.  A nivel emocional podemos tener días mejores… pero es normal tener también días malos, difíciles o terribles, cuando la desilusión, la enfermedad o incluso la muerte entran en escena.

Habrá casos en los que nos costará lidiar con ese estado de ánimo y será de gran ayuda que contactemos con un profesional de la psicología que nos inspire confianza. En otros casos, podremos gestionarlo por nosotros mismos con una mirada diferente, tomando distancia de la esa emoción difícil, observándola, poniéndole nombre, dejando que se exprese, sosteniendo lo que nos traiga y “respirándola”, para dejar que poco a poco se vaya cuando  haya cumplido su función. Cuando etiquetamos una emoción vamos de lo analógico – la emoción –  a lo digital – el lenguaje – (Pennebaker, 2011), organizando una narrativa diferente, lo nos ayuda a entender la situación de otra forma.

Soy muy fan de la escritura terapéutica como medio de expresión emocional para “sacar” lo que a veces no sabemos soltar de otra forma.  Consiste en tomar papel y boli y comenzar a escribir lo que en ese momento surja en nosotros. Sin filtro, sin estilo literario, sin buena caligrafía… lo importante es que fluya, dejando que emociones, pensamientos y sentimientos profundos asociados surjan sin pretender frenarlos o cambiarlos.  No es extraño que si estamos tristes o enfadados escribiendo parezca que la tristeza o la ira aumentan, pero cuando terminemos notaremos cierta liberación, que irá a más cuanto más saquemos. Si además lo hacemos en tercera persona nos permitirá tomar otro punto de vista, hacer una reflexión diferente de nuestra narrativa.

Escribir nos ayuda a pensarnos, a expresar, a liberar, ampliando la visión de nosotros mismos abriéndonos a otras posibilidades, lo que nos permitirá generar otra historia de lo que estamos viviendo y quizás hasta encontrarle un sentido o un aprendizaje. No hace falta que guardes lo que has escrito si no quieres… puedes quemarlo, tirarlo, como liberación final. Borges utilizó la escritura para superar su insomnio y a Sting escribir sus memorias le ayudó a superar una infancia difícil al ocuparse y ordenar sus acontecimientos vitales…

¿Y que nos puede enseñar esta “Holanda” de retiro forzoso? A nivel global quizás nos enseñe nuevas formas de funcionar, pero nada cambiará si no lo hacemos a nivel individual. Te propongo un ejercicio de introspección sencillo: coge ese cuaderno de bitácora en el que vas a plasmar tus tribulaciones y:

  • Primero: detalla todo aquello que realmente y de una manera intensa echas de menos del exterior
  • Segundo: lo que no echas de menos de tu vida previa…
  • Tercero: relacionado con el segundo, ¿qué estás valorando de este “retiro»?

Venga, empiezo yo… Echo de menos ir al monte, pasear por la naturaleza, ir a Maeztu, pasar un día en la playa, juntarme cara a cara con mis padres, hermanos y demás familia, ir a yoga y las meditaciones con mis grupos, bailar con mis amigxs…

No echo de menos mi agenda repleta… de trabajo, eventos, compromisos, planes infinitos de lunes a domingo… correr al trabajo, llegar tarde a casa… no tener tiempo para mí y los míos…

Y por tanto, valoro el tiempo con mi familia, compartir la cocina y la mesa todos los días, dormir más, leer, escribir, tener tiempo para ordenar los armarios y sacar todo lo que ya no utilizo… Valoro no tener que coger el coche, no tener que salir de casa por las mañanas para ir a trabajar, compartir series con mis hijas… etc etc

En resumen, este ejercicio nos puede ayudar a plasmar en papel cómo nos gustaría que fuera nuestro día a día cuando esto termine. Porque terminará, pasará y podremos haberlo utilizado para mejorar nuestra vida, para conocernos un poco más y subir unos escalones en nuestro desarrollo personal o para seguir en una rueda de hámster de correr y correr sin saber muy bien a dónde vamos. Podemos prepararnos para -en la medida de lo posible- potenciar lo que quiero de más y lo que quiero de menos en mi vida.

Kinsgley, E.P, (1987) Bienvenidos a Holanda

Fernández, E. (2013) Invitacion-a-la-escritura-terapeutica : Ideas para generar bienestar. International Journal of Collaborative Practice.

Dejar de hacer ¿misión imposible?

Tras mucho andar, mucho parar. Refranero castellano.

Podemos hacer mil y una lecturas diferentes de esta situación que estamos viviendo con la crisis del covid-19.  Podemos buscar causas diversas, en cada lugar realizar acciones diferentes y cada persona mostrará reacciones distintas según su personalidad, vivencia o situación particular.

Cómo personas diferentes, con experiencias, miedos, creencias y niveles de consciencia diferentes, trataremos de superarlo de la mejor manera posible. En algunos casos nos confrontará con situaciones límite, incluso con pérdidas  o situaciones muy angustiosas a nivel personal y laboral y hará falta una buena dosis de resiliencia. En otros, viviremos un confinamiento obligado pero tranquilo,  en unas casas mayoritariamente bien equipadas y con neveras surtidas, pero que aún y todo puede generar incomodidad en ciertos casos.

En todas y cada una de las situaciones no nos quedará otra que trabajar la aceptación del momento presente sea el que sea. Aceptación que no resignación, que no estar de acuerdo, que no que nos guste, que no pasividad o desapego emocional. Aceptación para no resistirnos, para no pelearnos con lo que hay, para no desgastar nuestra energía limitada en lo que no se puede cambiar y derivarla a lo que sí puede cambiarse.

Aceptación de que nuestra vida habitual ha cambiado y ahora, en el mejor de los casos no nos olvidemos, nos toca parar. Para muchas personas están siendo días de actividad frenética por sus trabajos y para otras una innegable oportunidad para la pausa. Y lo que podemos cambiar y trabajar es como nos enfrentamos a esta parada. Durante las últimas semanas se han multiplicado exponencialmente las opciones para “hacer”:

  • Sugerencias mil de cómo invertir tu día: manualidades, juegos, recetas, limpieza general…
  • Ofertas online de todo tipo: gimnasia, entrenamientos varios, baile, yoga, meditación, terapias…
  • Videollamadas con tu familia, tu trabajo, tu cuadrilla, tus primos…
  • Convocatorias de aplausos, discotecas de patio, nuevos grupos de whatsapp, telegram…
  • Sin olvidar las redes sociales o los medios de comunicación que por supuesto están en ebullición.

Y todo esto está muy bien, por supuesto que sí, todo tiene cabida y además es maravilloso ver como las personas intentamos poner al servicio lo que creemos puede ayudar a otros en estos momentos difíciles, o como seguimos en contacto virtual con nuestros allegados tratando de dar un punto de normalidad a la anormalidad. Dedicarnos también a aquellas faenas que teníamos aparcadas en casa, limpiar, sacar… tienen ese componente purificador para abrirnos a lo nuevo.

La reflexión que me ha surgido hoy es: ¿estamos yéndonos de nuevo a la hiperactividad, casera o virtual como escape?

Venimos de unas vidas ajetreadas, de correr a todo, de no tener tiempo para nosotros y esta parece una buena oportunidad para parar. Venimos de una vida de buscar fuera, de prisas en pos del éxito, dinero, poder, títulos… en la que el hacer prima sobre el ser y esta parece una buena alternativa para cambiar la mirada hacia el interior.

¿Seremos capaces de aprovecharla?

Dejar de hacer no siempre es fácil cuando se viene de donde se viene. Va también con tipos de personalidad, pero vivimos en una hiperactividad general incompatible con parar. Quietud, silencio, no hacer nada… no siempre es fácil, la tendencia es a buscar pasa-tiempos.

Con mi grupo de amigas hemos llamado al confinamiento retiro y a mi modo de ver realmente tiene un matiz mucho más agradable. Un retiro es una oportunidad de parar, de mirar hacia dentro, de vivir una experiencia diferente, de acoger con amabilidad todo lo surja, aunque a veces sean pensamientos o sentimientos desagradables, y en última instancia expandir nuestra consciencia.

Es humano enfadarnos, querer que acabe, buscar culpables, entristecernos, tener miedo, aburrirnos… ir al pasado que teníamos o inventar el futuro que nos espera. El aprendizaje viene cuando reconocemos todo eso, lo observamos y dejamos de identificarnos con pensamientos, sensaciones o emociones, para tomar consciencia de que somos mucho más, de que tenemos opciones para vivir estos momentos desde la mente hiperactiva o desde el ser que observa, de que podemos confrontar y rechazar una realidad que ya está aquí, o fluir con ella para ver que es lo que trae para mí, para Comprender con mayúsculas.

De esta situación, como de cualquier crisis:

  • Podremos salir reforzados a pesar del desgaste, del cansancio o de lo difícil de la experiencia que nos esté tocando vivir, cuando sacamos partido de la adversidad.
  • Podremos conocernos, buscar nuestro propósito, redefinir nuestras prioridades.
  • Podemos buscar el para qué, o quedarnos atrapados en el porqué, o en como tenían que haber sido las cosas.
  • Podemos remar en la misma dirección para entre todos llegar a buen puerto, o limitarnos a criticar, juzgar, culpabilizar y jugar al “después de visto todo el mundo es listo”.
  • Podremos crecer hacia una mayor bondad, solidaridad y compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás.
  • Podemos mirar hacia adentro para conectar con lo que de verdad quiero para mi vida o seguir en el sobre-ocuparme y correr sin saber muy bien hacia donde voy.

La oferta está ahí, aprovechemos lo que creamos que va con nosotros en este momento, pero tratemos de no perdernos en el hacer inconsciente, ese capítulo lo tenemos muy trabajado ya.  Que este respiro que estamos dando al planeta, sea también un respiro para todos los que estamos en casa, sea una oportunidad de cuidarnos, de descansar, de querernos, de mirarnos y conocernos para que a la vuelta seamos un poquito más conscientes y estemos preparados para hacer del mundo un lugar mejor.

Tómate una pausa …

 

 

Reencontrándonos con la Naturaleza

Las sextas jornadas de Psicología Transpersonal  y Espiritualidad celebradas este fin de semana en Tudela han puesto esta vez el foco en la necesidad de reencontrarnos con la Naturaleza. Naturaleza con mayúsculas porque no se trata de ir de picnic el domingo al campo… se trata de volver a conectarnos con lo que somos, porque a pesar de habernos percibido fuera, nunca hemos dejado de ser Naturaleza.

Como nos recuerda José Luis Escorihuela “Ulises”, el punto de partida para ir hacia una sociedad más ecológica sería darnos cuenta de quiénes somos realmente. Debemos entrenar la atención, crecer en consciencia, para recuperar esa conexión con la totalidad, para apreciar lo que las personas hacen bien y salir de la queja, para cocrear un mundo mejor en el que el amor sea parte imprescindible de la ecuación, sanando las heridas que nos permitan volver a equilibrarnos y recuperar la salud que el desequilibrio nos ha provocado.

Koldo Aldai nos ayuda a recordar las leyes universales  que rigen nuestra vida aunque no nos percatemos de su existencia. La Madre Tierra es la viva encarnación de la ley del amor:  la Naturaleza nos regala sol gratis para todos, frutos, flores, oxígeno… de manera incondicional, con generosidad infinita. La ley de causa y efecto nos invita a sembrar lo que queremos recoger en el futuro, a dar lo mejor de nosotros para crear una nueva civilización basada en la colectividad y en una auténtica sostenibilidad más allá de la moda de la palabra.

La Naturaleza nos llena de energía, nos ayuda a elevar nuestra vibración a nutrirnos emocionalmente, nos lleva a la comunión con cuánto es. Y ello nos debería llevar a devolverle todo ese amor incondicional, a cuidarla, a respetarla, dejando atrás el maltrato, la explotación, el creernos dueños y aprovecharnos de los recursos para nuestro lucro.

Debemos ser el ejemplo que queremos ver en el mundo: responsables, coherentes, fieles a la solidaridad universal… defendiendo con alma. El combate y el odio contaminan y alimentan más odio.

Como nos recuerda Thich Nhat Hanh, debemos despertar al hecho de que la vida es un milagro, vivir con conciencia y gratitud, generar paz y compasión, poniendo amor y ternura en todos los pasos que demos sobre la Tierra.

Gustavo Duch nos extiende su receta vital: “cada día consuma dos o tres conversaciones; retire de las comidas la rapidez y las prisas; escuche a su cuerpo cada ocho horas; grite profundamente frente a una injusticia o colectivice sus luchas. Y me llora todas las penas y me ríe sin límites”.

Y nos muestra las consecuencias de un modelo agroindustrial que se acaba porque agota los recursos, aniquila especies y anula la dignidad en las condiciones de los trabajadores del campo. Desde las pantallas de las ciudades es difícil darse cuenta de la finitud del planeta, se hace necesario volver a una vida rural ecodependiente y en comunidad.

El testimonio de Carlos Cañaverales de una vida autosuficiente, en contacto con la naturaleza, fuera de lo convencional, nos hace plantearnos si tienen sentido muchas de las necesidades que nos creamos… Muchas de ellas tienen que ver con creencias, con miedos… y otras con nuestra falta de tiempo. Nos llenamos de cacharros que se supone nos facilitan la vida, pero quizás la vida sería más fácil si simplemente tuviéramos más tiempo. Estamos hipnotizados con los mantras que los medios de comunicación y el marketing nos instalan y urge despertar

La Naturaleza está en continua transformación y nosotros como parte de ella también. Queremos seguridad, calma… pero las tormentas son necesarias. No queda otra que abrir la mente y explorar nuevos escenarios de vida que no destruyan lo que somos.

Félix Rodrigo Mora agita conciencias, nos hace plantearnos cuanto de lo que creemos que sabemos no es más que adoctrinamiento limitante. Su punto de vista invita a la experiencia, a la reflexión, a un pensamiento libre, a un individuo capaz de desarrollar las capacidades innatas del ser humano: fortaleza, voluntad, autoconstrucción, vigor, amor y sentir profundo.

Odile Fernández es la prueba viviente de que podemos aceptar los diagnósticos pero nunca los pronósticos. Con 32 años y un pequeño de 3 años fue diagnóstica de un cáncer de ovario con metástasis con el que se supone que no podría vivir mucho tiempo.  Pero no se conformó. Cambió su alimentación y estilo de vida, hizo todo lo que estaba en su mano y no solo sobrevivió sino que tuvo 2 hijos más y hoy, 10 años después, se dedica a divulgar lo que aprendió en el proceso: que tenemos mucho que aportar en el proceso de sanación.

La enfermedad es multifactorial. Cuantos más boletos compremos, más probabilidades tendremos de ganar la rifa: tabaco, alcohol, ultraprocesados, dieta insana, sueño insuficiente, obesidad, estrés, comer rápido, sedentarismo, emociones no gestionadas, falta de propósito vital, en algún caso genética y por supuesto carcinógenos externos – contaminación, pesticidas, radiaciones, etc –  que puedan estar en nuestra vida.

En sus libros comparte la dieta que le ayudó a superarlo así como consejos de estilo de vida que en su caso fueron determinantes.

Algún día tendremos la medicina integrativa que defiende Odile, que trate las personas en lugar de las enfermedades, que las escuche, las acompañe… desde un punto de vista holístico. Mientras tanto caminaremos en la promoción de una expansión de la conciencia, de la atención a quiénes somos de verdad, primer paso hacia esa nueva era, esa nueva civilización que deja atrás un paradigma de desconexión y  destrucción de la Naturaleza, de autodestrucción en realidad. Estas jornadas son siempre una dosis de entusiasmo y motivación para ello. Gracias a todas las personas que las hacen posibles.

Y termino con este texto de Carlos Espín que Gustavo Duch nos recordó:

“El árbol antena”. De “Cosechas. Relatos de mucha gente pequeña”, de Gustavo Duch.

Con Koldo Aldai en los cines Moncayo de Tudela:

Con Vali (de Valiente) en Los Fayos, en casa de mis amigos Rocío y Txutxín:

 

Insomnio y ansiedad

Un pájaro posado en un árbol no tiene miedo de que la rama se rompa, porque su confianza no está en la rama sino en sus propias alas. Anónimo.

Este fin de semana han confluido en mi agenda dos cursos: uno sobre las intervenciones psicológicas en los trastornos del sueño y otro sobre la ansiedad, desde un punto de vista psicológico sí, pero también desde una mirada transpersonal. Dos cursos muy diferentes, pero cierto denominador común: malestar del primer mundo.

Iván Eguzquiza Solis, Psicólogo del Instituto de Investigaciones del Sueño, ha sido el encargado de acompañarnos por las características del sueño y del insomnio, de sus tratamientos, así como de los mitos que le acompañan.  Porque aquí, como en todo, las creencias pueden hacernos  daño cuando les damos el poder de verdad absoluta.

Dormir es una conducta muy necesaria y todos sabemos que cuando no lo hacemos bien a largo plazo nuestro bienestar se resiente… Tiene mucho que ver con nuestra recarga fisiológica, con que los procesos de memoria se completen correctamente, así como que nuestros procesos emocionales diurnos puedan ser digeridos. Pero también es preciso desdramatizar.  Existe un insomnio por miedo al insomnio que pide desmontar ciertas creencias como punto de partida:

  • El insomnio crónico no se cura. Iván nos mostró evidencia de que sí.
  • Tengo que dormir x horas sino no soy persona. El número de horas es subjetivo y variable. Ponerse objetivos rígidos puede ser contraproducente. Vale más un sueño de calidad que la cantidad, muchas veces pasar tiempo en la cama despiertos para completar ese objetivo condiciona al cerebro hacia el lado equivocado. En la cama dormir o sexo, nada de tele, móvil, trabajo, etc.
  • Si no duermo no voy a rendir… Bueno puede que rindas un poco menos, pero rendirás.
  • El sueño no se recupera. Pues parece que si tras unos días de dormir poco, meter alguna hora más ayuda…
  • Etcétera, etcétera

El estado de ánimo es uno de los factores que influye en la calidad de nuestro sueño. El estrés, la ansiedad, la depresión…  harán que nuestros ciclos se alteren.  La depresión aumentará y adelantará nuestra fase REM y la ansiedad la retrasará y reducirá, nos procurará un sueño más fragmentado y por tanto de peor calidad.

Es muy humano querer la pastilla mágica que nos haga dormir de un tirón (lo que tampoco es natural, el sueño cuando no había luz artificial era en dos fases), pero las benzodiacepinas (llámense diazepam, lorazepam, tranxilium…) tienen la mala costumbre de crear tolerancia y dependencia así que mejor solo para emergencias y por poco tiempo, porque mágica no es.  El trabajo viene por enfocarnos en lo que está en nuestra mano y es posible:

  • Trabajar en lo que pasa durante el día, en nuestras emociones, actitudes, interpretaciones de lo que ocurre…
  • Reeducar nuestro pensamiento y reestructurar nuestras creencias
  • Tener una correcta higiene de sueño que sobre todo pasa por no estar despiertos durante horas en la cama
  • Adaptar las horas de sueño a nuestra tendencia (diurna, nocturna o neutra) y ser disciplinados con las rutinas
  • Desdramatizar dormir menos de lo esperado, trabajar la aceptación
  • Entrenar la respiración diafragmática, la meditación, la relajación
  • Y una recomendación de Martin Seligman que me encanta: escribir cada noche antes de acostarse cinco cosas agradables del día. El registro de contenidos positivos marcará la calidad del sueño. Por tanto cuidado con leer mails del trabajo o contenidos desagradables en las redes o de la tele justo antes de dormir…

Enrique Martínez Lozano ha sido el maestro de ceremonias para profundizar en la ansiedad. Un trastorno que junto con el estrés y el narcisismo son tan comunes en nuestra época y cultura. ¿Qué ha favorecido esta epidemia de ansiedad en Occidente?

  • Una sociedad en cambio continuo, tecnológica, rápida, individualista, plural… que genera incertidumbre, inseguridad, desorientación en aquellas personas con poca capacidad de adaptación al cambio.
  • La competitividad de la sociedad, centrada en el logro, en el éxito… que provoca tensión, sobrexigencia, perfeccionismo, estrés… vivir en el futuro en lugar de en el presente.
  • La cultura del entretenimiento y la superficialidad que, aunque podría ser saludable, se ha convertido en una forma de llenar un vacío y un malestar que no soportamos.
  • Una cultura narcisista que descuida la calidad de las relaciones y la solidaridad buscando aliviar el malestar de manera compulsiva.

Experimentamos la ansiedad como miedo pero es hambre de afecto porque nace de la inseguridad y el vacío afectivo. Se manifiesta en forma de adicciones que nos dan la sensación de que pueden llenar ese vacío.

Este hambre tiene mucho que ver con el tipo de apego que tuvimos en nuestra primera infancia y se resuelve con la comprensión de que el afecto que necesitamos no es el que teníamos que haber recibido, sino el que nosotros nos tenemos que dar ahora para llenar ese vacío.

Podemos gestionar la ansiedad desde el trabajo psicológico:

  1. Creciendo en amor incondicional a uno mismo
  2. Rescatando nuestro niño interior
  3. Reeducando comportamientos compensatorios o adictivos
  4. Cuidando nuestras relaciones
  5. Conociendo y poniendo en acción nuestros talentos o fortalezas: aceptación, autoacogida, confianza, sentido para vivir, gratitud, sentido del humor, atención, silencio, vivir el presente…

Y podemos gestionarla desde el trabajo transpersonal, que completará el también importante trabajo psicológico:

  1. Acallando la mente y entrenando la atención. Desplegando el testigo que nos permite tomar distancia de la película mental y convertirnos en observadores. Silenciar la mente no es dejarla en blanco, es dejar de identificarte con el parloteo mental.
  2. Dándome cuenta de que no soy mi ansiedad. Que la ansiedad viene a recordarme lo que realmente soy. Se convierte en una llamada a despertar, a salir de la identificación con la mente y sus pensamientos agobiantes.
  3. No reduciéndome a la ansiedad, no negándola. La siento, la atiendo, la abrazo, sin poner pensamientos.
  4. Observando nuestras adicciones o conductas compensatorias desde lo que somos, no desde la mente. Y ¿quién soy yo? ¿El yo separado que se percibe como carencia o la Vida que se expresa en la forma de este «yo»? Somos lo que no puede ser observado, lo que está más allá de los pensamientos y de nuestra personalidad construida.

Cuando estamos en la identificación con el «yo», con la mente, siempre hay miedo, soledad o ansiedad. Cuando salimos hay plenitud, paz, calma, ecuanimidad. Más allá de las nubes siempre hay un firmamento en calma aunque no seamos capaces de verlo.

Y termino con una bonita metáfora de Antony de Mello:

Y ya lo dijo también José Saramago:

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La alegría y el arte de vivir

La felicidad no llega como un envío por correspondencia. La felicidad no cae del cielo. La felicidad es algo que generamos con plena conciencia.  Thich Nhat Hanh.

Leer para mí es uno de los placeres de la vida. Reconozco que tomar un libro y desaparecer en él ha sido una práctica habitual desde que aprendí a juntar las letras… demasiado habitual si me apuras.  Los libros me han acompañado siempre, en múltiples géneros, formatos o temáticas, pero si miro hacia atrás veo que han ido llegando a mi vida en el orden preciso… cómo todo lo demás.  Cuando me piden consejo sobre qué leer me doy cuenta que no es fácil darlo… El mismo libro puede ser muy inspirador en un momento dado o para alguien concreto o una tortura en otro momento o para otra persona.

Pero estas navidades me he juntado con dos libros que han sido una verdadera gozada y que creo que son de los que se pueden recomendar con seguridad, ha sido una delicia leerlos, dejar que resuenen sus palabras como la certeza profunda que ya son.

El primero, “La alegría de vivir” de Yongey Mingyur Rinpoché me ha llegado de la mano de la Dra. Sagrario Castro, compañera del Grupo Prema y es un tratado sobre la felicidad que entrelaza la perspectiva budista con los descubrimientos científicos, mostrándonos lo mejor de ambos enfoques y sobre todo que no solo no están lejos, sino que van en la misma dirección.  Por ambas partes se va sabiendo que la meditación es un maravilloso aliado para trascender el sufrimiento en el que los humanos tendemos a instalarnos cuando la inconsciencia reina en nuestras vidas.

Resumiendo mucho, aquí van algunas claves del libro que aunque la mayoría las sabemos porque forman parte de nuestra sabiduría interior, conviene que las tengamos presente cuando el malestar aceche:

  • No somos nuestra mente: nuestros pensamientos, -fruto de nuestras creencias, de nuestro cableado neuronal -, aparecen y desaparecen causándonos desasosiego cuando nos fusionamos con ellos. Nuestro cerebro no es nuestra mente, pero se cree todo lo que esta dice y ello puede causarnos malestar.
  • A medida que las sociedades se enfocan en el exterior, en el logro tecnológico y material, aumenta significativamente el dolor, la ansiedad, la soledad y la desesperación.  La abundancia de distractores externos nos lleva a la pérdida de la conexión con la vida interior y a la insatisfacción perpetua.
  • Nuestro apego enfermizo a lo agradable y la huida compulsiva de lo desagradable son las mayores fuentes de sufrimiento humano y nos hacen olvidar que todo es impermanente y que por tanto pretender aferrarnos o evitar algo, son misiones imposibles. Deseo voraz, aversión, estrés, ansiedad, miedo… fabricaciones mentales que podemos transcender entrenando la atención a través de la meditación.
  • Puedes meditar en quietud, en movimiento, con objeto de atención o sin él, mucho tiempo o muchos pocos… cada uno podremos adaptar la práctica a nuestra forma de ser y de vida. Ideas de objetos de atención: la respiración, un mantra, las sensaciones corporales, los sonidos, olores o sabores, las distracciones, el dolor o el malestar, las emociones, los pensamientos o cualquier forma de tu vida cotidiana como un semáforo, los platos que estás fregando o la pantalla de tu ordenador.
  • Con la práctica, podemos percibir que somos algo mucho más allá de lo que nuestras mentes perciben…

Al mismo tiempo que llegaba este libro a mi vida, aparecía otro de la mano de mi compi de yoga y amiga Mentxu Castresana, cuyo título puede tener cierto parecido: “El arte de vivir” de Thich Nhat Hanh.

Y el arte de vivir que nos traslada el maestro Thich Nhat Hanh no es otro que vivir en el presente, descubriendo quienes somos realmente para salir de la espiral de sufrimiento, amar y ser verdaderamente felices como anhelo profundo del ser humano. Algunas claves:

  • Inter-somos: contenemos tierra, agua, aire, sol, espacio… contenemos a nuestros antepasados, al alimento que ingerimos, a nuestra educación y nuestra cultura. Contenemos billones de células no humanas además de las humanas, todo el planeta es una célula gigante, hecha de partes que trabajan en simbiosis. La separación en la que nos instalamos los humanos no es más que una ilusión.
  • Por otra parte, generamos continuidad a través de nuestros descendientes pero también a través de la influencia que procuran nuestros pensamientos, palabras, acciones…en los demás. Algún día abandonaremos el cuerpo físico, pero dejaremos nuestra huella en nuestro legado: ¿Legado de comprensión, compasión, altruismo, alegría, amor, reconcialiación…? ¿O quizás no? Ahora es un buen momento para ver qué legado estamos construyendo…
  • Y en realidad ya somos lo que queremos llegar a ser. A veces nos ansiamos en la búsqueda, nos esforzamos y hacemos malabarismos, pero la clave está más en el no hacer, en la quietud, en el silencio interior, en parar… que aunque parezca fácil requiere entrenamiento.
  • Y de nuevo el arte de la felicidad es el arte de vivir el ahora, que depende de nuestra capacidad de cultivar el amor para nosotros mismos y para los demás, y es un hábito que se trabaja con conciencia y visión profunda.

El mensaje de fondo de ambos maestros es el mismo que el que tantos otros nos han enviado a lo largo de la historia de la humanidad, dejar de creernos seres separados de la naturaleza, dejar de creernos más o menos que el resto, darnos cuenta de lo que hay detrás de todo el bullicio mental para simplemente ser lo que ya somos, vivirnos desde la conciencia y el amor profundo a todo, maravillarnos de todo lo que la vida nos da cada día, cada momento, saboreándolo, disfrutándolo, sintiéndolo… y dejándolo ir para acoger lo próximo. Elegir la paz y la libertad de la atención y la presencia que somos. Aquí y ahora.

Nhat Hanh, T., (2018) El arte de vivir. Elige la paz y la libertad. Aquí y ahora. Madrid: Urano.

Mingyur Rinpoché, Y., (2012) La alegría de vivir. El secreto y la ciencia de la felicidad. Barcelona: Rigden-Institut Gestalt

Navidad, tiempo de nacer a algo nuevo ¿Qué eliges?

Imagen: Jill Wellington

La palabra Navidad procede del latín ”nativĭtas, nativātis” y significa nacimiento, por lo que llegadas estas fechas parece un buen momento para dar luz a algo nuevo.  Y esto no va solo de esa lista de propósitos de año nuevo como dejar de fumar, bajar 10 kgs o aprender inglés, que en sí están muy bien, – sobre todo si no se quedan en meras intenciones – , va de algo quizás más sútil… pero no por ello menos provechoso.

Aquí van algunas ideas por si te apetece dar esa vuelta de tuerca estos días:

  • Puedo nacer a una vida más simple, con menos hacer y más ser.
  • Puedo nacer a una alimentación más consciente. Olvidarme de dietas imposibles y sentar en mi mesa a la atención. Ello me ayudará a comer de acuerdo a mis necesidades verdaderas,   escuchando mis distintos tipos de hambre,  saboreando cada bocado, disfrutándolo y escuchando como me sienta.
  • Puedo nacer a una escucha más atenta. Suprimir cada día minutos de contar lo mío para abrirme a escuchar de manera consciente y profunda al otro.
  • Puedo nacer a volver la mirada un poco más hacia dentro, aunque al principio duela o moleste, a poquitos iré encontrándole el gusto.
  • Puedo nacer a recordar que soy naturaleza. Que lo que haga al planeta me lo hago a mí y viceversa.
  • Puedo nacer a perdonar un viejo resentimiento, a soltar ese trozo de carbón ardiendo que solo que me quema a mí, y que ya no tiene sentido.
  • Puedo nacer a hacerme amiga del silencio. Sin grandes pretensiones pero buscando cada día un hueco para durante un breve lapso de tiempo estar conmigo. Y solo conmigo. Sin tecnología, sin libros, sin tareas, sin gente.
  • Puedo nacer a una vida más emocionante. Y no me refiero a actividades de riesgo o grandes eventos, me refiero a reír más, a llorar más, a enfadarse cuando toca y a dejar de guardarme dentro lo que merece ser expresado en su justa forma y medida, para ir rompiendo esas corazas que hemos generado como defensa y que nos impiden bailar la vida como corresponde.
  • Puedo nacer a dejar de creer que sé más que la vida y aceptar lo que vaya presentando sin perderme la lección asociada entre quejas y lamentos.
  • Puedo nacer a una vida sin juicio. La adicción a la crítica es un mal endémico. ¿Y si cada día me propongo tratar de dar luz a mis juicios para ir desactivando esa necesidad?
  • Puedo nacer a intentar ver más allá de las apariencias. De las personas, de las crisis, de las malas o buenas suertes…
  • Puedo nacer a una vida más amable. Conmigo y con los otros.
  • Puedo nacer a muchos pocos. Cambiar los grandes retos por muchos pequeños instantes de pararme, de ser consciente, de respirar, de observarme, sentirme, de dejar de hacer, de soltar… para seguir caminando con la vida.  ¿No encuentro tiempo para meditar 1 hora cada día? Medita 1 minuto 6, 10 o x veces al día.

Cuando invitas a la atención a formar parte de tu vida, cualquiera de los nacimientos mencionados, o de otros muchos que se te ocurran, tendrán más posibilidades de cumplirse e incluso convertirse en algo más… No te lo creas, prueba a ver. ¿Has decidido cuál eliges?

Feliz Navidad, feliz nacimiento.